Capítulo 15

54 2 0
                                    

Allison

Desde que mi madre colgó el teléfono miles de posibles escenarios se han pasado por mi mente, cada cual peor que el anterior. Cómo es posible que una persona con la que ha compartido tantas cosas, tantos años, tantas arrugas, tantas preocupaciones, y también tantas alegrías, se haya convertido en algo muy parecido a un desconocido. ¿Es así el amor? ¿Algo que cuando llega lo llena absolutamente todo, pero que cuando se va todo lo vivido, todo lo sentido, cae en el olvido? Simplemente no es algo que pueda llegar y creer, no me entra en la cabeza.

En fin, no es el momento de plantearme una crisis existencial ocasionada por mi madre de nuevo.

Eso, eso, Mommy Issues aparte.

Después de lo que parece un camino interminable, finalmente llegamos a las puertas del hospital. Veo como Nate se acerca directamente a la recepción, en la que por suerte solo

nos encontramos con una pareja de un chico de más o menos la misma estatura que Nate con un toco alarmantemente verdoso está apoyado sobre una chica bastante alta, con el ceño profundamente fruncido, mostrando tanto su preocupación como su frustración. Por ello, nos dirigimos al hombre sentado al otro lado con cara de amargado.

—¿En qué puedo ayudaros?—dice sin despegar la vista de su portátil.

—Queríamos saber si Andrew Wells se encuentra en este hospital—le digo con urgencia, esperando que realmente sea así.

—¿Quién lo pregunta?—vuelve a decir con el mismo tono, haciendo que aumente el nudo que no había notado en la boca de mi estómago.

—Su hija—interviene esta vez Nate con cara de pocos amigos, haciendo que el recepcionista levante la mirada por primera vez—Allison Wells. Ahora, si es tan amable indíquenos si se encuentra aquí o no para saber si tenemos que buscarle en otro puñetero hospital.

—Tiene alguna acreditación que pueda proporcionarme, señorita—dice el hombre dirigiéndose a mí sin apartar la vista de mi cabreado acompañante.

—Sí—musito y le muestro mi DNI. Finalmente, tras examinarlo unos momentos, me lo devuelve y se gira a su ordenador una vez más. De nuevo, parece que pasa una eternidad hasta que finalmente vuelve a hablar.

—Está aquí. Le ingresaron hace un par de horas de urgencia—dice entrecerrando ligeramente los ojos.—Parece que ha sufrido un accidente de coche y que llegó aquí con una conmoción y otras contusiones. Ahora mismo está en quirófano, pueden esperar en la sala de espera. Se le notificará a un médico de que han llegado familiares, y en breve saldrá a informaros—finaliza dirigiéndole una última miradita a Nate, según nos giramos para avanzar hacia la sala de espera.

Una vez llegamos ahí, la encontramos prácticamente vacía y tomamos asiento en una de las esquinas más alejadas. Según me siento hundo la cabeza en mis manos, tratando de que cese en mi cabeza el continuo bombardeo de imágenes y pensamientos que ha llenado mi cabeza durante la última hora.

De repente, noto la mano de Nate cubrir la mía, mientras que me la baja lentamente. Cuando lo hace, me percato de que no ha tomado asiento a mi lado si no que se ha arrodillado frente a mí. Desde esta posición estamos cara a cara, mirándonos a los ojos, y casi puedo leer algo parecido a la preocupación en ellos.

—Eh, niñata—me dice con una media sonrisa.—No ha- gas eso. No te encierres. No hace falta que me hables tampoco, solo... intenta quedarte conmigo, con los pies en la Tierra. No dejes que tus pensamientos te consuman.

—Más fácil dicho que hecho—suspiro. Él se acerca más, poniendo una de sus manos en mi mejilla, rozando con sus de- dos mi cuello.

—Lo sé, ¿verdad?—dice bajando un poco la mirada, pensando en qué decir.—Al final, por mucho que los odiemos seguimos empleando los clichés en todas las situaciones, ¿eh?—me dice sacándome una pequeña sonrisa.

