CAPÍTULO 19

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No entendía nada.

¿Mis padres me habían estado engañando todos estos últimos años? Pero, ¿por qué?

Si de verdad eran mis padres, aunque el nombre de mi madre sí que aparecía en el certificado de nacimiento. Sin embargo, el de mi padre...

No era idiota. Sabía lo que eso significaba, porque solamente había una razón posible: mi padre no era mi padre biológico.

Después de una noche entera de insomnio me negaba a decir que él no era mi verdadero padre, porque sí fue quien me crió y eso lo convertía en el verdadero. Sin embargo creerlo no hacía la verdad menos dolorosa.

Nunca me había parecido físicamente a él. A ninguno de los dos, en realidad, pero mucho menos a él. Pensé que, simplemente, había heredado los rasgos de mis abuelos, cuando en realidad quizás lo que ocurría es que me parecía a...

Apreté los puños en mis ojos, que escocían por culpa del cansancio, y traté de aclarar todas las ideas de mi mente.

¿Por qué decidieron ocultármelo durante diecisiete años, en lugar de decirme la verdad?

¿Quién era mi padre biológico entonces? ¿Y por qué nunca supe de él?

Allí, tumbada en la cama, todo parecía abrumarme. Cuando la realidad me golpeó al ver aquel papel pensé que lloraría, pero las lágrimas nunca terminaron de salir. Por muy fácil que me resultase en algunas ocasiones, aquella era tan inverosímil que... simplemente era duro de creer.

En su lugar sentí mucha rabia e impotencia. Muchos "por qué", que no tenían respuesta.

Detrás de mí, bajo las mantas, sentí el cuerpo de Lisa moverse. Eran más de las doce del mediodía, y me extrañaba que no se hubiese levantado antes a pedir algo de comer. Quizás estuviese intentando ser cuidadosa. Al fin y al cabo, ella había sido quien se había quedado recogiendo el cajón que desordenamos por la noche mientras yo huía a mi habitación sin poder creérmelo, y también quien entró en silencio y me abrazo en la cama, sin preguntar nada.

Guardé silencio mientras uno de sus brazos volvía a pasar por encima de mi cintura, justo como la noche anterior, y me atraía hacia su cuerpo.

Cerré los ojos cansados, tan solo unos segundos, disfrutando de su calor... Hasta que Lisa abrió la boca y dijo.

—Sé que no quieres escucharlo, pero deberías hablar con tus padres.

—Tienes razón, no quiero escucharlo.

Sabía que no tenía que contestarle así, y que estaba mal. No era su culpa lo que estaba pasando, pero algo en mí dolía mucho, al nivel de no querer escuchar la opinión de otra persona.

Ella lo entendió, y aunque esas habían sido sus únicas palabras en toda la noche, no insistió. En su lugar, su mano bajó un poco más por mi cintura, hasta llegar a la piel debajo de mi ombligo, y comenzó a hacer círculos a su alrededor.

Por primera vez en el último mes, o prácticamente desde que la conocía, eso no consiguió calentarme.

Definitivamente, mi mente había puesto una barrera a todo contacto físico y emocional. Y se lo agradecía muchísimo.

Antes de que continuase, me alejé de ella y prácticamente salté de la cama. Cuando me volví de nuevo, frotándome las manos, la encontré bastante confusa tirada entre las sábanas.

En realidad, era una imagen bastante interesante, porque Lisa dormía sin camiseta. Tenía la ropa de cama subida hasta la altura de las costillas, y estaba apoyada sobre uno de sus brazos. Me dejaba apreciar parte de su torso desnudo y de la musculatura flexionada, mientras el pelo revuelto le daba un aire un poco más aniñado.

La sexy chica invisible que duerme en mi cama | Jenlisa G!PWhere stories live. Discover now