Capítulo 13

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El fuego de la chimenea crepita frente mí con fuerza. Hace apenas unos minutos Mia me ha ordenado que agregara un tronco grande a las llamas para que el fuego y el calor duren toda la noche, y ahora este alimenta el despliegue de colores  frente a  mí. Es grandioso y hermoso.

Miro hacia atrás, por sobre mi hombro, para ver si Mia sigue afuera o ha entrado sin que yo lo note, pero no le veo dentro de la cabaña, así que asumo que está afuera.

Me acerco un poco más a las llamas, algo hipnotizado por los colores, y tomo una rama pequeña que se ha caído al costado, lejos de estas. Observo la pequeña rama por unos segundos y luego alargo el brazo para exponer su punta a una pequeña llama cercana al borde de la chimenea.

  El fuego comienza a trepar por la rama de a poco hasta que la mitad de esta está cubierta completamente. Las llamas bailan y se mueven impredecibles por la superficie de madera, consumiéndola de a poco. Extraigo la rama y acerco las llamas a mi rostro. El calor me golpea en la cara pero no me importa. Nunca le he tenido  miedo al fuego, cosa extraña teniendo en cuenta que soy la persona más cobarde que conozco. Sí, tal vez, al dolor de una quemadura, pero sé que si no acerco la rama más cerca de lo que la tengo en este momento, nada va a pasarme.

Me mantengo inmóvil por unos segundos hasta que un chillido agudo, que intenta ser ahogado, me hace sobresaltar. Salto en mi sitio y me doy vuelta, buscando la procedencia del sonido, y encuentro a Mia parada en la puerta, con expresión horrorizada, mirando directamente a la rama prendida fuego que se encuentra en mi mano.

Le observo anonadado, nunca hubiera imaginado que una chica como ella pudiera tener una reacción de terror tan extremo por el simple hecho de verme con una rama encendida en llamas. Ella siempre manipula el fuego; cocina sola, lo usa para mantenerse caliente, todos los días la chimenea se mantiene prendida, y si se apaga es ella la encargada de prenderla. No entiendo qué es lo que le atemoriza en este momento.

Suelto de repente la rama cuando siento un ardor que asciende por mis dedos. Miro la rama que acabo de arrojar al suelo, la cual está casi completamente consumida  por el fuego, y luego mi mano. Mis dedos están de una tonalidad rojiza y arden. Demonios.

— El piso— susurra Mia alarmada y corre hacia la rama que acabo de arrojar y la pisa con sus pies desnudos para apagarle.

Le miro asustado, haciendo eso puede quemarse, pero a ella no parece importarle. Pisa con el talón la rama y apaga el fuego, extinguiendo el aire de alrededor que le alimenta de a porciones. Luego se da vuelta y me mira con los ojos bien abiertos y la respiración alterada, el pecho subiendo y bajando irregularmente.

— Nunca— dice, remarcando la palabra— juegues con fuego. Jamás —respira hondo y cierra los ojos, masajeándoselo con la yema de los dedos—. Mucho menos conmigo cerca.

Asiento sin entender totalmente lo que acaba de suceder. Siento que en realidad nunca logro terminar de entender las cosas que suceden aquí, y mucho menos cuando se trata de Mia, pero eso es algo que no puedo evitar. Paseo mi vista por su rostro, que expresa  sentimientos que no logro descifrar, y luego la bajo para mirar su pie.  No parece adolorida, ni asustada o preocupada. Yo, por el contrario, tengo miedo de que le haya pasado algo por mi culpa.

— ¿Estás bien? — pregunto preocupado, mirando su pie.

Le levanta con la planta apuntando hacia arriba y se examina por un segundo. Yo miro también; su talón está completamente cubierto de negro. Hago una mueca de dolor y le miro con expresión arrepentida.

— Sí— responde, sin embargo, y se pasa la mano por sobre lo negro, limpiándose descuidadamente y dejando a la vista un talón lleno de callosidades— He perdido la capacidad de sentir dolor en los talones casi por completo, es una de las consecuencias de vivir aquí.

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⏰ Última actualización: Jun 08, 2015 ⏰

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