—Siempre he pensado que los clichés lo son porque funcionan, o al menos en algún punto lo hicieron. Porque si no funcionasen, ¿por qué los seguiríamos usando?

—En eso te doy la razón, Ally—me dice usando la versión abreviada de mi nombre, e inesperadamente noto un ligero

hormigueo donde antes sentía ese horrible nudo de nervios e incertidumbre. Esto es nuevo.

—Por supuesto que me das la razón, pronto te darás cuenta de que casi siempre la tengo, haces bien en ir haciéndote a la idea—le respondo con otro ligero asomo de sonrisa.

—Si lo llego a saber...—dice por lo bajo como si no quisiese que lo escuchase, pero claramente dejándome hacerlo.—Sé que es más fácil dicho que hecho—retoma recuperando un tono algo más serio y conciliador—pero también sé que eres capaz de cualquier cosa. Sé que puedes saltar, rodear, o destruir cualquier obstáculo que se te plante en el camino. Y por eso también sé que, independientemente de lo que pase ahora, vas a superarlo, de la manera que solo mi niñata sabe hacerlo—finaliza, recordándome la conversación de hace unos minutos cuando le he llamado "mi idiota", y no puedo evitar sonreír.

—Y a ti quién te ha dicho que yo sea tu niñata, idiota—le digo adquiriendo el tono sarcástico que ya es un partícipe activo en nuestras conversaciones. En esta ocasión es él quien se pone colorado, como si se acabase de dar cuenta de sus palabras y de nuestra cercanía. Una vez más, el tiempo parece ralentizar- se, pero esta vez de una manera diferente a las anteriores, esta vez no estoy deseando que se termine, quiero que se mantenga eterno.

—Ally...—susurra Nate, pero no puede terminar, ya que en ese preciso momento aparece una doctora uniformada con la ropa apropiada para practicar cirugía.

—¿Familia de Andrew Wells?—dice con un practicado tono profesional. Tanto Nate como yo nos levantamos en ese instante y nos acercamos a la doctora.

—Soy su hija—le digo antes de que formule la pregunta.—¿Cómo se encuentra?

—Su padre llegó aquí con una conmoción y algunas otras contusiones leves, además de un brazo fracturado y una pierna que parecía también bastante dañada—me explica la doctora con ese mismo tono profesional, esta vez algo más suavizado.—Tras examinarlo, nos dimos cuenta de que no era tan grave como parecía en un principio, y lo único realmente alarmante era su brazo. Me complace decirte que la cirugía de reparación ha sido un éxito y que está fuera de peligro, pero sí que tendrá que quedarse en observación varios días. Os comentaré algo más delante de las instrucciones e indicaciones referidas a su apro- piada recuperación y rehabilitación.

—¿Puedo verle?—le pregunto a la doctora, notando como un gran peso se eleva de mis hombros.

—Aún no, ha tenido un día muy largo y necesita descansar, aunque la conmoción no es grave, preferimos que guarde todo el reposo que pueda estas primeras horas—me responde la doctora.—Te recomiendo que vuelvas a casa y descanses, cariño. Parece que tú también has tenido un día largo.

—Gracias, doctora—le respondo regalándole una pequeña sonrisa y observo como se aleja, mientras yo hago lo mismo. Algo contrariada por no poder comprobar el estado de mi padre con mis propios ojos, vuelvo mi mirada hacia Nate, y sin pensármelo dos veces le rodeo con mis brazos en un abrazo, liberando así todas las emociones que he estado conteniendo hasta ese momento. Noto como él me lo devuelve, metiendo su cabeza en mi cuello. Nos quedamos así unos instantes, y noto como unas rebeldes lágrimas se escapan de mis ojos.—Gracias Nate, por todo—le susurro una vez más, mientras me limito a disfrutar de este momento en la sala de espera de un hospital.

El silencio entre nosotrosTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang