V

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Mientras conducía, Nicholas miró a Julia, que, aunque silenciosa, parecía contener toda una turbulencia en su interior. Ella estaba en una lucha interna, evidentemente, entre mostrar todos los sentimientos que la embargaban y mostrarse digna.

—Tienes derecho a ser patética hoy —le dijo, y ella dio un respingo. Nicholas sonrió—. Si quieres llorar, maldecir, no tienes que moderarte. O, dime, y te llevaré con tu mejor amiga.

—Mi mejor amiga... —murmuró Julia mirando por la ventana.

—Sí. Siempre hay una, ¿no?

—Si es mi mejor amiga, ¿por qué no me acompañó en un día tan crucial como el de hoy? —respondió ella usando las mismas palabras que él anteriormente—. ¿Por qué tuve que estar sola? No tengo mejor amiga. Tampoco madre... ni padre... o hermanos... —De repente se echó a reír y lo miró fijamente, girando todo su cuerpo hacia él—. Tiene toda la razón, señor Richman, tengo todo el derecho a ser patética hoy. ¡Y usted es un desconocido! ¿Qué me importa?

—¿Sigo siendo un desconocido?

—Lloraré y maldeciré sin moderación —siguió ella sin escucharlo—. ¿Por qué siempre tengo que ser bien portada y digna? ¡Me acusaron de estafa por ser estúpidamente buena! No más la idiota Julia crédula y comprensiva!

—Así que estás sufriendo un cambio de corazón —sonrió Nicholas, y maniobró para ingresar a un parqueadero privado.

Al bajar, Julia se vio ante un alto edificio bastante conocido.

—En la terraza está el bar de un buen amigo —explicó Nicholas, y la guio a los ascensores—. Aunque a esta hora regularmente no abre, lo hará por mí.

Sí, apenas iban a ser las dos de la tarde, se dio cuenta Julia.

No importaba, se repitió. Basta de la Julia digna y moderada. Iba a ser mala de aquí en adelante.

—¡Eh, Nick! —saludó el hombre tras la barra. El lugar no estaba solo del todo, había personal de limpieza subiendo las sillas, barriendo, y etcétera.

—Hola, Martín —contestó Nicholas con una sonrisa. Sin hacer preguntas, Martín los llevó a una mesa junto a una amplia ventana que ya estaba lista para ellos. Julia la miró preguntándose a qué horas Richman lo había llamado, o enviado el mensaje, pues ella no se había dado cuenta.

—Una botella de vodka, por favor —pidió ella al sentarse. Martín y Nicholas la miraron confundidos y sorprendidos—. ¿Qué me miras? —le preguntó a Nicholas, y éste sacudió su cabeza.

—Para mí, agua.

—¿No vas a beber conmigo?

—Estoy conduciendo.

—Ah.

—Una botella de vodka, entonces —apuntó Martín.

—La mejor que tengas.

—Así será—. Martín miró a Nicholas con ganas de hacerle muchas preguntas, pero se abstuvo. Si bien conocía a este chico prácticamente desde que aprendió a andar, y Duncan era su mejor amigo, comprendió que no era el momento para averiguar cosas.

Julia se atusó el cabello, imaginándose despeinada, y miró alrededor. Todavía tenía el ceño fruncido, y una mueca de tristeza en su rostro.

—¿Desde cuándo conoces a ese Justin? —como respuesta, Julia bufó.

—Desde los once —dijo—. Lo conocí en una fiesta de cumpleaños de Pamela.

—Y Pamela es...

—Mi medio hermana... Ah, es que no sabes...

Ámame siempreOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz