Capítulo 04

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Pregunta y respuesta.

Creo que fue en diciembre del peor año de mis días cuando vi una brillante lágrima recorrer mi mejilla, he visto miles ya parecidas pero esta era especial, porque esta contenía una duda, una pequeña pregunta.

—¿Me quieres?—. Pregunté frente al espejo mientras terminaba de ponerme labial, lagrimeando la volteé a ver, distraída con su propia vida. —¿Me quieres?— cuestioné de nuevo y levantó inmaculada su mirada, una respuesta corta habría bastado para saciarme, pero ni siquiera hubo un titubeo, solo una tajante mueca de desaprobación y desagrado, era ya de por si muy cansado esperar la cena, ahora incluso más con una mayor picando la costilla con su melancolía que seguramente se siente muy ajena cuando eres una pre-adolescente y la mayor ha sido el dictador más grande de tu vida, una versión joven de la madre que no te mira mucho pero esta ahí, simplemente, existiendo en tus días. La mayor a la que fácilmente podrías llamar abuela o padre si te lo propones lo suficiente y entre cierras los ojos cada que te grita o sobre cuida.

Me dañaba la idea de un futuro incierto como todo el tiempo así que me castigue preguntando de nuevo: —¿Me quieres?— "Mañana podría morir y ¿que haría ella hoy sino me quiere?" Me torture mentalmente. —Yo te quiero— Dijo la menor con una de esas exclusivas sonrisas que solo los infantes más puros y sinceros pueden ofrecer; grande y con dientes faltantes. Mi corazón agradeció el instante, pero la negación a la respuesta de la de en medio seguía calando los huesos de mi columna como si existiera un dolor por anestesia epidural existente.
La menor se aproximó casi notando la falta de emoción de parte mía y me abrazo fuertemente, seguramente el ángel más cercano en la tierra era ella y sus dulces ojos marrones que siempre empatizaban con el dolor ajeno. A su corta edad solo dolía las golosinas antes de la comida en su barriga y tal vez en un año o dos la expectativa —Ven a darle un abrazo, que está muy triste ¿no ves?— Reclamo a la de en medio apretándome los órganos con fuerza, de ser posible estoy segura de que buscaría la manera de sumergirse en mí y curarme, pero si no es posible hoy, la imagino con el paso de los años tratando de buscar la forma científica o médica de lograrlo.
—Cuando era pequeña como ella, me gritabas todo el tiempo y me pegabas, pequeños zapes, dolían... no mucho, pero el gesto de agredirme, dolía, por dentro y siempre he sentido cuán dura eres conmigo, siempre exigiendo, siempre corrigiendo. Tú me preguntas y no sé, no puedo decirlo. Tal vez con el tiempo— Era cierto. Todo lo que decía era verdad, ese era el pasado que compartíamos, junto a los gritos y moretones del hogar en el que alguna vez vivimos. —No es tu culpa... lo sé— Interrumpió ella antes de que pudiera decir algo para tratar de enmendarle la herida —...Tú no tenías porque ser mi madre y aún así, devore los años de tu niñez con mi infancia y no te deje jugar en el jardín despreocupada, pero hay un dolor invisible ligado a mi boca que no se atreve a decirte que si te quiere, así que dime, ¿estaría bien para mí de igual forma tomarme el tiempo de sanarlo y perdonarte?— Mis ojos derramaron lágrimas que iban acompañadas del petroleo del rímel en mis pestañas cuando recordé esa frase que siempre me repetía a mi misma "yo entiendo... yo siempre entiendo, ¿pero quién me entiende a mí?, ¿cuándo le tocara a alguien entender por mí?". Y yo entiendo; que al igual que yo, te habrás preguntado lo mismo una y otra vez, por eso aunque me duele a mí decir que entiendo, lo haré por ti, porque de mi sangre eres el lazo que más añoro conservar entre mis recuerdos, porque sé que decir que no era mi culpa es tu manera de decir que me entiendes, tú, tú mi hermana, ustedes, mis hermanas, gracias por prometerme que con el tiempo podrán entender y perdonar, espero que con el tiempo merezca la pena el intento. Suena triste pero cuando sabes que provocaste llagas en almas ajenas, la promesa del perdón se ve reconfortante, pues, tal vez no soy tan mala, solo fui una niña cuidando a otra.
Tal vez no somos malas madres, hermanas o hijas, solo somos mujeres haciendo nuestro mejor esfuerzo después de que nos cortaron las alas y nos exigieron "tienes que hacer esto".

Abrace a la menor con fuerza y las lágrimas brotaron poco a poco —Tomate tu tiempo que estaré aquí siempre fastidiando de igual forma— Me sonrió, le sonreí y la menor nos miró conmovida, como si entendiera el dilema de nuestras infancias rotas que trataban desesperadamente de curarse.

Mi madre entró en la habitación —La cena ya esta... ¿Qué tienen?— pregunto confundida al ver las lágrimas en mis ojos. —Estaba viendo el corto de una película y me habré puesto sentimental y estás mujeres tratan de consolarme— nos miro frunciendo el ceño y me abrazo —Como te gusta lastimarte. Ya vayan a comer que la cena se enfría— dijo autoritaria mirando a todas y salió de la habitación, sabiendo que yo mentía, pero segura de que no preguntar era la respuesta correcta y ella no se equivoca, aún cuando no escucho nada, no se equivocaba sobre mí y mi afán con lastimarme, pero es que a veces hay que sangrar para que la costra cierre la herida y yo sé que aún queda mucho, mucho por lastimarme antes de sanar mi sangre... antes de sanar-me.

El Diario de LuciferWhere stories live. Discover now