Zayn

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Ser parte de la familia Malik, era un gran privilegio para muchas personas. Claro que estas personas, no sabían lo qué pasaba dentro de esa gran casa.

El pequeño Zayn, era hijo único del matrimonio y durante sus primeros cuatro años de vida, fue el niño más feliz.

Hasta la primera discusión.

Él no entendía por qué su mami siempre le gritaba a su papi cuando éste llegaba del trabajo, o por qué cuando salían de paseo cada domingo, siempre terminaba él en la casa de su abuelita. Aún así, su padre nunca cambió su relación con su hijo, siempre le decía lo mucho que lo amaba y que a pesar de todo, siempre lo iba a apoyar.

Dos años después, ya no quería más a su mami cerca de él. Y es que él no lograba entender, por qué siempre era ella la que le reclamaba por todo a su papi, ella siempre estaba enojada, le gritaba y le hacía sentir mucho enojo, su cuidadora, era quien lo ayudaba con eso.

— No deberías arrugar tu frente todo el tiempo, Zaynie — sonrió Joana al ver al pequeño niño, dando vueltas alrededor de su cama.

— Es que es ella Joanita, ella hace que me enoje.

— ¿Qué te ha hecho esta vez?

— Ella dijo: “Lávate las manos antes de comer, Zayn”. Pero yo ya sé eso, mi maestra dice, que si no me lavo las manos antes de comer, mi pancita puede doler después y yo no quiero eso.

— Lo dice porque es tu madre y se preocupa por ti, cariño.

— Pero es que tú no entiendes — respondió sonrojándose por como le había dicho Joana — Ella sabe que yo sé, porque yo le conté cuando aprendí eso. Y ella solo lo hace para molestarme.

— Lo hace porque te ama, así como te ama tu papi y te amo yo.

— No digas esas cosas que haces que mis cachetes se pongan rojitos — se sentó en su cama — Extraño a mi mami de antes, ¿a dónde crees que se haya ido?

— Ella sigue ahí, Zaynie  — acarició su cabello suavemente para reconfortarlo — Solo, tienes que ser paciente.

— Siempre dices eso, pero ella nunca es como antes — se limpió la primera lágrima que bajó por su mejilla — Y yo siempre la extraño.

— Algún día, cuando seas más grande, entenderás mejor las cosas — lo tomó del rostro para que la mirara fijamente — Ahora, tenemos tarea que hacer, ¿no es así?

— Mhm, carta a papá.

— ¿No quisieras hacerla esta vez para mami?

— No, ella la va a tirar como la última vez — respondió sacando un cuaderno de su mochila — Y me dolió mi pechito cuando ví mi carta en la basura, no quiero volver a sentir eso. Mi maestra dice: “Los niños como ustedes, no deberían llorar porque son muy lindos”, y yo ya no quiero llorar más por mamá.

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Con el paso de los años, Zayn dejó de ser ese niño que siempre sonreía, que le encantaba salir a jugar al jardín o al parque con sus amiguitos. Nunca logró comprender a qué se refería Joana cuando le decía que entendería cuando fuera grande.

Dos años después de que cumpliera siete, Joana dejó de trabajar en la residencia Malik, para seguir estudiando; después de todo, cuidar del pequeño Zayn, fue solo un trabajo que la ayudó a poder pagarse sus estudios y por mucho que le doliera dejar al pequeño, no podía seguir con ello.

Siempre se consideró un niño solitario después de que sus papás comenzaron a discutir. Tuvo un único amigo llamado Harry; los dos estudiaron una Licenciatura en Medicina y por obvias razones, se graduaron juntos. A los 25 años, tal vez con un poco de ayuda de sus maestros, tenían los mejores puestos dentro del Hospital Monte Sinaí, de la ciudad de New York.

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