Sentía que la cabeza iba a estallarme. Los dolores se estaban haciendo más intensos conforme pasaba el tiempo. Solo había hablado con Tessa de ellos, ya que no quería preocupar a mis hermanas o a Ralph.
Mi maestra de música decía que tal vez estaba acumulando demasiado estrés. Incluso me regaló pastillas para el dolor que no hicieron efecto.
Habían pasado tres días desde que Violeta lloró en mi cama. Ella dijo que Summer la había regañado por algo muy injusto. Aunque, a decir verdad, para Violeta, era injusto todo aquello que no la beneficiara.
Abrí los ojos cuando aparcamos afuera de la escuela.
Hanna iba callada mirando por la ventana, seguía enfadada con Ralph por llamarla mentirosa.
Summer iba muy triste ya que iba a tener una cita con Gabriel, pero el chico al parecer estaba enfermo, ya que tampoco había ido a clases.
Violeta estaba enfadada con Summer y conmigo por dejarla sola y tenía miedo de Hanna, motivo por el cual no se le acercaría.
Bajé de la camioneta y caminé al salón de clases sin esperar a mi hermana menor. Quería ir a la enfermería a pedir algo para el intenso dolor.
Tenía esa sensación en la que parece que alguien está jugando futbol con tu cerebro dentro de tu cabeza.
Solo quería terminar con la escuela y llegar a casa para dormir y seguir durmiendo hasta el fin de los días de la tierra.
Cerré los ojos un instante y me estrellé con algo. Mi cabeza rebotó hacia atrás.
—Ouch— me quejé.
Abrí los ojos solo para ver la puerta de cristal de mi aula de clases y todos los chicos de dentro riéndose de lo que me pasó.
Sentí toda la sangre subir hasta mi cara. Ahora yo era como un tomate.
Alguien puso su mano sobre mi hombro y me giré rápidamente.
—Eso se vio doloroso ¿Estas bien? —preguntó un chico de mi clase.
Asentí lentamente.
—Lo siento— susurré.
Frunció el ceño.
— ¿Lo sientes? ¿Por qué?
Negué con la cabeza.
—No lo sé.
Él se mordió el interior de la mejilla.
— ¿Segura que estás bien? Hace un momento estabas muy pálida y…
Dejé de escucharlo por unos segundos en los que trastabillé. Un horrible mareo me inundó por completo y el dolor de cabeza fue tan insoportable que dejé de ver todo por unos segundos.
Cuando volví a abrir los ojos, lo primero que vi fue el semblante asustado del profesor de matemáticas, luego el del chico que me preguntó si estaba bien. Y más allá de él, con la cara llena de preocupación, estaba Violeta.
Apoyé los codos en el suelo para incorporarme, pero el profesor me dijo que no y me empujó para que me recostara de nuevo.
—Estoy bien— dije.
—Seguro que si— respondió el chico—. Llevas balbuceando eso como una hora.
— ¿¡Una hora!? —me alarmé.
Sacudí la cabeza para aclarar mis ideas, pero esa sensación de mi cerebro rebotando volvió.
— ¿Qué pasó? ¿Quién eres tú? —pregunté mirando al muchacho.
Por primera vez lo vi bien. Sus ojos gris-verde, y el cabello rubio. No se veía mal, solo que a mí no me llamaban la atención esas cosas. Punto. Ni siquiera sabía que era lo que hacía pensando de esa forma en un chico.
—Te desmayaste— explicó el profesor—. Y decidimos no moverte porque te golpeaste fuerte la cabeza.
—Quiero levantarme— demandé.
—Ralph viene para acá— murmuró una voz monótona, taciturna.
— ¿Hanna? —pregunté.
— ¿A quién esperabas? —Dijo molesta— ¿Al conejo de pascua?
Summer estaba a su lado y la regañó con la mirada.
—Déjala en paz. No fue su culpa el haberse desmayado…
— ¡No! —Estalló Hanna— No fue su culpa. La acuso por no habernos dicho que se sentía mal. Por eso.
—Quiero levantarme— dije de nuevo.
El chico de ojos bonitos se inclinó para ayudarme a levantar.
— ¿Qué estás haciendo, mocoso? —preguntó Hanna.
— ¡Basta! —la reprendió Summer.
Miré a mi profesor y al chico.
