XI

5 1 0
                                    

   ¿Sería el fin de todo? ¿Acabaría allí? ¿Así? ¿No habría más?
   No, claro que no.
   Por fin, Danna abrió sus ojos, mas no podía hablar, moverse aún menos, hasta el punto de que respirar requiriera de un esfuerzo que conllevara plantearse si realmente era necesario.
   No era consciente de lo que estaba pasando, pero todo lo que pensara la llevaba al mismo punto.
   << ¿Estoy viva?>>
   Sin levantarse, pues no tenía la fuerza suficiente para hacerlo, se dedicó a observar el panorama que la rodeaba. No se encontraba en el lugar que creyó fallecer, pero tampoco parecía estar lejos. Esta vez, un caudaloso río fluía a su lado, mientras que el enternecedor canto de las aves embellecía el ambiente, sumando que tenues rayos de sol se escabullían entre las hojas de los árboles más bajos, que vestían un vivo follaje verde.
   No parecía aquel oscuro bosque donde había sido sentenciada su muerte.
   Pero por alguna razón, no sintió paz. Se sumió a merced de la preocupación, acompañada del desconcierto y la desesperación, provocando que, sin pensarlo mucho, corriera a donde sus pies fueran capaces de llevarla.
   El alegre canto de las aves ya parecía molesto, tal vez, más distorsionado; mientras que cada segundo el ambiente perdía claridad y se tornaba más oscuro. El río cristalino que antes fluía a su lado no era excepto, había comenzado a tomar un color rojizo, poco habitual. Aquella fachada de paz había sido derrumbada, dejando no más que la pesadilla de cualquier ser que contara con sus cinco sentidos. Tal era la imagen, que muchos creerían que el rapto había sido hecho y, sin remedio, habría quedado en aquel infierno.
   Los árboles, antes verdes y frondosos, daban la impresión de que altas columnas de fuego se alzaban en aquel bosque y que pronto terminaría por consumirse todo. Los animales perecían incapaces de siquiera tomar aliento, agotados y dispuestos a que sus cuerpos fueran descompuestos hasta que gusanos consumieran sus pieles.
   Nunca se detuvo de correr, temía que, si lo hacía, terminaría igual que aquellos inocentes a su alrededor y que aquellas candentes llamas de fuego la alcanzarían hasta carbonizar totalmente su organismo. Aunque tal vez, sabía que por más que lo intentara, que por más rápidos que fueran sus pies, que por mucha que sea su voluntad para seguir o su miedo, no había otro destino, tal vez, solo tal vez, pareció entenderlo. Cada vez perdía mayor velocidad, comenzaba a fatigar, sudar y agotar sus músculos.
   —Adam…—nombró, necesitada de una respiración estable— Hermano, te fallé, no pude encontrarte.
   Tales palabras significarían las últimas. Entre sollozos y llantos, no tardó su pronto estado de inconciencia. Escasa de fuerzas, agachó su cabeza, recostándola al suelo, y como intento de apreciar su tiempo, no cerró sus ojos hasta que, sin más remedio, sus párpados se sumieron al descanso, probablemente eterno.
   
                              ( · · · )
  
   —Despierta…
   Y abrió sus ojos.
   No creyó posible su estado vital. Por más veces que tomó su pulso, el mismo siendo constante, o intentó pellizcarse, sintiendo dolor, solo le mostraba que aún no perecía. Mas no cualquier día se muere más de una vez.
   Observando a su alrededor, se percató de que por mucho que quisiera asemejar un ambiente a otro, siempre sería distinto. Esta vez, se encontraba recostada sobre el porche de una cabaña, totalmente desconocida para ella, significando el centro de atención para un pequeño número de personas, quienes al notar que comenzaba a abrir sus ojos, se apartaron unos pasos, sin dejar de alumbrar con sus linternas.
   —¿Quién eres? —preguntó una señora, con sus apenas cuarenta y tantos años.
    No respondió, sino que, al notar la continuidad de aquella noche oscura, incapaz la luna de aliviar y que por segundo aumentaba la cantidad de espectadores a su alrededor, muchos de ellos con miradas de compasión y murmurando: “¿Qué le habrá pasado? “Debe venir de muy lejos, no es normal gente nueva por aquí” “Deberíamos escondernos pronto”, mantuvo silencio unos segundos y preguntó con cuidado:
      —¿Qué hora es?
