Capítulo 1

25 1 224
                                    

—Cariño, no te preocupes, ya te avisaremos sí la policía nos dice algo sobre el caso de tu hermano.

—¿Estaréis bien?

Mi madre me observaba con una amplia sonrisa. En cambio, yo, no sonreía en absoluto.

—Claro que sí, somos viejos no estúpidos.

—Mamá, tienes cuarenta años no ochenta.

—Bueno..., entonces solamente tu padre es el viejo.

—Solamente nos llevábamos un año, loca. —mi padre la puso mala cara.

Rodé los ojos.

—¿En serio estáis discutiendo mientras me estáis dejando en la Universidad?

—No estamos discutiendo. -negó con la cabeza mamá con una sonrisa malévola. —Simplemente disfruto picándole.

—Y eso se le da de maravilla.

Fruncí el ceño.

—Ya lo entenderás cuando tengas novio. —dió una palmadita en el hombro a mi padre.

—O novia. —añadió él. —Pero tú no tengas prisa, suficiente tengo con soportar a vosotras dos para soportar a un yerno idiota.

—Valla, muchas gracias. —ironice.

—De nada.

Él sonrió y sacó mi maleta del coche, mientras que mi madre parloteaba sobre cómo hacía cambiado la Universidad desde que estuvo.

-Si, si ya lo sabemos, desde tu época cambio mucho... -la interrumpió papá. -Ya no eres una universitaria, supéralo.

-¿No os matareis en mi ausencia?

-Esta loca tiene cara de querer matarme con una almohada cuando esté durmiendo.

-¿Por qué esperar a que te duermas?

-Bueno..., pues vamos a...

-A partir de aquí, me las arreglaré. -les aseguré. -Deberíais iros, sino pillareis tráfico y llegaréis tarde a casa.

Mi madre frunció el ceño al instante.

-Pero yo quiero ver tu habitación. —protestó.

-Seguramente estará vacía, mamá, además tengo que colocar todo.

-¿Estás segura? -interfirió mi padre sabiendo que iba para rato. -Te podemos ayudar a...

-Segurísima. -le di un pequeño abrazo y me sonrió. -Llamarme cuando lleguéis.

-Y tú llámanos a menudo actualizándonos de cómo te van las cosas.

Mamá sabiendo que hacía perdido la batalla, se acercó a mí y me dió un abrazo tan fuerte que casi me mareó.

-Mamá, me estás ahogando.

Ella se separó y se sorbió la nariz, sujetándome los hombros con las manos.

-Come bien. -me dijo dramáticamente. -¿me escuchas?, cómo me enteré de que comes cualquier porquería, te falta la galaxia para correr. ¿Me entiendes?

Me volvió a abrazar esta vez suavemente, sin darme tiempo de hablar, antes de meterse en el coche seguida de mi padre. Les vi cuando mi padre arrancaba el motor y protestaba de lo viejo que estaba el coche. Me despedí con la mano al ver a mamá lanzándome un beso.

Por un momento me arrepentí de haberles dicho que se fueran. Pero creía que era lo mejor. Tenía que coincienciandome de que lo más probable estar que iba a pasar algún tiempo sin ellos. Habría que acostumbrarse a ello. Mejor cuanto antes.

La Promesa Rota Where stories live. Discover now