—Lo siento—murmuré.
—Voy a llevarla a la enfermería ahora que está despierta. Cuando su padre llegue, podrá buscarla ahí, lejos de sus gritos y peleas que solo hacen que se sienta peor— reclamó el chico un tanto fastidiado.
Summer y Violeta lo miraron impresionadas y Hanna… Hanna rompió a reír.
El chico frunció el ceño y me llevó en brazos hasta la enfermería, donde la encargada simplemente colocó un aparato sobre mi brazo y luego dijo que todo estaba bien.
Me dio una pastilla para el dolor de cabeza y me dejó sentada en un lugar hasta que Ralph llegara por mí.
Suspiré profundo y me llevé las manos a la cara.
Esto era realmente vergonzoso. Ahora no solo mis hermanas sabían que yo era una niña frágil, si no todos en la escuela también.
Por lo menos, ellas se quedaron fuera de la enfermería para darme mi espacio.
Sabían que odiaba ser el centro de atención.
Un carraspeo me hizo mirar hacia arriba. El chico que me había ayudado antes, me regaló una sonrisa.
Me llevé de nuevo las manos a la cara y me quejé en voz alta.
—Lo siento mucho— no dejé de repetir eso.
—No fue tu culpa. No sé porque no has dejado de disculparte— murmuró.
Su voz sonó cercana… demasiado.
Levanté la cabeza solo para darme cuenta de que estaba sentado enseguida de mí.
Me hice a un lado instintivamente, sintiendo que él invadía mi espacio personal.
El chico amenazó con una sonrisa.
—Soy Thomas— dijo y me tendió la mano.
La estreché y retiré rápidamente, puse las manos sobre mis piernas.
—Amber— susurré.
Él sonrió.
—Yo sé quién eres.
Fruncí el ceño, me mordí el labio y lo miré.
— ¿P-por q-ue? —tartamudeé.
Se encogió de hombros.
—Eres una especie de leyenda en la escuela. La chica que puede tocar todos los instrumentos del salón de música. La que solo va de aquí para allá con Melinda y con su hermana “gemela” ¿De verdad son gemelas?
Asentí lentamente.
—Bien— dijo—. Saúl dice que una vez te escuchó cantar en el salón de música. Dijo que nunca había escuchado nada igual.
Sentí que me ruborizaba al instante.
— ¿Saúl? —susurré.
—Sip— respondió—. Es un amigo.
Asentí de nuevo.
—No hablas mucho— dijo el chico.
—Gracias por lo de mis hermanas— murmuré.
— ¿Qué? ¿Haberlas callado? —Se encogió de hombros— Soy el mayor de cinco hermanos, así que sé cómo controlar estas cosas— me dio un guiño y se puso de pie.
Observé como caminaba a la puerta.
—Tengo que volver a clases. Tus hermanas entraran en cuanto me vaya, así que espero estés bien.
—Gracias—respondí.
—De nada— dijo y se fue.
Thomas tenía razón. En cuanto se fue, mis hermanas entraron.
Summer me tocó la frente para cerciorarse de que no tenía fiebre. Violeta moqueaba a mi lado, ya que parecía haber llorado y Hanna me miraba con una sonrisa en los labios.
— ¿Qué? —pregunté un poco más alto de lo que debería.
—Nada— dijo y asintió hacia la puerta por la que Thomas había salido.
Sentí que me ruborizaba de nuevo.
La entrada de la enfermería se abrió y llegó Ralph. Su semblante preocupado, pero cuando me vio sentada charlando con mis hermanas, sus hombros se relajaron.
No pidió explicaciones. Solo nos subimos a la camioneta y salimos del lugar. Llegamos a casa y Ralph me cargó hasta mi recamara.
—Esto no es necesario— dije—. Puedo caminar…
—La próxima vez que no te sientas bien, debes decírmelo. Te prohíbo que me ocultes las cosas— me interrumpió.
Asentí lentamente. Ralph me besó en la frente y se fue.
Mis hermanas se hicieron cargo de la comida y de mantenerme cómoda, aunque, más bien, me sentía como una carga.
Cuando el sol se estaba metiendo, bajé las escaleras y me senté junto a la chimenea que no estaba encendida.
Violeta se sentó en la alfombra. Hanna y Summer en los sillones contiguos al mío.
