C a p í t u l o 14

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S I L V I A

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S I L V I A

Una hora y quince minutos más tarde, caminamos por la calle casi en silencio, zigzagueando entre otros peatones mientras nos dirigimos a un restaurante situado a unas manzanas de distancia para desayunar. Es un día de septiembre más cálido, lo que me permite llevar sólo un jersey de cuello alto metido en una minifalda corta y mis botas favoritas hasta la rodilla. Observo cómo Jorge recorre descaradamente sus ojos por mis piernas antes de seguirme por la puerta.

—Oh —interrumpo nuestro silencio mientras seguimos caminando— antes de que se me olvide, he estado en contacto con tu asistente. Pensé que tal vez ella tendría alguna idea sobre la contraseña de tu móvil y ha localizado tu auto y actualmente está siendo revisado en Range Rover.

Se encoge de hombros y frunzo el ceño ante su falta de gratitud. No veo a nadie más ayudando.

—Es una forma extraña de dar las gracias.

—Es que no tengo prisa por volver a las andadas. Wren dijo que tenía que tomármelo con calma, así que no hay ninguna necesidad real de que vuelva a trabajar en este momento y asumo que no estoy presionado por más dinero que la baja por enfermedad que estoy recibiendo... —Se interrumpe—. No me entusiasma la idea de volver a una vida en la que no estés tú. Lo miro y deseo que no lleve gafas de sol para poder ver sus ojos.
—¿Pero no tienes curiosidad por saber qué ha pasado? Lo que has estado haciendo en el trabajo y... no sé mucho sobre lo que has estado haciendo estos seis meses. —Frunzo el ceño, ya que no estoy muy segura de lo que ha hecho—. Creo que te has apuntado a una liga de kickball o algo así con los chicos de la oficina.

—Suena fascinante. —Resopla, justo cuando doblamos la esquina del restaurante. Su mano se apoya en la parte baja de mi espalda mientras entramos, nos registramos con la camarera y avanzamos por el restaurante. No es hasta que nos sentamos y me acerca la silla cuando termina el contacto.

—Gracias. —Sonrío débilmente a la anfitriona. Mi cuerpo zumba por lo cerca que ha estado Jorge de mí mientras maniobrábamos por el restaurante con su mano apoyada de forma protectora en mi espalda. Tomo un sorbo de agua, esperando que me refresque y apague el fuego interior.

—Bonito lugar —dice mientras mira a su alrededor. Hemos estado aquí más de un par de veces, pero sé que él no lo recuerda. El restaurante tiene asientos al aire libre, y nosotros tenemos una mesa casi en el patio, lo que nos permite mirar al exterior mientras nos rodea una brisa otoñal. El restaurante está de moda con un concepto rústico y todo tipo de gente acude aquí desde que fue catalogado como uno de los lugares en el Soho.

—Te gusta —le digo y sus ojos vuelven a dirigirse a los míos.

—¿Hemos estado aquí?

—Muchas veces. —Mira el menú y luego me mira a mí.

—¿Qué me gusta?

—Todo. —Me río—. Pero lo que más te gusta es el pollo con gofres o los huevos benedictinos o la tortilla occidental... como he dicho, te gusta todo.

No Me Olvides Donde viven las historias. Descúbrelo ahora