Capítulo 4: Un color especial

99 12 40
                                    


Sevilla, capital de Andalucía y hogar de importantes procesiones, así como celebraciones como la Feria de Abril o hermosos edificios como la Giralda. Los enormes edificios le daban la apariencia de gran ciudad e importante centro de negocios. También estaban a la altura perfecta para balancearse cómodamente.

Una figura cruzaba rápidamente la ciudad, balanceándose grácilmente mientras hacía acrobacias. Varga cruzaba las calles con rapidez, usando sus movimientos para sortear edificios y obstáculos de obras hasta aterrizar en la azotea de un edificio de oficinas. No era tan distinto a Nueva York, casi se sentía en casa.

– ¡Aaaah! – un golpe seco sonó justo debajo de él. Varga se asomó, viendo a una figura con sudadera amarilla estampada en el cristal como si fuese un mosquito contra el parabrisas.

Sí, aquello era como su hogar, salvo que allí no tenía una heroína arácnida adolescente de la que cuidar.

– ¿Estás bien?

– Mmmf. – le respondió Sara, levantando el pulgar aún pegada al cristal blindado.

Varga suspiró, lanzando una telaraña hacia la chica para subirla de un tirón a la azotea. La chica cayó de espaldas, mirando al cielo. Varga se acercó a ella, tapando el sol con su figura.

– ¿Qué demonios te ha pasado ahí?

Sara se incorporó gruñendo. – Son estas estúpidas cosas, no estoy acostumbrada.

Sara miró sus muñecas, revisando unos pequeños aparatos que llevaba debajo del traje. Eran sus propios lanzatelarañas, fabricados por Varga mientras ella estaba inconsciente. Para su desgracia, descubrió que balancearse con su hacha era radicalmente distinto a balancearse con esos aparatos.

– Es que... todo cambia. El peso, la inercia. Con el hacha es mucho más distinto.

– Lo sé, pero tienes que aprender a usar el lanzatelarañas.

– ¿Porqué? – preguntó Sara molesta.

– Es mucho mejor para moverte por sitios estrechos, además de que permite un mejor tiempo de reacción.

Sara gruñó, sabía que él llevaba razón, pero no le gustaba admitirlo.

– No entiendo que estamos haciendo. Pensaba que ibas a enseñarme trucos guays de Spider-Man.

– Y voy a hacerlo, cuándo aprendas a balancearte. – Varga dio un salto, colocándose en el borde del edificio. – Lo raro es no haber encontrado todavía al Tótem.

Sara se colocó a su lado, sentándose con los pies colgando. – ¿Crees que hemos llegado tarde?

Varga pensó en esa posibilidad, pero quería mantener la esperanza. Si él no creía, entonces ya había perdido la batalla.

– No, no hemos llegado tarde. Es más, creo que hemos llegado antes que cualquier Heredero. Tenemos que encontrar al Tótem.

– Pues el Tótem debe ser un vago de narices, llevamos dos horas en este mundo y aún no lo hemos encontrado. – Sara se tumbó en la azotea, resoplando. – Y encima esto es aburrido.

Varga la miró, con los ojos de su máscara expandiéndose acentuando su sorpresa.

– ¿Aburrido? Has saltado no por una, sino por dos Tierras alternativas. Estamos participando en un evento extraordinario, la prueba viva de que el viaje entre mundos mediante medios tecnológicos es posible. Incluso podría hacerle ingeniería inversa al aparato de Superior y descifrar...

Sara hizo un sonoro ronquido, interrumpiendo las divagaciones de Varga. Esa cría... Varga sonrió. – Entonces, ¿quieres entrenar?

Sara se incorporó de inmediato. – ¡Sí! ¡Eso ya me gusta más!

Immortal Spider-ManWhere stories live. Discover now