Comienza la guerra

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El escenario en la ciudad rápidamente se transformó en algo caótico. Los hombres lobo que atacaban lo estaban haciendo de una forma muy atroz. La mayoría de ellos estaban semi transformados, de está forma podían atacar a una gran velocidad sin dejar de ser letales. 

Gracias a la magia todos podían controlar sus transformaciones a voluntad, esto era una gran desventaja para los lobos principiantes de los nueve clanes, los cuales solo se podían transformar en las noches de luna llena y no lo controlaban. 

Los líderes habían pensado que sus lobos podían dar más resultados transformados aunque perdieran el control que así, prácticamente sin poderes. 

Por eso ellos querían que el ataque se efectuara durante la luna llena, peor el enemigo se les adelantó. 

Esta facción de hombres lobo habían sido separados del resto pues más que mostrar beneficio podrían estorbar. Lo que se buscaba era ser tenaces. Y a ellos se les asignó una tarea sencilla, sanar a los compañeros heridos en la parte sur de la ciudad. 

Pero esta fenomenal idea también estaba siendo desbaratada pues los lobos atacantes estaban entrando por varias partes de la ciudad, incluida la zona donde estaban escondidos los que asistirían de una forma de sanación.

Estos hombres lobo querían escapar, corrían hacía el centro, donde sabían que estaba la fuerza principal pues ellos los podrían defender.

Esto no era fácil pues los lobos atacantes les superaban en velocidad y agilidad, además que tenían el momento anímico y la sorpresa, de esta forma podrían ocasionar bajas considerables.

El grupo de lobos que estaban a la defensa trataron de responder al ataque como lo habían planeado, muchos de los que podían transformarse lo hicieron y buscaron hacer el mayor daño posible en los que atacaban.

El feroz combate es algo que quedará en la historia para siempre, un ataque sin precedentes donde dos grupos de licántropos se atacaban a muerte, usando sus colmillos y garras, lanzando a sus oponentes grandes distancia, azotaándolos en las paredes y también en el piso.

Las garras de ambos estaban muy bien afiladas, buscaban dañarse en las partes letales como el cuello, la cara y si no era posible, lanzaban sus ataques contra las extremidades de los adversarios, buscando incapacitarlos de algún modo.

El bando que estaba sufriendo más bajas era el de los nueve clanes, por el piso de la ciudad podían verse cuerpos tirados, extremidades desprendidas de los cuerpos de sus propietarios. Sangre derramada en cada rincón donde hubo un enfrentamiento. Gritos y lamentos de los que se veían afectados y gravemente heridos.

Los que aún podían pelear, lo hacían sin miedo pues estaba en su genética el no sentir temor ante un combate o un adversario.

Los lobos atacantes estaban usando magia para transportarse de un lado a otro, está maniobra la implementaban cuando se sentían acorralados o a punto de ser derrotados. Esta estretegia la usaban para reponerse de la superación numérica del enemigo, ya que los nueve clanes tenían más miembros en sus filas.

Su estrategia les estaba funcionando bien, no solo estaban logrando salvarse de los ataques si no que estaban provocando en ellos una frustración al no poder concretar sus ataques. Esta frustración les haría perder la concentración y así dividir sus filas desbaratando cualquier plan que tuvieran.

Aullidos se escuchaban por todos lados, con un sentido diferente entre cada uno de ellos. Algunos los hacían para llamar refuerzos, otro para clamar una victoria, otras más lo hacían como grito de guerra y algunos solo por instinto.

Los aullidos no eran el único ruido llamativo en la batalla, también fuertes impactos y golpes producto de la fuerza plasmada en cada uno. 

Chispazos mágicos tenían lugar debajo de la nube que ya casi estaba en el centro de la ciudad, nadie había hecho nada para detenerla pues estaban ocupados repeliendo a los lobos.

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