CAPITULO 1

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Cuando Avery y yo éramos pequeñas, nuestra madre no paraba de inventarse juegos.

El juego que les duró más tiempo se llamaba Tengo un secreto, porque nuestra madre decía que todo el mundo debería tener siempre almenos uno. Algunos días adivinaba los de Avery, otros no.

Jugaron cada semana hasta que uno de esos secretos, cuando Avery tenía 15 y yo 18, la llevó al hospital.

Nunca fuí buena en sus juegos, tampoco trataba de serlo, y mi madre me lo permitía. También jugué a ese juego, al del secreto. Pero hubo uno que nunca llegue a olvidar. « Tengo un secreto, un secreto sobre tú identidad. »

Mi madre era buena persona, nunca me cupo ninguna duda de ello, era una mujer servicial y amable, que siempre se había preocupado por sus hijas más que por ella misma.

– ¿Un día duro? – Preguntó Libby cuando mi hermana entró corriendo en el salón.

Libby era nuestra hermana, 4 años mayor que yo y 7 mayor que Avery, y demasiado empática para su desgracia... o la nuestra.

– Estoy bien. – Contestó Avery, supe que eso era mentira por la manera en la que su expresión se debatía en sí debía contarnos algo o no, decidió no hacerlo. – Me han dado buenas propinas esta tarde.

– ¿Como de buenas?– Pregunté, sabía perfectamente la respuesta, pero también sabía que era mejor prolongar el momento en el que Avery se diese cuenta de que nos rodeaban pastelitos de chocolate.

El estilo de Libby residía en un punto medio entre lo punk y lo gótico; pero, respecto a su personalidad, nuestra hermana era una eterna optimista.

Avery era distinta, era una chica simple y práctica, que apuraba lo suficiente para sacar dinero y sacar sobresalientes a la vez. Era una chica realista que gastaba sus mañanas jugando al ajedrez con un sin-techo llamado Harry en el parque.

Avery se encaminó a Libby y le puso un fajo de billetes de un dólar en la mano.

– Lo bastante buenas como para ayudaros a pagar el alquiler.

Libby intentó devolverle el dinero, pero Avery fue más rápida y se apartó antes de que pudiera hacerlo.

– Te tiraré el dinero encima. – Amenazó Libby con mucha seriedad.

Me hizo sonreír.

Avery se encogió de hombros. – Lo esquivaré.

–¡Eres imposible!– Libby se guardó el dinero a regañadientes, sacó un tarro de magdalenas y le dio una a Avery murmurando algo.

– Sí, señora. – Avery hizo el ademán de cogerla y en ese momento vi el cambio en su expresión. Se había dado cuenta de lo que ninguna de las dos queríamos que se diese cuenta. – Oh, no, Lib...

– No es lo que piensas. – Prometió nuestra hermana, en vano.

Libby hacía pastelitos cuando quería disculparse, cuando se sentía culpable por algo.

– ¿No es lo que pienso? – Repitió Avery en voz baja – Entonces, ¿No vuelve a mudarse aquí?

Su mirada se dirigió hacia mi pero no pude hacer nada más que esquivarla.

– Está vez será diferente – Aseguró Libby, negué con la cabeza, yo sabía que no, y ella en el fondo también lo sabia. – ¡Y los pastelitos son de chocolate!

Los favoritos de Avery.

– Nunca va a ser distinto. – Dijo fríamente Avery.

De haber sido capaz de hacérselo entender, ya lo habríamos conseguido hace tiempo.

Justo entonces entró tranquilamente el novio intermitente de Libby, que tenía especial afición por pegar puñetazos a las paredes en lugar de a Libby y luego vanagloriarse por ello.

– No me quedaré aquí si él está aquí. – Le dije a Libby, me miró abatida. – Avery, sabes dónde estaré, Libby, lo siento.

Cogí mis llaves, le dí un beso en la cabeza a mi hermana pequeña y me dirigí a la casa de la única persona de confianza que me quedaba aparte de mis hermanas. Ash.

Ashley era sin duda la mejor persona de este universo, tenia el pelo rubio y liso por los hombros y unas gafas bastante más grandes que su cara, pero le quedaban perfectamente bien.

La conocía del instituto, estuvo conmigo cuando mi madre murió, también cuando tuve que mudarme con Libby porque en el trabajo no me daba el dinero para poder pagar el alquiler, y desde que Drake se mudó a casa y pegó el primer puñetazo, me ofreció su hogar. Vivía sola y tenía espacio de sobras.

Cuando llegue, nada más verme supo lo que había pasado. –¿Ha vuelto?– Preguntó preocupada.

Asentí, y me lancé a sus brazos. Siempre olía a una mezcla perfecta entre canela y limón, fue reconfortante poder abrazarla de nuevo.
















No estoy a la altura de este libro ni de lejos, pero espero que os guste 😭🫶🏻

Lover - GRAYSON HAWTHORNE Where stories live. Discover now