Capítulo 3.

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La estadía dentro del laboratorio fue corta. Los nervios de Ludovica no tuvieron lugar alguno en cuanto la laboratorista terminó con lo suyo haciendo que la rubia no sintiese absolutamente nada.

―¿Eso fue todo? ―pregunta sorprendida.

―Fue todo ―afirma.

―No dolió nada ―expresa alegre.

―Era un simple piquete ―sonríe amablemente.

Después de agradecer la atención y cuadrar una fecha para la entrega de resultados, ambas salen del cuarto. Dirigiéndose a Bill y Lia quien esperaban por ellas en silencio.

―No hablen tanto o los sacaran del lugar ―suelta sarcásticamente Ophelia. Lia y Bill la miran.

―Sabes, mi nerviosismo no valió nada ―sonríe Ludovica moviéndose con ayuda de sus talones― no me dolió nada ―dice orgullosa.

Bill asiente con la cabeza. Se sentía incómodo por lo dicho minutos antes por Lia. ¿Tendría que actuar diferente ahora que sabía que su mejor amiga sentía algo por él?

―De regreso a casa ―habla Ophelia. La tropa de niños la sigue.

―Realmente creía que dolería o algo, pero para nada fue así, solo fue un simple piquete de mosquito ―cuenta Ludovica su experiencia. Bill parecía no prestarle atención― Tierra llamando a Bill, ahora eres tú el que tomo mi viaje lunar.

―Perdón, es que estoy pensando en que hoy tengo entrenamiento.

―¿Hoy domingo?, todavía las clases ni comienzan.

―Ya sabes, es nuestro ultimo año jugando y este año también es el campeonato por lo que el entrenador nos quiere en forma. -era pésimo en los deportes, pero de todas formas su padre le había insistido en unirse al equipo de la preparatoria.

―Entiendo ―Ludovica prefiere no decir nada más.

En el camino a casa Ludovica quedó dormida en el hombro de Bill por lo que decidieron no pararse a comer. Ya lo harían llegando a casa.

Bill la contempla dormir mientras le acariciaba el cabello. Prefirió no preguntarle nada ya que la veía muy tranquila durmiendo, además de que no sabía cómo abordar el tema. Le daba terror escuchar la respuesta.

Aunque el tema no se quedaría así, Bill tendría que hablar con ella. Estaba incomodo pero tampoco podía negar que no sintió algo removerse dentro de él al escuchar aquella confesión por parte de Lia.

Cuando llegaron. Bill no quería despertarla pero Lia actuó rápido agitándola.

―Oye, era con delicadeza ―dice Bill riendo.

―Así nunca se despertaría y tendríamos que cargarla ―defiende su acción.

―Ahora me duele la cabeza por tu culpa ―Ludovica suelta un quejido tomando su cien.

Leucemia | bill kaulitz. Où les histoires vivent. Découvrez maintenant