16: Visita al hospital.

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Angelina

Llevaba unos días escabulléndome con Samuel en la hora del descanso. No es como si hiciéramos algo malo, pero nos divertía. Era como jugar a las escondidas.

Mientras merendábamos, no podía evitar juguetear un poco con mi pelo. Llevaba muchos años haciéndome alisados, pero me había cansado y quería volver a tener mis rulos. Así que, últimamente me tardaba muchísimo en el baño ya que estaba como boluda intentando armarlos de manera natural y no con calor. Afortunadamente tenía buenos resultados, ya que se me armaban unas varias ondas sutiles y me encantaba.

—Ya tengo varios pacientes.—Le conté, mientras le daba un bocado a mi barrita de cereal. Como últimamente andaba medio corta de dinero, había empezado a ejercer psicología clínica.

—¿Los conseguiste fácil?

—Si. Me asustaba un poco dar consulta, pero no es tan difícil como creía. Creo que me había estado haciendo la cabeza al cuete y me alegra haberlo intentado.

—Que bueno que le hayas dado una oportunidad.

Le dediqué una sonrisa. Me ponía orgullosa por lo que estaba logrando en mi vida y saber que tenía al lado a alguien tan genial como Samuel que me apoyaba en todo, me hacía sentir aún más realizada.

—Le conté a mis padres que sos mi jefe.—Él me miró curioso.—Mi mamá por poco nos estaba casando ya. Te quiere mucho.

—Decile que yo también la quiero y que la voy a ir a visitar pronto.

—Está bien, se lo diré. ¿Cómo anda tu familia? También me gustaría ir a visitarlos.—Sonreí al pensar en ellos. —Me acuerdo que fueron muy buenos conmigo cuando éramos pareja.

—Creo que tendrás que esperar un poco. Mi mamá sigue en el hospital.

—¿No se puede ir a visitarla?

—Si. Mañana me toca hacerle compañía a mí en la noche.—Hicimos contacto visual.— ¿querés acompañarme?

Se solían turnear con el resto de su familia para que su mamá no se encuentre sola nunca.

—Claro.

(...)

Al día siguiente, nos encontrábamos en el hospital, sentados en un sillón para dos personas que estaba en la habitación de su madre. Hasta recién había estado charlando con nosotros y estaba contenta de volver a verme después de tantos años. Habló de que había crecido muy bien y me felicitó por ser una mujer adulta e independiente y luego de un rato hablando entre los tres, se quedó dormida en su cama.

Samuel, a mi lado, estaba cabeceando en su lugar.

—¿Estás cansado?—Le pregunté. Tenía unas pequeñas ojeras debajo de sus ojos.

—Algo. Tuve que madrugar por una reunión de negocios.

—¿Por qué no descansas un poco?—Le ofrecí con una pequeña sonrisa, mientras me levantaba de mi lugar. Si seguía en un lugar tan cómodo y con él dormido a mi lado, yo también me dormiría.—Si se despierta, yo la atiendo.

—Gracias, Lina.

Luego de unos minutos, me encontraba sentada en una silla con un libro en mis manos. Constantemente miraba a la madre de Samuel y también a él, cerciorándome de que estuvieran descansando bien.

Esperaba que se mejorara pronto. Si bien el castaño se preocupaba mucho por su madre ya que no había dudado en viajar hacia acá por ella, mantenía una actitud madura y confianzuda de que se mejoraría sin duda alguna.

Su mamá se despertó, así que dejé el libro a un lado.

—¿Todo bien? ¿Necesita algo?

—Si, estoy bien.

—Samu se quedó dormido, pero puedo despertarlo.

—No hace falta, Angie.

—Entiendo.—Me quedé a su lado, sentada en mi lugar. Ella tenía la mirada perdida, mientras estaba inmersa en su pensamientos.

—Es un alivio saber que mi hijo está en buenas manos.—Comentó, luego de un rato en un silencio cómodo.—Si me pasa algo, cuídalo mucho, por favor.

Le sonreí de manera empática.

—Claro, pero estoy segura de que va a mejorar. Los doctores dijeron que hay muchas probabilidades de que lo haga.

—Sos una chica muy buena.—Me sonrió de lado. Hacía las mismas expresiones faciales que su hijo.—Gracias por venir a verme.

—Gracias a usted por recibirme tan bien.

Nos sonreímos.

Quería alegrarle el día de alguna manera, así que luego de pensar en alguna anécdota graciosa, empecé a relatarle las bromas que su hijo le hacía a nuestro compañero Hank. Para cuando el castaño se despertó luego de un rato largo, nosotras estábamos riéndonos mientras hablábamos de cualquier tontera. Para cuando nos teníamos que ir porque venía la hermana de Samuel a cuidarla y no podíamos estar muchas personas en la habitación, Samuel se ofreció a llevarme a casa.

—Gracias por acompañarme.—Agradeció risueño, a lo que luego de sacarme el cinturón, me incliné hacia él para abrazarlo. Capaz no era un lugar muy cómodo para hacerlo, pero no lo había podido evitar.

Estaría a su lado y lo cuidaría, independientemente de si su mamá mejoraba o empeoraba. Me lo había pedido, y pensaba cumplirlo a toda costa.

bromas y amores dulcesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora