蓮の花 - .02

129 11 0
                                    

Una noche en particular, cuando los tres nos encontrábamos ya dormidos, fuimos despertados por unos ruidos bastante fuertes fuera de la casa. Muchos golpes, montón de cosas se caían.

Nos levantamos asustados e inmediatamente fuimos a asomarnos por una pequeña ventana desde la cual pudimos observar a mi padre, sus prendas desacomodadas, su cabello desarreglado, en sus manos una botella y como podía lanzaba piedra tras piedra a la casa, lo que encontrase a su alrededor.

¡No sirves para nada maldita perra! ¡No eres una buena mujer! - Gritaba mi padre que apenas y podía mantenerse recto sobre sus pies debido al alcohol en su sangre.

¡Eres una zorra! Desgraciada - Mamá asustada nos mandó a mí y a mi hermano de vuelta a nuestra habitación, directo a la cama, tapando nuestros oídos para que no escucháramos más a nuestro padre.

Tiempo después, en otra ocasión, en temporada de verano, mamá y yo nos encontrábamos en casa preparando comida, teníamos las cosas ya listas, tan solo nos faltaba esperar por el pescado que mi hermano había salido a pescar al río más cercano.

Había aprendido mucho de ella, finalmente había entendido la magia y el amor con la que trabajaba. Todos sus conocimientos me habían sido entregados, me enseñó tantas recetas, tantos trucos y lo mejor de todo era que ahora podía ayudarla a cocinar.

Así ella podía descansar y yo me haría cargo.

Mi hermano no tardaba en volver a casa, había salido ya hace rato pero por más que pasaban y pasaban los minutos, no volvía. No regresaba a casa. Mamá y yo comenzamos a preocuparnos, sabíamos que algo había pasado pues mi hermano nunca se tomaba tanto tiempo.

Dejamos todo en la casa y salimos a buscarlo, camino al río. Afortunadamente llegamos pronto puesto que no había nieve que nos estorbase al caminar.

Al estar acercándonos a la orilla del río, logré divisar a mi hermano tirado, sus prendas todas revueltas, rotas y sucias. El balde que se había llevado para traer los peces estaba a unos cuantos metros volcado, lleno de lodo.

¡Asahi! - Grité aterrada y corrí aún más rápido hasta llegar a su lado.

Me tiré sin dudarlo a su lado y al tocarlo vi que estaba mojado, frío, su cuerpo estaba lleno de heridas, de golpes, lleno de lodo. En su mejilla había un gran corte del cual aún brotaba sangre.

Mamá pronto llegó a mi lado y comenzó a llorar al verlo de tal manera. Daba besos en su frente y lo abrazaba fuerte, lo sostenía con fortaleza y protección.

Seguí mirando el lugar y cerca de ahí vi una botella de cristal rota, estrellada y con sangre. Era de las botellas con sake que mi papá solía cargar. Mis dudas habían sido resueltas. No me cabía duda de quién le había hecho semejante atrocidad a mi hermano

De ahí en adelante, por más que mi mamá trato con remedios caseros, mi hermano creció con una cicatriz que atravesaba su mejilla, quedando por siempre el mal recuerdo de mi padre marcado en su cuerpo.

Unos años más tarde, inesperadamente un día papá volvió a casa, esta vez estaba mucho más presentable. Se veía saludable, fuerte, alto y con prendas bastante caras y bonitas. No quedaba nada en él del hombre borracho y agresivo que conocimos algún día. Parecía ser otra persona totalmente diferente.

Mamá se rehusaba a dejarlo pasar y aun así mi padre le siguió insistiendo en que se lo permitiera. A mi hermano y a mí nos mandó a traer un poco de leña para la casa, hacía falta leña para cena.

Cuando regresamos a casa con la leña estábamos bastante sorprendidos. Papá se encontraba ayudando a mamá a cocinar y a ella se le veía feliz, la sonrisa que hacía mucho tiempo había perdido, estaba de vuelta. Se volvía a ver enamorada, contenta y nosotros nos sentíamos felices por ella.

Ese día compartimos una cena bastante agradable, mamá cocino un poco más de lo normal pues papá estaba ahí de vuelta y la casa entera olía a felicidad y amor, como si papá nunca se hubiera marchado.

Él nos hablaba sobre la vida en el distrito, lo bullicioso que era, las vidas ocupadas y sin descanso de las personas. Nos contaba sobre las comidas que se vendían en las calles, la música en las tiendas.

Claro que se evitaron ciertos temas, sobre su otra mujer y en sí, sus malos actos.

Después de la riquísima cena, mamá le permitió a papá quedarse esa noche en casa, con nosotros, como en los viejos tiempos.

Al amanecer papá no estaba ahí, se había marchado sin tan siquiera haberse despedido. Todo lo vivido la noche anterior fue tan solo como un efímero sueño. Parecía no haber sido real, pero para mí madre lo fue suficiente, fue tan real que unos meses más tarde había quedado embarazada y así es como nos encontrábamos esperando por nuestro nuevo hermano y esta vez las cosas fueron diferentes.

Yo no entendía porque pero a veces ella demostraba cierta incomodidad en su rostro cuando se tocaba su panza, parecía que le molestaba el estar embarazada. Parecía que no le agradaba mucho mi hermano.

Incluso ella misma había dejado de cuidarse un poco, no solía comer tanto como antes. El color de sus mejillas había desaparecido, el brillo en sus ojos también, su sonrisa hermosa volvió a desaparecer una vez más y esta vez habían surgido ataques de ira, mamá se solía enojar mucho, nos gritaba a mi hermano y a mí por cualquier mínima cosa.

Comenzó a pasar sus días en casa, encerrada. Asahi y yo comenzamos a hacernos cargo de la casa, cocinábamos, limpiábamos y recolectábamos lo necesario.

Por más que le decíamos que tenía que cuidarse para que el bebé estuviese bien, ella no lo hacía. Me preocupaba mi hermano. Me preguntaba si estaba bien y me preguntaba si pasaba hambre ahí dentro.

Mientras más crecía su panza, no dejó que nos acercáramos a ella ni que la tocáramos. Asahi ya no pudo darle más besitos a mi hermanito y así fueron unos cuantos meses más hasta que finalmente nació, ¡mi hermanito había nacido!

"蓮の花 | Douma - Kimetsu No Yaiba  / Demon Slayer"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora