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Harry y Alya decidieron llamar a su lechuza Hedwig, un nombre que Alya encontró en Una historia de la magia

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Harry y Alya decidieron llamar a su lechuza Hedwig, un nombre que Alya encontró en Una historia de la magia. Los libros del colegio eran muy interesantes, la pelinegra ya los había leído por completo.

La mañana del primero de septiembre Harry se despertó a las cinco de la mañana a alistar sus cosas.

—¡Por dios Harry, ¿Puedes dejar de hacer tanto ruido? —Alya se despertó de mal humor.

—Lo siento.

—¿Que hora es?

—Temprano. Aún no amanece.

Alya contuvo las ganas de golpear a su hermano. No tuvo de otra que levantarse. Reviso su lista para asegurarse de que nada le faltará y para pasar el rato comenzó a leer uno de los libros que había comprado en el callejón Diagon. Quiso dibujar un rato pero quería estrenar, (que compro cambiando algunos galeones por dinero muggle), su nueva libreta y carboncillos cuando estuviera en el tren o en el colegio.

Dos horas más tarde, los pesados baúles de Harry y Alya estaba cargado en el coche de los Dursley y tía Petunia había hecho que Dudley se sentara con los mellizos, para poder marchar.

Llegaron a King's Cross a las diez y media. Tío Vernon cargó los baúles de Harry y Alya en unos carritos y los llevó por la estación.

Alya pensó que era una rara amabilidad, hasta que tío Vernon se detuvo, mirando los andenes con una sonrisa perversa.

—Bueno, aquí están, muchachos. Andén nueve, andén diez… Su andén debería estar en el medio, pero parece que aún no lo han construido, ¿no?

Tenía razón, por supuesto. Había un gran número nueve, de plástico, sobre un andén, un número diez sobre el otro y, en el medio, nada.

—Que tengas un buen curso —dijo tío Vernon con una sonrisa aún más torva.

—Gracias por los buenos deseos —contesto Alya sarcásticamente.

Harry se volvió y vio que los Dursley se alejaban. Estaba llamando la atención, a causa de Hedwig. Tendrían que preguntarle a alguien.

—Es el momento de ser el hermano ejemplar y preguntar cómo llegar.

Harry detuvo a un guarda que pasaba, pero no se atrevió a mencionar el andén nueve y tres cuartos. El guarda nunca había oído hablar de Hogwarts, y cuando Harry no pudo decirle en qué parte del país quedaba, comenzó a molestarse, como si pensara que Harry se hacía el tonto a propósito.

Sin saber qué hacer, Harry le preguntó por el tren que salía a las once, pero el guarda le dijo que no había ninguno. Al final, el guarda se alejó, murmurando algo sobre la gente que hacía perder el tiempo.

Según el gran reloj que había sobre la tabla de horarios de llegada, tenía diez minutos para coger el tren a Hogwarts y no tenían idea de qué podían hacer.

SeptiternoWhere stories live. Discover now