—Amber tiene novio… —canturreó Violeta.
— ¡No es cierto! —grité y todas rieron.
—No parece un mal chico— fastidió Hanna.
—No, en lo absoluto— siguió Summer.
— ¡Oh! ¡Por favor! —Me quejé —. Ni siquiera lo había visto hasta el día de hoy— balbuceé—.Además, solo sería un amigo, yo no quiero nada de esas cosas…
Hanna recargó la cabeza en el respaldo del sofá y me miró.
— ¿No sería fantástico tener una historia como la de mamá y Ralph? —preguntó.
Los ojos de Summer adquirieron un matiz soñador.
—No sé ustedes— dijo Violeta—. Pero la idea de besar a un chico me resulta asquerosa.
Hanna y Summer compartieron una mirada y rieron abiertamente.
—Bien— dijo al fin la mayor de mis hermanas—. Voy por algo de comer ¿Alguien quiere?
Negué con la cabeza, pero la sensación dolorosa volvió. Hice una mueca. Cuando vi que todas me miraban simplemente sonreí.
Hanna estrechó sus ojos contra mí, pero no dijo nada. Volvió con palomitas para las cuatro y seguimos hablando.
—La próxima vez que te sientas así, tienes que decírmelo.
—Ya me han reprendido lo suficiente por eso— dije—. Además, no tienes de que preocuparte. No eres mamá.
Las facciones de Hanna adquirieron esa frialdad que hasta hace poco había desaparecido.
—Tienes razón, no soy ella. Pero recuerda que así fue como comenzó lo se Sophie, con dolores de cabeza— murmuró con la voz de un muerto.
Asentí lentamente mientras las punzadas se hacían más dolorosas.
Violeta se limpió las lágrimas de la cara y Summer reprendió a Hanna por haber dicho eso, aunque también me regaló una mirada dolida a mí.
La puerta de entrada se abrió antes de darme tiempo de responder. Ralph estaba empapado de los pies a la cabeza.
— ¿Qué pasó? —preguntó Summer.
Él sonrió.
—Está diluviando afuera. No puedo creer que no se dieran cuenta… —empezó a decir, miró nuestros rostros y su sonrisa se desvaneció— ¿Qué pasa? —preguntó frunciendo el ceño.
— ¿Qué pasa? —Repitió Hanna con aire de cinismo—. Pasa que ya me cansé de preocuparme por cosas que ni siquiera van a agradecer, pasa que estoy harta de que me llamen mentirosa, pasa que ya me tienen hasta la coronilla de negar las cosas que en realidad están sucediendo…
Todos la miramos sin dar crédito de su ataque.
— ¡Por favor! Ahora me dirán que miento, cuando digo que Sophie inició igual que Amber ahora: dolores de cabeza, mareos, desmayos inexplicables…
— ¡Basta! —gritó Ralph.
Hanna le regaló una mirada llena de veneno.
—Es suficiente. Si vas a mencionar a las sombras será mejor que te lo guardes. Esos temas asustan a tus hermanas, además no han llegado desde…
—Desde que mamá murió. ¡Anda! ¡Dilo! —Espetó Hanna—. Y no solo asustan a mis hermanas. Hasta donde me he dado cuenta, a ti te tienen aterrorizado. Además, me puedo dar cuenta de que en verdad están aquí, a nuestro alrededor. No sé si Summer o Violeta se den cuenta, pero de Amber estoy un noventa por ciento segura de que si, ella sabe que regresaron y lo niega…
Me enderecé en la silla al escuchar aquello.
Yo me sentía mal porque estaba enferma, las personas solían enfermarse y punto. No había estaciones. No había guardianes. No había padre tiempo y sobre todo no había sombras.
Si no existían, no podían hacerme daño.
Miré a Ralph a los ojos. Él esperaba una respuesta por mi parte.
—Yo no siento nada. No existen las Sombras— dije decidida.
Hanna hizo un ruido seco, como si se ahogara con su propia respiración. No me atreví a mirarla y ver la traición en sus ojos.
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Corazón de hielo
FantasyHabía una vez cuatro hermanas ellas vieron que al mundo le hacía falta algo. Antes, según la leyenda, el mundo se dividía en partes y en cada parte haría una estación. Las cuatro hermanas sintieron que estas estaciones deberían ser compartidas, que...