Capítulo 2

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Desperté aún adolorido por los golpes que recibí anoche

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Desperté aún adolorido por los golpes que recibí anoche. Sigo acostado y percibo que esta no es mi habitación. Supuse que después de quedarme dormido en el auto, los chicos me llevarían a uno de sus apartamentos. Si no estoy tan desorientado, esta es mi habitación en el apartamento de Vidal.

La cálida luz del sol que se filtraba por las cortinas me pegaba en los ojos. Aun desorientado, me puse en pie y noté que solo llevaba unos shorts, los cuales dejaban ver todos mis delgados y blancos muslos. No traía camisa, imagino que los chicos me cambiaron mientras dormía.

Caminé por toda la habitación. Aunque no es ajena para mí, fui yo quien le pidió a Vidal que la decorara de tal manera que quedara más animada, porque bueno, tengo una habitación propia en cada uno de los apartamentos de mis mejores amigos.

Por ello, me tomé el atrevimiento de pedirles que decoraran la habitación a mi manera, sobre todo esta. Solicité que las paredes fueran de colores pasteles, sillones con colores fuertes y, de la misma manera, las alfombras. Se podría decir que esta habitación es la más colorida de todo el apartamento. Vidal es muy quisquilloso y no le gustan los colores, y menos de manera desordenada. De por sí, toda su casa es de color negro con detalles blancos. Lo bueno es que siempre cumplen mis caprichos, cada uno de ellos.

Caminé fuera de mi habitación, pasando por toda la sala hasta llegar al amplio despacho de Vidal. Al abrir la puerta, no esperaba encontrarme con los cuatro.

—Ey, chicos, buenos días —murmuré, fingiendo bostezar. Ya sabía que tendría que responder a muchas preguntas. Me acosté boca abajo en uno de los muebles que había en la habitación, tratando de evitar mirarlos. Me sentía un poco avergonzado por todo lo ocurrido la noche anterior.

—Te has despertado, Julls —pronunció Vidal.

—Ya has desayunado. Le he dicho al personal que te prepare algo —intervino Jean.

—¿Cómo te sientes? —preguntó Santiago.

—Quieres que llame al médico para que revise tu espalda —sugirió Gael.

Esperen, es mucha información. Déjenme terminar de despertar del todo. Alcé la cabeza para responder: —Si me dicen tantas cosas al mismo tiempo, no podré responderle a cada uno. Chicos, estoy bien. No se tienen que molestar. Sigan con lo suyo, estaré aquí en silencio.

—Julls, si te das cuenta, no tienes puesta ninguna camisa y tus shorts son muy cortos —reclamó Vidal mientras se acercaba hasta donde estaba descansando. Mi mente se aclaró, levanté mi cabeza y lo miré fijamente. —Te molesta que esté así. No es como si te estuviera seduciendo o algo parecido.

—Estoy totalmente de acuerdo con Vidal —intervino Santiago. —Julls, no es por ti, es porque tenemos una reunión con alguien y no creo que sea conveniente que te vean así.

—Te ves muy bien de esta manera, Julls... —indicó Jean acercándose a mí. Nuestros rostros quedaron muy juntos y pude sentir su cálida respiración golpeando mi nariz. Ese gesto hizo que mi corazón se acelerara, así que me levanté de un salto.

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