Barbie

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Se acercaban los días de verano y dentro de poco el cumpleaños de mi hija.

Ella, de tan solo seis años de edad, me había pedido una muñeca de regalo, y aunque estuviera corta de dinero le había prometido que le compraría una.

Su padre había desaparecido en el momento en que ella nació, y yo la había criado hasta el momento, luchando contra todo por ella.

Deslicé una de mis manos por mi cabello castaño, sabiendo que sería difícil cumplir con mi promesa. Las muñecas eran caras y el dinero de suerte nos alcanzaba para la comida, ropa y algunas comodidades, pero intentaría conseguir una.

Volví a casa después de terminar mi turno en el quiosco. Ya eran las seis de la tarde.

Cuando estuve a punto de cruzar la calle, un coche pasó muy rápido delante de mí, sin percatarse de mi presencia, y casi me atropella.

—Maldito estúpido —insulté entre dientes mientras seguí mi camino con cautela. En la vereda de enfrente, hacia dónde me dirigía, vi un local vagamente iluminado. —Venta de garaje... —leí en voz alta el cartel sobre el mismo e hice una pausa para pensar. —Bueno, tal vez encuentre algo allí.

Caminé rápidamente, no sin antes mirar hacia ambos lados otra vez, y apuré el paso hasta que me encontré frente a la venta de garaje, la misma dejaba ver su interior, a través del cristal de sus puertas y ventanas, y estaba lleno de objetos de todos los tamaños, algunos eran juguetes y se encontraban dentro de sus respectivas cajas.

Una sonrisa iluminó mi rostro. Tal vez podría encontrar una muñeca para mi hija.

Abrí la puerta, entré en el espacio y sonó una campana sobre mi cabeza. 

Observé el interior un poco aturdida, había mucho por ver y no tenía demasiado tiempo. 

Un gato gris se acercó a mí y rozó mis piernas, dándome la bienvenida, y luego volvió a desaparecer entre las cajas de los estantes.

Sonreí por el felino y comencé a caminar hacia el interior del lugar, seguía sin ver al dueño y decidí mirar los objetos que se encontraban por todos lados, colgados por las paredes, sobre cajas y/o estantes.

Había pequeñas farolas de decoración, viejos cuadros, lámparas de cera, barcos dentro de botellas de vidrio, ropa, peluches, cuadernos de estudio llenos de hojas escritas, libros viejos, y dentro de todo aquello encontré lo que buscaba... una muñeca.

Me acerqué con la esperanza inundando mi pecho y agarré la caja para mirarla de cerca. Era una de las primeras Barbie que habían salido al mercado, décadas atrás. 

Afortunadamente se encontraba en buen estado dentro del paquete en el cual había sido vendida. No tenía ninguna imperfección. Ni uso.

—Buenas tardes —dijo una voz detrás de mí, sobresaltándome. No la había oído acercarse. Era una mujer de edad avanzada, llevaba una caja grande entre sus brazos, y la pequeña sonrisa que esbozaba le arrugó las esquinas de sus ojos. Observó el paquete en mi mano con curiosidad y preguntó: 

—¿Va a llevarlo?

—Sí. ¿Cuánto vale? —pregunté enérgicamente, aunque por dentro me entristeció la idea de que valiera mucho dinero, ya que era una de las primeras que habían salido a la venta.

Rió bajito mientras dejaba su caja sobre otras, luego acomodó los mechones de pelo canoso, los cuales cayeron sobre su frente y ojos, deslizando sus manos por el mismo, y manteniendo una sonrisa en su rostro.

—La edad... —murmuró y rió otro poco, haciendo que se me escapara una sonrisa. —A uno se le olvidan las cosas —continuó. Sacó un par de libros del interior de la caja que había llevado entre sus brazos y los colocó en la estantería frente a nosotras. —No recuerdo el precio, creo que lo escribí en la parte de atrás.

Relatos de terror y suspenso ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora