-cap. doce

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Cuando Bianca le había dicho a sus padres que quería seguir con sus estudios universitarios en otro país, no pensó que se lo iban a tomar en serio ya que ella lo había dicho en forma de broma. Pero sus padres sabían que irse a otro lado, con otro tipo de gente, con otra cultura le iba a hacer bien a Bianca. Así fue como llegó a España, más específicamente a Barcelona, para comenzar sus estudios en la carrera de Comercio Exterior.

Bianca estaba feliz en el país europeo. Había conocido a su compañera de piso, Maia, quien casualmente era argentina también, y se convierto en su mejor amiga. También había hecho amistades con sus compañeros de la carrera y tenía una vida social bastante buena. Eso si, nunca pensó que un chico le iba a, en términos criollo, volarle el bocho.

Esa vez que fue al supermercado, ya que le tocaba a ella hacer la compra semanal, nunca pensó que por ir distraída con el celular iba a ser consecuencia de conocer a una de las mejores personas que ella se haya cruzado en sus cortos diecinueve años.

Aunque de igual manera pensó que, después de esas pocas palabras que habían intercambiado en el supermercado, no lo volvería a ver nunca más. Pero estaba equivocada, ya que una salida a un boliche con sus amigas fue suficiente para que lo volviera a ver.

Tuvo la oportunidad de conocerlo un poco más y le había caído muy bien. Él se había comportado muy educado y respetuoso con ella y le agradó que no quisiera irse con ella a la cama directamente, como ya le había pasado con otros chicos.

Le causaba ternura lo nervioso que se ponía para preguntarle cualquier cosa y como siempre le preguntaba si estaba cómoda y a gusto. Fueron juntándose seguido y hasta ella conoció a la familia de él. Bianca llego a pensar que, finalmente, había conocido al indicado.

Pero todo iba demasiado bien como para ser verdad y tuvo que enterarse de todo de una manera no muy buena. Nunca se imaginó que su amiga iba a enterarse que estaba saliendo con un jugador de fútbol profesional y de la mala reputación que tenía ante la prensa, por no hablar de todas las chicas que habían salido a decir que habían estado con él.

Bianca se sentía dolida de que Pablo, o Gavi —ella ya ni sabía cómo llamarlo realmente—, nunca le haya dicho a que se dedicaba realmente y por que se lo ocultó por tanto tiempo. Estaba segura de que él tenía sus razones pero ella sentía que ya habían logrado formar una confianza, demasiada se podría decir, en la que se podían contar cualquier cosa.

Ahora bien, no es que Bianca no supiera nada sobre fútbol. Ella era muy seguidora de Messi y de la selección argentina, por lo cual cuando Messi se fue del Barça, ella comenzó a ver los partidos del PSG y del Barça no supo más nada, ya que como Messi no estaba no le interesaba mucho.

— Dale, Bianca — la voz de Maia saco a la rubia de sus pensamientos —. Acompáñame a hacer unos trasmites y así salís un poco — le rogó prácticamente.

— No tengo ganas — Bianca le contesto en un susurro.

Desde que había dejado a Pablo, o Gavi, en el mirador, Bianca regreso a su departamento llorando porque en cierto modo había sido engañada y eso le había dolido bastante. Hasta el conductor del Uber se ofreció a comprarle algo para animarla.

— No me importa — Maia la destapo y la estiro de uno de los brazos para se levantará —. Yo se que estás mal porque él te haya mentido de esa forma, pero no voy a permitir que sigas llorando por un hombre.

— Es que pensé- — sin embargo, no pudo seguir hablando ya que se le entrecortó la voz y las lágrimas comenzaron a salir devuelta.

A ella le gustaba mucho Pablo y había pensando que iban a llevar muy lejos juntos, pero ahora que sabía que era muy famoso y que tenía miles y miles de chicas atrás de él veía ese futuro que se había imaginado muy lejano, hasta imposible.

— Ya se, corazón — Maia se sentó a su lado y la abrazó —. Yo se que estabas muy enganchada con él y que pensabas que era el indicado, pero es hombre — le decía mientras le acariciaba el pelo —. Todos mienten.

Y tenía razón. Por más de que se había mostrado como el chico más dulce, cariñoso y respetuoso le había mentido. Y no con algo mínimo e indiferente.

— Soy una boluda — murmuró Bianca mientras sollozaba.

— No, Bianchu, no lo sos — Maia se separó un poco e hizo que la rubia la mirara —. Él te había vendido una versión de él y resulta que es una totalmente distinta — agarró una pañuelo y comenzó a secarle las mejillas —. El problema acá es él, vos no tenés la culpa de nada — le acaricio una de las mejillas haciendo que Bianca cerrara los ojos sintiéndose relajada —. Ahora, te vas a bañar, te cambias y me acompañas a hacer unos trámites. No voy a dejar que te quedes acá lamentándote por algo que ni es tu culpa.

Bianca le hizo caso y se fue hacia su baño. Se pego una ducha calentita y cuando salió se hizo su humilde skincare, sintiéndose un poco mejor. Se cambió y junto con Maia salieron del edificio.

Y debía comenzar a hacerle más caso a Maia, ya que cuando habían terminado de hacer los trasmites que su amiga necesitaba, habían ido a merendar y después se fueron a comprar cosas que quizás no necesitaban pero que eran lindas. Bianca se sintió bien.

Eso si, no había agarrado su celular en ningún momento por ende no había visto todos los mensajes que Pablo le había mandado. Había silenciado y archivado el chat con el sevillano y no volvería a hablarle hasta que ella se sintiera lo suficientemente lista.

esta mal pero podría estar peor

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esta mal pero podría estar peor.

𝐃𝐄𝐋𝐈𝐂𝐀𝐓𝐄 | Pablo GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora