capitulo 2

30 4 0
                                    

A Leah no le gustaba nada la idea de estar impresa en el chupasangre. Tanto porque no podía usarlo para olvidar a Sam como porque esta situación había generado un caos entre los ancianos.

Un lobo espiritual no debería poder imprimirse en un frío. No fue posible. La única razón por la que Jacob pudo imprimarse en Renesmee fue porque ella era mitad humana. 

Pero este no era humano, no medio humano, era un vampiro completo. Lobos espirituales impresos en humanos y otros lobos espirituales. Fue como fue.

Ella no debería haberse imprimado en él. No era normal. No fue posible.

Pero ella lo hizo.

Y evitarlo estaba empezando a hacerla sentir claustrofóbica. Como si algo fuera a pasar si ella no lo vigilaba. Pero, ¿qué diablos le pasaría a esa sanguijuela? Obviamente era el más peligroso entre los Cullen.

Ella lo siguió. Por extraño que parezca, no entró en la casa. Se detuvo antes de darse la vuelta y alejarse, captó el olor de Charlie Swan, extraño.

Se sentó en un tronco en algún momento y ella lo tomó para mirarlo. Él le devolvió la mirada. ¿Para ser sincero? Una parte de ella encontraba divertido como entre todos ellos éste parecía un león intentando y fallando en actuar como un gato domesticado.

Los Cullen se tomaron muy en serio su farsa humana.

Este ni siquiera podía parecer humano.

Lo vio ponerse de pie y pasar junto a ella.

Un poco.

Porque en un momento estaba pasando junto a ella y al siguiente estaba en el suelo agarrándose el estómago. Sus músculos se tensan y aunque no sale un solo sonido de él, ella siente el cambio en el aire. El dolor apuñala su piel como pequeñas agujas hechas de ácido. Bien.

Ella escuchó en algún momento sobre las extrañas sanguijuelas con poderes. El lector de mentes. El clarividente.

Y el empático.

Quería ignorarlo e irse, pero el lobo en ella se negó con uñas y dientes a abandonarlo cuando estaba en una angustia tan obvia.

-¿Estás bien?- cuestionó ella sin molestarse en acercarse. Se negó a dejar que esto la manipulara. No quería ser esclava de unos instintos animales que no había pedido.

Él no respondió.

El dolor contra su piel se estaba convirtiendo de agujas en cuchillos.

Y antes de que pudiera pensar en el resultado, se movió. En el segundo en que ella lo tocó, en el segundo en que él retrocedió. Pero ni siquiera un segundo después de que él la agarrara de los brazos y la derribara, sentándola a horcajadas contra el suelo y zambulléndose para hundirle los dientes en el hombro.

Ni siquiera le dio la oportunidad de tomar represalias porque se fue en un abrir y cerrar de ojos. Dejándola con llamas lamiendo su cuello y clavícula

 Dejándola con llamas lamiendo su cuello y clavícula

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
La bestia bajo la luz de la luna Donde viven las historias. Descúbrelo ahora