   Nunca supo si fue su extraña presencia en aquel pueblo, la respuesta que llevaría tal pregunta o el fuerte ruido del contonear de los árboles y el suelo, que provocó que todas aquellas expresiones se tornaran en asombro y miedo. No fueron más que segundos para que Danna, ignorante de lo que sucedía, quedara sola.
   <<Solos nacimos, solos morimos>>
   Todos quedaron bajo el resguardo de sus cabañas, azotando las puertas al cerrarlas, seguramente asegurando no demorar en tal acción. No demoró mucho en escucharse el brusco movimiento de la ventana que brindaba una vista a Danna, seguido de un regaño a susurros a quien parecía ser un niño curioso.
   Los intimidantes temblores nunca cesaron, sino que cada vez parecían acercarse más. Entonces, sin más remedio, recordó aquellas múltiples ocasiones en que se encontraba frente a la misma situación, ninguna en que no significara protagonista su tan extraño amigo: La Bestia.
   —Por favor, alguien ayúdeme.
   Todo parecía bien, mas sus extremidades no cumplían con su labor. Podía esforzarse, aún con sus inexistentes fuerzas, pero no lograba más que levantar su cuerpo unos milímetros del suelo hasta caer otra vez. Ya comenzaba a sentir la inevitable desesperación al pensar como terminaría su vida a causa de aquel ser inhumano, un poco apaciguada al entender que no sería la primera vez.
   No se percató que, en una de las cabañas de la cercanía, tras el mirador de la puerta, se mantenía escondida una joven, quien, como factor sorpresa para todos, no dudo al abrir su puerta y correr hasta el lugar donde Danna rogaba ser salvada. Esta, al observar como aquella joven, quien nunca dejó mostrar su rostro, que con evidente valentía y sentido humano sujetaba sus brazos intentando arrastrarla, luego de confirmar que levantarla sería en vano, ofrecía sus mayores esfuerzos para gatear con sus pies, así proporcionando impulso. Había logrado su cometido hasta dejarla escalones más abajo del porche cuando ambas divisaron a lo lejos, donde la luz ya era capaz de iluminar, fuera del bosque, como un ende de extraña constitución se acercaba con lentitud hasta ellas.
   Era la Bestia.
   Danna recordó cada una de las veces que esto había sucedido, cada persona que sacrificó su vida por salvar la suya, cada acción, cada palabra…
   —Vete—sollozó, cerrando sus ojos hasta formar pequeñas arrugas, con el vano intento de no llorar. Aquella joven parecía no escuchar, y si lo había hecho, parecía no importarle—¡Vete! … Por favor.
   Esta vez se detuvo. No dijo nada, solo dejó de sostener sus brazos y dejó a Danna caer sobre su espalda.
   —Gracias por la ayuda, pero es mejor que te salves tú, yo no lo merezco, por mí murieron muchas personas y…
   —¿Gracias? —preguntó confusa, girando su rostro hasta Danna, por fin mostrando sus ojos, ambos de diferente color—¿Acaso no conoces nada de la Bestia? ¿De este pueblo? Nunca he intentado salvarte, en realidad solo te he ofrecido a la Bestia. Hoy nos tocaba morir a muchos, pero por fin volviste, tú, la heredera del bosque… No espero que me perdones, ya me he perdonado la vida.
   No dijo más, simplemente se alejó a pasos apresurados, casi de a brinquitos.
   Mientras, Danna no entendía la situación. Creía conocer todo sobre la Bestia, a su vez, pensaba que no tenía fundamento o historia, que sería como cualquier animal que cazaba para sobrevivir. No concebía la idea de haber sido llamada heredera, mas, al pensar en todas aquellas voces que la atraían a la oscuridad del bosque, cuales nadie más escuchaba o aparentaban no escuchar, comenzó a replantear muchas cosas.
   Pero era muy tarde. La Bestia se alzaba frente a ella, pareciéndole esta vez más alta, fácilmente llegando a tres metros, con sus garras brillando a causas de las luces, su rostro en completa deformidad y el rancio olor que emanaba. Sin embargo, nunca atacó, ni siquiera intentó acercarse más que los dos metros que los separaban. Solo estuvo allí, tranquilo.
