Rivales

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Desde su asiento en conjunto con las casas del Norte, Cregan fue testigo del estridente golpe con el que Aemond arremetió contra Lucerys. El alfa Velaryon reía sin disimulo masajeando ligeramente su rostro. Sin lugar a dudas y pese a su constitución más pequeña, el Omega Targaryen poseía bastante fuerza. Al joven lobo le bastó con contemplar aquella escena para comprender la clase de lazo que compartían. A primera vista podría parecer ser una relación con diferencias irreconciliables y un genuino odio mutuo pero entre ellos existía una fuerte confianza. El platinado podía estar maldiciéndolo con cólera en su mirada al castaño, sin embargo no se veía incómodo por su presencia ni por la manera en la que el señor de las mareas invadía su cercanía. Y Lucerys era consciente de esa ventaja, de como el muro de Aemond no era tan alto e impenetrable como su tío creía. Por lo que feliz de las atenciones de su Omega se alejo regalándole a Cregan una mirada llena de soberbia. El enigma a su vez embozo una sonrisa, su contienda se tornaba cada vez más interesante.

Muchos quizás desistirían con sus intenciones de cortejo ante un omega que tuviera el interés de un alfa como Lucerys Velaryon. El segundo hijo de Rhaenyra Targaryen gozaba de un atractivo casi animal, irresistible. Ligeros risos castaños que enmarcaban su varonil rostro, una estatura y complexión fuerte superior a la promedio de los alfas. Poseía un porte imponente únicamente comparado con el de su madre. Una mirada picara que combinada con esa sonrisa sínica, hacían suspirar a todo Omega que le contemplara. Y que decir de su fuerza en combate, el joven Velaryon era un experto jinete dragón y un gran navegante. Siendo tal su destreza que desde su partida con el actual señor de las mareas jamás había saboreado la derrota.

Pero Cregan no era ningún alfa común, él era un enigma. Y para el que se encontraba por encima de todos, no significaba ninguna amenaza las acciones que pudiera tomar en su contra el alfa Velaryon por el cortejo del que creía era "su" Omega. A pesar de ello algo amargo se encendió en su interior al recordar la naturalidad con Aemond había aceptado el tacto de Lucerys y su sentido más primitivo de posesión lo obligó a ponerse en pie dirigiéndose hacia el omega Targaryen, quien al verle cambio su semblante molesto y le regalo un cordial sonrisa.

-¿Me permitiría esta pieza mi príncipe?-

Aemond dudo un instante, deseaba negarse pero podía sentir la mirada asesina de su madre aún sobre sus hombros por su previo comportamiento. Por lo que sin muchas opciones para excusarse se puso de pie y tomo la mano del pelinegro quien más que complacido lo llevo al centro de la pista. Las feromonas cálidas de Cregan lo abordan de manera cautelosa, sus manos le toman con delicadeza. Una vez frente a frente el omega Targaryen finalmente puede ver la diferencia entre sus constituciones, el joven lobo era mucho más alto y robusto que el. Contrastando de tal manera sus figuras que su silueta se veía pequeña y delicada. El enigma sonríe al ver con curiosidad como el príncipe sigue admirando su figura y aprovecha la distracción del mismo para cortar la distancia entre ambos. Balanceándolo armonioso al compas de la melodía.

-Me alegra que haya aceptado. Sinceramente no creí que accediera tan fácilmente, estaba esperando una negativa de su parte-

-Es un tanto inquietante eso Lord Stark, podría preguntar ¿Por qué lo intentaría si sabe de antemano que ha de fracasar?-

-Pienso que uno persevera cuando se trata de alguien que realmente anhelas con fervor sin importar que tan adversa parezca la contienda-

-Creo que me le ha dado un significado demasiado grande a mi existencia. No creo ser digno de tal adoración-

-¿Por qué lo piensa de esa manera?-

-Soy un Omega, uno que no es particularmente hermoso ni tampoco adecuado para la crianza de sus vástagos o el matrimonio. Siempre he preferido la espada sobre la aguja. El calor del fuego de un dragón por encima de la calidez de una chimenea. Y usted es un enigma, un regalo de los dioses. Estaría desperdiciando la oportunidad de tener otro enigma en su casa al desposarse con un simple Omega como yo-

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