13 | Nicolás Flamel

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Nicolás Flamel

Dumbledore había convencido a los mellizos de que no buscaran otra vez el espejo de Oesed, y durante el resto de las vacaciones de Navidad la capa invisible permaneció doblada en el fondo del baúl de Harry.

Harry deseaba poder olvidar lo que había visto en el espejo, pero no pudo. Comenzó a tener pesadillas. Una y otra vez, soñaba que sus padres desaparecían en un rayo de luz verde, mientras una voz aguda se reía.

—¿Te das cuenta? Dumbledore tenía razón. Ese espejo te puede volver loco —dijo Ron, cuando Harry le contó sus sueños.

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Hermione, que volvió el día anterior al comienzo de las clases, consideró las cosas de otra manera. Estaba dividida entre el horror de la idea de los mellizos vagando por el colegio tres noches seguidas («¡Si Filch los hubiera atrapado!») y desilusionada porque finalmente no hubieran descubierto quién era Nicolás Flamel.

Ya casi habían abandonado la esperanza de descubrir a Flamel en un libro de la biblioteca, aunque Lissa estaba segura de haber leído el nombre en algún lado. Cuando empezaron las clases, volvieron a buscar en los libros durante diez minutos durante los recreos. Harry y Lissa tenían menos tiempo que ellos, porque los entrenamientos de quidditch habían comenzado también.

Wood los hacía trabajar más duramente que nunca. Ni siquiera la lluvia constante que había reemplazado a la nieve podía doblegar su ánimo. Los Weasley se quejaban de que Wood se había convertido en un fanático.

Si ganaban el próximo partido contra Hufflepuff, podrían alcanzar a Slytherin en el campeonato de las casas, por primera vez en siete años. Además de que deseaban ganar, Harry descubrió que tenía menos pesadillas cuando estaba cansado por el ejercicio.

Entonces, durante un entrenamiento en un día especialmente húmedo y lleno de barro, Wood les dio una mala noticia. Se había enfadado mucho con los Weasley, que se tiraban en picado y fingían caerse de las escobas.

—¡Dejen de hacer tonterías! —gritó—. ¡Ésas son exactamente las cosas que nos harán perder el partido! ¡Esta vez el árbitro será Snape, y buscará cualquier excusa para quitar puntos a Gryffindor!

George Weasley, al oír esas palabras, casi se cayó de verdad de su escoba.

—¿Snape va a ser el árbitro? —Escupió un puñado de barro—. ¿Cuándo ha sido árbitro en un partido de quidditch? No será imparcial, si nosotros podemos sobrepasar a Slytherin.

El resto del equipo se acercó a George para quejarse.

—No es culpa mía —dijo Wood—. Lo que tenemos que hacer es estar seguros de jugar limpio, así no le daremos excusa a Snape para marcarnos faltas.

Los demás jugadores se quedaron, como siempre, para charlar entre ellos al finalizar el entrenamiento, pero los mellizos se dirigieron directamente a la sala común de Gryffindor, donde encontraron a Ron y Hermione jugando al ajedrez. El ajedrez era la única cosa a la que Hermione había perdido, algo que Lissa, Harry y Ron consideraban muy beneficioso para ella.

—No me hablen durante un momento —dijo Ron, cuando Harry se sentó al lado—. Necesito conocen... —vio el rostro de Harry. Luego el de Lissa—. ¿Qué les sucede? Tienen una cara terrible.

En tono bajo, para que nadie más los oyera, los mellizos les explicaron el súbito y siniestro deseo de Snape de ser árbitro de quidditch.

—No jueguen —dijo de inmediato, Hermione.

LISSA POTTERWhere stories live. Discover now