Capítulo 3. Katsuki Bakugo

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Había que admitirlo. Era lindo. Mientras salía inevitablemente mis ojos se desviaron hacía su redondo y esponjoso trasero. Él debió sentirlo porque llevó ambas manos hacia sus perfectas pompas y casi corrió afuera. Yo solo pude reír.

Ese pequeño nerd. Recuerdo que cuando tenía 18, él era un niño gordinflón que comía por ansiedad, tal vez, no, muy seguramente lo molestaban en la escuela.

Tenía sentido que me tratara de manera hostil, no es que fuera un compañero muy agradable, pero en mi defensa, a mi hermano igual lo trataba como la mierda y él vivía conmigo.

En aquel tiempo solo quería deshacerme de ambos, ellos me seguían como si fueran sanguijuelas pegadas a mi espalda, detestaba tener que cuidar niños.

Mi personalidad siempre ha sido mala. No voy a negarlo.

Aún así, desde que tenía 17 siempre me han gustado los omegas lindos. Chicos y chicas, eso no importaba, mientras fueran lindos y amasables yo les decía lo que querían oír.

Izuku Midoriya se volvió, en estos últimos años, un omega lindo y amasable. Quizá no era tan delgado como todos los omegas con los que salí durante la universidad, algunos realmente eran esqueléticos, todos estaban convencidos de qué ser extremadamente delgados era atractivo, cada vez que decían cosas como:

—Solo ensalada por favor.

Me daban arcadas. Alimentarse como conejo para bajar de peso era enfermizo. A la gran mayoría les obsesionaba su peso. Leí en alguna parte que a los omegas masculinos, al igual que a las mujeres, les era muy difícil perder grasa pero maravillosamente fácil acumularla.

Un amigo omega me dijo una vez:

—Te tengo tanta envidia, yo subo de peso solo bebiendo agua, tú y el resto de los alfas pueden morirse.

Reí como nunca ese día.

Izuku no estaba gordo, pero tampoco era particularmente delgado. Tenía los muslos gruesos y el trasero paradito y grande. Las pantorrillas estaban bien formadas, me encantaría saber lo que es tener esas afelpadas piernas alrededor de mi cadera mientras lo penetro. Y su cintura, maldita sea mi calentura, su cintura era tan pequeña, tan pequeña y tan perfecta que llevaba un letrero que decía "agarre de aquí mientras me..."

¡Carajo!

Su rostro era la cosa más linda que había visto en mucho tiempo. Aún tenía un rostro de bebé, tierno y delicado, y sus pecas, sus lindas pecas resaltan sus preciosos ojos.

Era un idiota cuando tenía 18, de haber sabido que se pondría así de bueno en ese momento me lo abría amarrado a la espalda pero bueno, también tuve que pasar por algunas cosas para darme cuanta que era un verdadero patán.

No me siento nada orgulloso de decir que he tenido casi 27 relaciones y todas me han botado, a mi, no al revés. Las razones son muchas pero la gran mayoría coincidieron en que era un 'desconsiderado patán idiota'.

Parece ser que a las chicas no les gusta solo tener el título de novias para estar felices, debías complacerlas, salir con ellas y llenarlas de halagos o si no, automáticamente te convertirás en un imbécil.

En realidad no es que me importe, las chicas no son mi fuerte, me gustan las tetas grandes pero no lo suficiente como para soportar escenas en medio del centro comercial. Yo nunca le pedí a ninguna que saliera conmigo, ellas se autodenominaban mis novias ¿y qué muerto de hambre te rechaza un pedazo de carne?

Los chicos, esos sí que me volvían loco. Bajitos, de pelo corto y trasero esponjoso, esos si que me gustaban. Hace un par de años salí con el sueño de todo alfa gay. Rubio, ojos azules, más bajito que yo, y lo más caliente, una pequeña fresa de la clase alta, déspota e impetuoso.

Él no lo sabe, pero va a ser mi esposoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora