Código del caos [Código 002] [MO]

Capítulo 8: Maldecido por la debilidad.

Tras dejar a Luminosa descansando, Ànima pensó en dar una pequeña vuelta en su ciudad a modo de despeje y también vigilar que ocurría. No se iría muy lejos, pues tampoco quería dejar sola a Luminosa en un sitio que desconocía, y más siendo tan hiperactiva, que desearía ir a cualquier lugar como si fuera una cría pequeña.

Aun le sorprendía varios detalles sobre cómo funcionaba la raza de la luz, le daba vueltas a todo lo hablado mientras daba pasos tranquilos, mirando a su alrededor para encontrarse con su raza haciendo una vida que... por fin era tranquila.

Aquello lograba alegrar el corazón de Ànima, saber que por fin podían respirar la calma tras tantos intentos, aunque también habían tenido suerte de encontrar un lugar que no fuera hostil, que a nada más llegar fueran recibidos por la hospitalidad, cariño y confianza. Recordaba bien el momento en el que conoció Linee y fue bienvenida por Luminem, para luego ocurrir lo mismo en Custió.

Se le hacía gracioso de pensarlo, pero a la vez, su rostro se volvía más atento y firme. Ahora que habían sentido la paz, no podían dejar que aquel asesino hiciera de las suyas, que fuera acabando con todo lo que habían construido con paciencia y calma.

Recapituló todo lo vivido. Las preguntas de Lihuco fueron acertadas y las respuestas de Luminosa vinieron bien para saber un poco en qué situación estaban. Sabía que Lihuco desconfiaba de los Cineos, pero aquello era un error porque no sabía que en verdad ellos no eran agresivos, más al ser una raza casi extinta. ¿Qué sentido tendría atacar si son los primeros en defenderse y esconderse?

Aunque era cierto... que solo eran palabras que su diosa, Cuis, le había dicho. ¡Y no la cuestionaba! Jamás lo haría, solo que no había conocido jamás la ciudad de Seriu, y sabía que una cosa era contarla y otra vivirla.

—Debería ir allí... Capaz me encuentro con la elegida y me explica que es lo que ha ocurrido en verdad. No me creo que sea... agresiva —murmuró Ànima para sí sola.

No conocía a la elegida de Cin y aquello era algo que rondaba en su cabeza, ¿por qué Cin no presentó a su elegida a sus compañeros? O al menos decir su nombre. Ànima no sabía apenas sobre los Cineos, pero porque su diosa tampoco sabía mucho más que su forma de vivir.

Capaz si se adentraba no solo sabría cómo eran, sino que también comprendería más fu forma de ver las cosas y, con ello, obtener más pistas sobre lo sucedido.

La idea era genial, pero cuando dio sus primeros pasos, se acordó de Luminosa, provocando que su cuerpo se girara en dirección a su hogar. Se quedó en silencio, para al final con su cabeza.

—Solo será unos minutos, no creo que tarde más, aparte, es de noche, creo que Luminosa no se despertará hasta que amanezca —supuso Ànima mientras miraba el suelo—, y creo que es mejor que no venga, sino será más duro para ella remarcar tanto lo ocurrido, aunque lo intente ocultar.

Ànima no era tonta, sabía que Luminosa ocultaba sus emociones con aquella hiperactividad y felicidad. Recordó bien el momento en el que le dijo la noticia, como las lágrimas deseaban salir, pero la joven lo impedía con una sonrisa que simulaba ser radiante, diciendo que era capaz de hacer frente a esa verdad y que buscaría al culpable costara lo que costara.

No sabía si todos los Lumos eran iguales, pero tenía claro que Luminosa era especial en ese sentido, admiraba el hecho de que, a pesar de estar en una situación complicada, intentara ver la parte más positiva de las cosas, por ello no quería que fuera a Seriu, pues su raza... parecía ser más la negatividad y la paranoia.

Así pues, se puso en marcha y se dirigió a Seriu, siendo acompañada por la noche, donde la luna brillaba en su estado completo y bello, provocando que Ànima, más de una vez, se viera distraída por su belleza, agradeciendo que la presencia de esta la acompañara. Le pedía paciencia y su ayuda, pues sabía que esta situación no era nada fácil y no deseaba que fuera a peor.