Dos

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«Las buenas acciones tienen sus recompensas, y las malas también»

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«Las buenas acciones tienen sus recompensas, y las malas también».

El clamor de las almas se había convertido en un ruido insoportable. No podía respirar, los ojos le ardían, le dolía la garganta y cada una de las partes del cuerpo. Aun así, unos hilos invisibles lo obligaron a caminar hacia su destino.

Los pies se le movieron solos a pesar de que puso resistencia. Era inutil pelear con algo más poderoso que él. No pudo distinguir hacia dónde se dirigían hasta que divisó un puente de madera, estrecho, casi destruido. 

Lo rodeaba un mar de aguas, oscuras y hediondas, desde donde emergían cuerpos en mal estado que luchaban por salir de allí. Los seres seguían la ruta sin rechistar y solo exclamaban quejidos cuando caían por culpa de los que estaban abajo que querían sus lugares.

Anker avanzó despacio, cuidaba que las manos huesudas no lo tocaran. A diferencia de los demás, aparentaba calma mientras su mente era un torbellino de los sucesos que deseaba ocurrieran.

Anhelaba venganza. Estaba deseoso de cobrarse de la peor manera posible todo  lo que le hicieron. Sus pensamientos le produjeron una satisfacción enfermiza y sonrió en medio del caos que se estaba desarrollando a su alrededor.

A lo lejos, entre las sombras, unos ojos rojizos y cargados de satisfacción lo observaron. Poco a poco salió de su escondite. En ese instante, Anker fue elevado.

Miró a su alrededor y se percató de que todos seguían la caminata eterna. Se removió en el aire hasta que unas manos lo retuvieron y lo llevaron contra su voluntad delante del ser superior que lo tenía vigilado.

—Tu sed de venganza es insaciable, hay demasiado potencial en ti. Sería una pena que un alma tan valiosa como la tuya se pierda en ese mar de estiércol y basura.

La voz cantarina le puso los pelos de punta. Tuvo que bajar la cabeza, había algo en ese hombre que no permitía que lo viera a la cara.

—Esto es una pesadilla...

—Estás muerto —lo interrumpió alguien más que él no veía.

De repente, todas las voces empezaron a hablar al mismo tiempo y al parecer provenían del hombre que tenía delante.

—Debe aceptar el trato.

—¿Trato?

—El infierno puede ser tormentoso para algunos, pero se convierte en el mismo cielo para pecadores como tú, querido Anker.

La manera dócil en que habló provocó que se estremeciera por completo. Unas manos se apoderaron de él y lo llevaron a otro lugar más sombrío, pero menos ruidoso. Sintió mucho calor, un fuego interno lo recorrió de los pies a la cabeza y se instaló en su espalda.

Anker se encorvó por culpa del dolor que le producían unas llagas enormes que se le abrían en los omóplatos. Algo salió del lado derecho, después del izquierdo.

Anker ©Where stories live. Discover now