   —¿Qué quieres? —preguntó Danna entre llantos, escasa de aliento. Mas al notar que esta no respondía, a sabiendas de que sería así, reiteró su interrogante—¡¿Qué quieres de mí?!
   Espero el momento en que alguna palabra fuera brindada por parte de aquella Bestia, sin embargo, nunca llegó por parte de la Bestia. Realmente, Danna nunca estuvo preparada, y probablemente nunca lo estaría, para afrontar tal situación. No sabría si gritar, llorar, intentar defenderse o alejarse, preguntar hasta ser respondida… Nunca.
   —Por favor…—susurró entre sollozos, mirando hasta el punto exacto donde se encontraría los ojos de la Bestia, si los tuviera, como si esto lograra calmarla un poco—Si vas a arrebatarme la vida hoy, bajo la melancólica luz de las estrellas, a expensas de que mi alma se debata a donde ir… Por favor, no te detengas, ni demores. No te tomes el tiempo de extender mi sufrimiento, no huiré—mientras decía estas palabras, dejó relajar sus músculos hasta que su cuerpo cayese, sintiendo como el frío del suelo rozaba su piel y pinchaba por las pequeñas piedras.
   —Danna… ¿Acaso no me reconoces? ¿Por qué repites una y otra vez esas cosas?
   No había sido la Bestia quien habló, sino que una silueta oscura, de forma más humana, se había escondido tras esta por un tiempo inexacto. No demoró mucho en acercarse a Danna, aún de rostro borroso, se inclinó sobre su rodilla para una vista más próxima a la joven.
   —¿Adam?
   En el momento en que la luz iluminó aquella silueta oscura, en previos momentos desconocida, resultó conveniente el derrame de algunas pequeñas saladas por las mejillas de la más joven. Aprovechando la fuerza de sus brazos, probó acercar la yema de sus dedos hasta aquel rostro, sin creer que en realidad era su hermano quien se encontraba frente a ella. Este, consciente del caos que acababa de crear con sus emociones, dejó que palpara con sus dedos sus mejillas, recorriendo toda su cara hasta terminar sintiendo una leve presión sobre el párpado de sus ojos. Luego, mostrando una sonrisa, invitando a la calma, acomodó el cuerpo de la joven sobre el suelo en la posición más conveniente para levantarla, hasta dejarla apoyada en sus propios pies, sosteniéndose a Adam como bastón.
   —¿Qué haces aquí? —preguntó, manteniendo su semblante amable, mas, este comenzaba a demostrar cambios.
   Danna demoró en mostrar atención, se mantuvo cabizbaja, al parecer, esperando alguna explicación.
   —Hermanita… ¿No piensas responder? —insistió— No le gusta esperar, mucho menos las personas insolentes.
   Esta vez, Danna levantó su cabeza sin revuelos. Cada músculo de su cuerpo se tensó, ahora su hermano, o quien parecía ser, no ocultaba aquella sonrisa ladina, sádica y demoniaca que acompañaba tal mirada perdida. Otra vez cambió su vista hasta la Bestia, quien aún no hacía más que mantenerse en su lugar, estática.
   —¿Qué pasa? ¿Ya no me quieres? —los intentos de Danna por zafarse de Adam comenzaban a empeorar la situación, pues con cada intento, en su totalidad fallidos, el agarre se intensificaba más.
   —Suéltame—pidió llorosa, sin mucho tiempo a que el pánico la invadiera. Mas, al no ser obedecida, alzó su tono, reclamando—¡Maldita sea, dije que me soltaras!
   Adam no mostró emoción ante aquel grito, sino que comenzó a adelantar sus pasos hacia la Bestia, aún con Danna sujeta. Con cada paso, su sonrisa de volvía más expresiva, a diferencia de Danna, quien había dejado de llorar para dedicar sus fuerzas a su respiración, que cada se volvía más complicada.
   —Adam, estuve buscándote tanto tiempo, en casa te extrañamos, por favor no me hagas esto y vuelve, a tu casa, con nosotros…
   —¿A Casa? ¿Mi casa? —sus pasos se detuvieron mientras elaboró la pregunta. Dirigió su rostro hasta chocar con la mirada atemorizada de Danna y, logrando llevar a su hermana hasta el tope del terror, mostró como su mirada se volvía más turbia, una mezcla de enojo, dolor, abandono, angustia y, como último recurso para lidiar con cada uno, egocentrismo—¿Cómo puedes llamarle casa? ¿Crees que decidí venir a este maldito lugar por un trabajo mal pagado y un poco de dinero?
   —¿Y entonces por qué lo hiciste?
   Al escuchar su pregunta, emitió una risa sin gracia, burlándose de ella y, de alguna forma, de él mismo—¡Claro! La niña de la casa no lo sabe, porque ella nunca supo que es ser una basura para la familia, solo una decepción más—sus ojos por momentos parecieron aguarse, pero nunca llegaron a ser más que eso. A su vez, su voz se distorsionó, volviéndose más fuerte e intimidante—¿Sabes que hacía yo mientras tú simplemente dormías tranquilamente, comías una comida que al final ni habías trabajado y veías tu canal favorito de televisión hasta altas horas de la noche? No, claro que no… La favorita no puede saberlo, porque mientras disfrutabas de cada comodidad y cada mimo, ¿Qué crees que hacía yo?
   Danna, sin entender aquello, tomó aliento para formular otra pregunta, pues no le parecía más que alguna demencia acumulada en el tiempo, que, por no haber sido desahogada antes, había crecido semejante a un enorme baobab.
   —Desde que naciste, todos mis días se volvieron un martirio cada vez más intenso—sin mucho rodeo, tomó el mentón de Danna entre sus manos, así obligando a que ambas miradas se mantuvieran juntas—¿Alguna vez imaginaste ser un sujeto de prueba? Créeme, no es nada agradable—afirmó, gesticulando una mueca de desagrado para luego liberar a su hermana.
   La misma, al escuchar tal pregunta, observó de cabeza a pies y viceversa la delgada anatomía de Adam. Dudó de sus palabras al no encontrar alguna mínima cicatriz. Consecuente a esto, aún sin estar de acuerdo consigo misma, se aproximó a él y tomó entre su puño uno de los extremos de la manga de su camisa, con la intención de levantarla, pero quedó entre sus dedos un trozo polvoriento de tela al haber retrocedido el mayor.
   Este, ante tal acto, sonó una risa corta, observando con burla su camisa.
   —La verdad sabía que no era ropa nueva, pero no esperaba que estuviera en tan mal estado.
   Luego, detalló el rostro de Danna por unos segundos, tomándose el tiempo de esperar alguna reacción que pudiera agradarle.
   —Adam, no sé qué haya sucedido, pero…
   —Pero estoy dispuesta a que todo eso cambie, te extrañamos por casa, te quiero hermanito, ñiñiñi—ridiculizó con voz chillona—¿Qué? ¿No era eso? —inquirió esta vez, en su tono neutro, pues Danna pareció desentenderse de sus palabras. Nuevamente volvió a la burla—¡Ja! Ya ni siquiera te tomas el tiempo de decirme cuanto me quieres, pero te entiendo, ¿Quién querría a una escoria, un mugriento bicho? —escupió con asco.
   No demoró en sujetarla del antebrazo y arrastrarla con brusquedad hasta las raíces salientes del árbol central del pequeño pueblo, liberándola con tal fuerza para dejarla caer al suelo. Aún adolorida, hizo el intento por levantarse, pero una ágil patada en el rostro se lo prohibió.
   —Por favor, ya ríndete, no te queda más que aceptar tu muerte.
   Cada palabra convencía aún más a la joven que no le quedaba mejor y más cercano destino que la muerte, así, se motivaba a ceder.
   Una de sus manos se dirigió hasta su nariz que, por el choque brusco de la bota de Adam, sangraba, manchando piel y tela a su paso. De forma instantánea, esto comenzó a alarmarla, mas no tardaría en sumirse en un estado de inconsciencia. Sabía que allí perecería, tal vez no por desangramiento, tal vez no por descuidar sus necesidades, tal vez, solo tal vez, perecería a manos de su hermano. No faltaría mucho para que bajo aquel sombrío árbol quedara solo un cuerpo inerte, sin consciencia, sin vida, y sin esperar que se le fuera preguntando, brindó sus últimas palabras.
   Entre tantas cosas que pudieron haber sido dichas en ese momento, desde un te quiero hasta un te odio, solo hubo algo que llamó su atención.
   —¿Por qué?

You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: Jul 16, 2023 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

EL PUEBLO DE LA BESTIA©Where stories live. Discover now