La señora Woodgate

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—Que el asesino haya colocado la cabeza de Henry específicamente aquí da a entender que robó la llave del despacho tras acabar con su vida. Es posible que estuviera dentro de sus planes.

Richard estaba posado contra el escritorio junto a la cabeza del muerto. La miró de reojo; durante sus largos años como policía de Nueva York había visto de todo, pero lo que descansaba en la superficie de la mesa era de un calibre diferente. Procedía de lo más oscuro y grotesco del alma de un ser humano.

—Eso me temo. —Ellery depuso la nota en la mesa y se volvió hacia su padre—. Creo que, de momento, no debemos comentar este hallazgo.

—¿Por qué?

—Si informamos de que la venganza movía al asesino, los de ahí abajo se van a cerrar en banda. Se quedarán para ellos sus problemas con el muerto. Manteniendo bajo nuestra posesión esta pista, es posible que podamos indagar en lo que nos cuenten sin que se percaten de nuestras intenciones. Es una pequeña ventaja.

Richard vaciló unos segundos.

—Te haré caso, pero si tu estrategia no nos lleva a ninguna parte, utilizaremos la nota. De momento hay que sacar el cadáver y la cabeza de las habitaciones. Creo que será mejor que los ocultemos en la bodega para quitarlos de la vista de curiosos.

—Se lo encargaremos a Shampson.

El inspector cogió el teléfono del escritorio.

—La maldita tormenta nos ha dejado aislados. Las líneas están cortadas.

—Una buena noticia tras otra —lo animó Ellery al ver el rostro desalentado del viejo inspector—. Podemos usar la incomunicación a nuestro favor. El asesino tiene que permanecer a resguardo en esta casa. Si jugamos bien nuestras cartas, daremos con él antes de que amaine... O con ella.

—Tienes razón, tienes razón. —Suspiró—. Bien, tenemos que quitarnos de en medio la conversación con la señora Woodgate. Es mejor que, por ahora, tampoco le digamos lo de la cabeza, la necesitamos lo más consciente posible.

*

Un susurro en el dormitorio los invitó a entrar. La tenue luz proveniente de las lamparitas que amparaban la cama aportaba a la estancia un matiz anaranjado. En las paredes, retratos de la familia y pinturas de cuantioso valor copiaban la estética del despacho dotándolo de mayor belleza. En un rincón, un tocador revestido en oro, una butaca con bordes dorados y un espejo de cuerpo entero eran el toque femenino que rebajaba la rudeza del resto de objetos decorativos. Frente a los ventanales, una chimenea de pizarra desprendía unas pequeñas pero bulliciosas flamas, manteniendo la habitación a una temperatura confortable.

—Acérquense —ordenó una leve voz.

Padre e hijo se aproximaron al dosel damascado de la cama y contemplaron la delicada figura de una mujer recostada contra el cabecero. Su rubia melena entrecana recogida en un moño perfecto afinaba aún más su rostro. Pero era perceptible el parecido con Elizabeth y la belleza que los años no habían borrado. Sus ojos examinaron a sus dos invitados con inquisitiva seriedad.

—Ustedes serán los Queen, las nuevas mascotas de mi marido —presupuso con un matiz afilado.

—Señora Woodgate, un placer conocerla al fin —obvió Richard la crítica—, aunque sea en estas terribles circunstancias.

—Shampson me ha informado —admitió, pero su voz no cambió ni mostró ningún ápice de sufrimiento—. Quiero saber quién ha asesinado a mi esposo, inspector.

La dureza de la pregunta sorprendió a Richard, que tardó en contestar.

—Aún estamos en ello, señora. Hemos calmado a los invitados y, en breve, empezaremos a interrogarles.

Ellery Queen: El misterio de la noche de Halloween #PGP2024Where stories live. Discover now