Capítulo 25: Verlo contenerse.

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Esa mañana, el sol radiante iluminaba el escenario con su esplendor. El aire se llenaba de una calidez reconfortante mientras los rayos solares danzaban entre las hojas de los árboles, creando una sinfonía de luces y sombras sobre el suelo cubierto de hierba.

La laguna, refrescante y serena, se extendía frente a ellos. Sus aguas cristalinas brillaban bajo los rayos del sol, invitándolos a sumergirse y disfrutar de su frescura. Pequeñas ondas se formaban en la superficie debido al movimiento alegre de los lobos que nadaban y jugueteaban en ella.

—Me gustaría que nuestra manada fuera un poco más relajada, como el clan del este —se quejó Kyok, mientras Zac lo arrastraba fuera del agua. Había pasado una hora desde la llegada inesperada de Gaia y su manada, y Meir había dado la orden de retirarse a los lobos de su manada.

—Tú puedes quedarte, Xia —dijo Zien a la humana, acariciando su cabeza mojada con ternura. Aunque no quería separarse de ella, tampoco quería privarla de la diversión que estaba teniendo. Confiaba en que Gaia, su amiga, la cuidaría tan bien como él. —Volveré enseguida.

—Está bien —respondió Xia, tranquilizándolo. Disfrutaba del tiempo que pasaba con Gaia, una persona amable que conocía a Zien mucho mejor que ella. Tenían muchos temas de conversación para entretenerse hasta que él regresara. Además, pensó que sería una buena oportunidad para conocer mejor a la manada del este, de la cual Gaia era líder.

Observó a los lobos, llenos de vida y risas, jugueteando alrededor de la laguna. Sin embargo, notó a una mujer lobo con una gran cicatriz en su rostro, sentada en la orilla con solo los pies dentro del agua. Aunque de vez en cuando se quejaba cuando la salpicaban, no hablaba mucho.

En contraste, dos chicos dentro del agua saltaban y se sumergían activamente. Eran amigables y se acercaron a Xia en el momento en que la vieron sola. Uno de ellos, de cabello oscuro, tocó suavemente el hombro de Xia y luego corrió velozmente, deslizándose por el agua.

—¡La quedas! —gritó desde el otro extremo de la laguna. Esas palabras resonaron en la mente de Xia, recordándole los juegos de niños en el pueblo al que nunca había podido unirse.

—Ahora tienes que atrapar a alguno —dijo Gaia al ver a Xia con los pies firmemente plantados en el suelo. La rubia se alejó unos pasos para evitar ser tocada, pero el brillo travieso en sus ojos demostraba su deseo de unirse a la diversión y perseguir a los lobos juguetones que nadaban alegremente en la laguna.

Xia se lanzó alegremente en persecución de los lobos, dejándose llevar por la diversión del juego. Aunque los lobos eran mucho más ágiles y veloces que ella, se negó a quedarse rezagada. Finalmente, logró tocar a uno de los chicos y se dio cuenta de que sus dedos se mancharon con un líquido rojo. Era sangre.

Al levantar la vista hacia el lugar que había tocado, quedó impactada al ver que la espalda del chico estaba cubierta de decenas de marcas. Parecía como si su piel hubiera sido atacada por garras salvajes, y las heridas parecían frescas.

—Lo siento, ¿estás bien? —preguntó con consternación, notando que el chico no parecía estar adolorido. El lobo miró su mano y luego su propia espalda, y comenzó a reír. El otro chico a su lado se unió a la risa, aunque ambos se sonrojaron ligeramente.

—Solo fue una noche intensa, y él es muy sensible —advirtió el otro chico, mientras el lobo herido le dio un golpecito juguetón en el brazo.

—¡A quién le dices sensible! —le recriminó, aunque su rostro mostraba una sonrisa. Luego, el chico se abalanzó sobre el otro intentando ahogarlo en un juego de lucha. Pronto, ambos se olvidaron por completo del juego de atrapadas y se volvieron más íntimos mientras peleaban.

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