C a p í t u l o 22

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S I L V I A

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S I L V I A

Sigo a Jorge con la mirada mientras sale de la habitación, mis ojos se fijan en su culo perfectamente esculpido y su espalda musculosa. Las venas de sus piernas sobresalen a cada paso y sus brazos se flexionan seximente como si lo hiciera a propósito. Estoy completamente excitada por el pequeño asalto a mi sexo y mi corazón y mi mente están completamente jodidos por sus palabras. ¿Quiere que me encargue de Amanda?

Dejo escapar un suspiro, intentando calmarme y prepararme mentalmente para tratar con su novia.

Exnovia. Aprieto la mano en la cerradura, la giro temblorosamente antes de respirar hondo y abrir la puerta.

Los ojos azules se abren de par en par en cuanto me ve y observo con satisfacción cómo recorre con la mirada la longitud de mis piernas desnudas. Cruzo las manos delante del pecho y me apoyo en la jamba de la puerta.

—¿Hay alguna razón para que estés aquí? —No soy conflictiva. Ni mucho menos, y me la he encontrado muy pocas veces en mi vida. Soy bien vista, soy paciente y de temperamento suave. Hasta que se trata de esta mujer.

La odio, aunque sé que no me engañó. Sé que Jorge tiene más culpa y no quiero ser esa esposa que culpa a la otra mujer, pero la odio. No puedo evitarlo. Me vuelve loca. Tal vez una parte es pura envidia. Es perfecta y preciosa y rubia y probablemente podría darle un bebé que a la madre de Jorge le encantaría.

Ella se burla y estrecha su fría y dura mirada mientras se sacude un cabello por encima del hombro.

—Me gustaría hablar con Jorge, mi novio. Levanto una ceja.

—Mi marido no está disponible; ¿puedo tomar un mensaje? Y... además, ¿cómo sabías que estábamos aquí? Se ha quedado en nuestro apartamento conmigo. —Le dedico mi sonrisa más acaramelada y arrugo ligeramente la nariz.

—No es asunto tuyo.

Mi ritmo cardíaco se dispara, mientras mi adrenalina se dispara y siento que mi paciencia se agota.

—Oh, pero es porque yo soy su esposa, y tú no.

Puedo percibir su irritación mientras se lleva las manos a las caderas.

—Se va a acordar. Se va a acordar de mí.

—¿Y luego qué? ¿Crees que me va a dejar? Oh, tienes razón, porque cuando se acuerde, sólo recordará que ha pasado seis meses intentando recuperarme. Y tú sólo estabas... ahí. Fuiste un error, Amanda. Un bache en el camino. Y aunque el problema en nuestro matrimonio que este bache ha causado puede que nunca desaparezca del todo —doy un paso adelante— pero lo hará.

Sorprendentemente, no da un paso atrás. En cambio, estrecha los ojos y aprieta la mandíbula antes de soltar la declaración de celos que debería haber estado más preparada para escuchar.

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