Tres

223 47 67
                                    

«La tentación nunca llega en un empaque desagradable y feo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

«La tentación nunca llega en un empaque desagradable y feo. Se vende dulce como la miel, hermoso, deslumbrante».

Esa misma noche, la primera después de su regreso, Anker salió en la vieja camioneta de su padre. Estaba dispuesto a no perder el tiempo, así que iba a empezar a buscar a las personas que tenía en la mira. La sed de venganza no lo dejaba en paz, necesitaba desahogar la furia que llevaba dentro con los causantes de todas sus desgracias.

El primero de ellos debía ser su viejo amigo Emer.

Sabía dónde lo encontraría y era una presa fácil de cazar. Por lo menos para él, quien conocía los lugares que frecuentaba y a las personas que amaba. Sonrió, complacido, ante los escenarios que creó en su cabeza de cómo iba a obligarlo a que le pidiera perdón de rodillas.

La sonrisa se le esfumó cuando percibió el leve olor a tabaco mezclado con el dulce de la vitamina de cereza que Ángel tomaba. Era un aroma extraño, aunque familiar.

Le sorprendió la manera en que su pecho se contrajo ante los recuerdos, la molestia en el estómago y esa sensación que le ocasionaba pesar. No debía ser así, se suponía que las emociones habían muerto junto con él.

Estaba atrapado en un cuerpo vivo y débil, mas se consideró alguien especial. Ese pensamiento le dio calma en medio de las dudas que lo asediaron. Sin embargo, no tenía la certeza de qué tan poderoso se había convertido o si era un ser inmortal. Necesitaba averiguarlo cuanto antes.

Aspiró una nueva vez, sus pulmones se llenaron de la esencia que acalló su mente por unos segundos.

Mientras conducía, la cabeza se le llenó de los momentos que había pasado junto a su hermano y progenitor. Recordó que era insoportable visitar la casa en ciertas épocas del año.

Su padre era un hombre creyente, un supersticioso empedernido con costumbres muy marcadas. Lo obligaba a decorar el árbol en Navidad, a que visitara cementerios en noviembre y era indispensable ponerle regalos a los Reyes Magos.

Las fiestas tradicionales y la misa dominical eran sagradas; asimismo, el temor a un ser superior que le otorgaría la redención de los pecados.

Se preguntó qué habría pasado con las almas de Arthur y Ángel, si como él fueron a otro lugar. Quiso saberlo, y la esperanza de que quizás su padre alcanzó la piedad que buscaba lo reconfortó.

Un ruido en la parte delantera del vehículo lo sacó de sus pensamientos y lo obligó a que frenara de golpe. La oscuridad que cubría la carretera no le permitió vislumbrar lo que estaba sucediendo a su alrededor.

Todo pasó muy rápido, alguien entró al copiloto como si fuese una ráfaga de viento.

—¡Acelera! —ordenó una mujer vestida de blanco, quien miraba a todos lados con nerviosismo.

—Qué demonios...

Las palabras se perdieron en el aire por culpa del ruido de varios disparos. La adrenalina le recorrió el cuerpo y quiso bajarse para enfrentar a los que osaron atacarlo. Pese a eso, no accionó como deseaba porque la desesperación de la fémina hizo que él condujera a toda velocidad.

Anker ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora