Capítulo 23: Solo una noche.

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Xia entró al castillo guiada por Gieviv, quien la condujo por los intrincados pasillos. Aunque había pasado tiempo desde su última visita, los detalles de la mansión aún estaban grabados en su memoria.

Finalmente, llegaron a su habitación. Al abrir la puerta, un aire fresco y perfumado la envolvió, el aroma a limpio llenaba el espacio. Todo estaba exactamente igual que la última vez que había visitado ese lugar. La cama, con sus sábanas suaves y acogedoras, parecía una invitación irresistible al descanso.

Sin embargo, su mente no podía alejarse por completo de la realidad. Sabía que había algo más importante que hacer. Se preparó mentalmente mientras Gieviv reaparecía, sosteniendo una aguja en su mano. El brillo metálico del instrumento médico contrastaba con la suavidad de la piel de su brazo.

Con una mirada firme y decidida, Gieviv se posicionó frente a Xia, lista para llevar a cabo el procedimiento. Un leve pinchazo seguido de una sensación de frío se apoderó del brazo de la humana mientras la aguja se insertaba en su vena. Era una sensación conocida, pero nunca se acostumbraría por completo a la punzada incómoda. A pesar de ello, mantuvo la vista fija en un punto distante, tratando de alejar su mente del momento incómodo y concentrándose en su objetivo final.

La transfusión de sangre continuó, y Xia permaneció en silencio, inmersa en sus pensamientos. El paso del tiempo parecía diluirse en ese instante, mientras su mente vagaba por los recuerdos y las emociones que la habían llevado hasta allí. La habitación se sumió en un silencio profundo, interrumpido solo por el suave zumbido de la luz tenue que iluminaba el espacio, como si susurrase palabras de tranquilidad en medio de la quietud.

Después de asegurarse de que la transfusión de sangre se realizara adecuadamente, Gieviv se retiró de la habitación, dejando a la joven a solas con sus pensamientos. El silencio se instaló en la habitación.

Xia se recostó en la cama, permitiéndose disfrutar de su suave comodidad. Aunque rodeada de lujos y confort, su mente seguía anclada en el exterior, preocupada por Zien y su bienestar. Un sentimiento de soledad se apoderó de ella, recordándole al lobo que había dejado atrás. Sin embargo, también sabía que este sacrificio temporal era necesario para garantizar su propia seguridad y protección.

Mientras su mente divagaba entre la ansiedad y el anhelo, se aferró a la promesa de que Zien estaría cuidando de ella desde lejos. Recordó su fuerza, su valentía y su devoción, y encontró consuelo en la certeza de que su lazo era lo suficientemente fuerte como para trascender la distancia física.

Durante un tiempo, su mente se alejó de las preocupaciones y responsabilidades que la agobiaban, y se permitió simplemente ser.

Cerró los ojos y se dejó llevar por la suave brisa que entraba por la ventana abierta, mientras los sonidos apagados de la mansión le recordaban que estaba en un lugar diferente al bosque que tanto amaba. Aunque seguía siendo cautelosa y consciente de su situación, en ese momento decidió dejar de lado la guardia y permitirse disfrutar de aquel breve respiro.

El ritmo regular de su respiración y el latido tranquilo de su corazón eran testigos de la serenidad que había encontrado en aquel lugar, pero a pesar de eso, le era imposible conciliar el sueño. No podía evitar sentir una sensación amarga en su interior.

Con paso sigiloso, se levantó de la cama y se acercó al ventanal, contemplando su hermosura y dejando que sus dedos rozaran el frío cristal. Los reflejos plateados de la luna iluminaban su rostro, acentuando la expresión de nostalgia y determinación en sus ojos. El viento susurraba suavemente a través de los árboles, como si quisiera compartir con ella los secretos de la noche.

La escena exterior se extendía ante su vista, con la majestuosidad de la naturaleza en su máximo esplendor. Los árboles ondulaban en armonía, sus hojas danzando al compás de una melodía invisible. Estar ahí parada le recordó el momento en que estuvo al borde de caer, cuando la vida parecía escaparse de su agarre. Pero ahora, allí de pie, se sentía más viva que nunca.

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