nueve

1.2K 144 17
                                    

juan bajó las escaleras de su casa dando pequeños saltitos mientras tarareaba una de sus canciones favoritas, irradiando felicidad con solo mirarlo. Xena se detuvo al verlo, extrañada por la aparente alegría de su hijo, y no es como que él fuera un chico triste, pero no siempre lo veía así de feliz, por lo que fácilmente pudo deducir que algo realmente bueno le había pasado, agregando el hecho de que ese sábado se había levantado más temprano de lo habitual.

-buenos días, mamá- saludó el menor, dejando un corto beso en su mejilla antes de sentarse en su silla en donde su desayuno ya estaba servido -es un día muy maravilloso, ¿no lo crees?

-buenos días, juan- tomó asiento a su lado en la mesa, revolviendo un poco su cabello de manera cariñosa -¿a qué se debe que estés tan animado hoy?- cuestionó.

-spreen me dejará conocer a sus gatitos- respondió, dándole un sorbo a su chocolatada.

-¿spreen?

-sip- asintió repetidas veces -spreen, el chico lindo de la biblioteca a la que voy todos los días.

-oh...- asintió, esbozando una sonrisa -¿ese chico te gusta?

-¡mamá!- la miró, sus mejillas sonrojándose levemente.

-vamos, no puedes ocultarme eso, se te nota mucho.

juan escondió su rostro entre sus manos, sintiéndose un poco avergonzado. su relación con su madre no era mala, se tenían mucha confianza, pero cuando se trataba de hablar sobre esos temas, se sentía un poco apenado. podía hablarlo con ari porque era su mejor amiga, pero a veces su mamá solía ser un poco intensa.

-bueno...si me gusta- confesó. -hasta ahora, no ha huido de mi, supongo que es una buena señal, ¿no?- su sonrisa se debilitó un poco, alejando esa idea en la que spreen no volvía a hablarle por su forma de ser, así como todos terminaban haciendo.

-cariño...- tomó sus mejillas y las acarició, regalándole una sonrisa tranquilizadora -no se alejará de ti, eres el chico más lindo del pueblo.

-mentiras, ese es roier- hizo un puchero y agachó la mirada, recordando que era su competencia más fuerte por el momento -a spreen le gusta roier, él me lo dijo.

-¿invitó a roier a conocer sus gatitos?

-creo que no- negó con la cabeza, esbozando una sonrisa ante ese hecho, porque eso significaba que de alguna manera, era más especial que roier.

-entonces no te desanimes y disfruta tu día- aconsejó, regresando a su desayuno -pero no insistas si él te pide que no lo hagas, eso podría incomodarlo. tampoco quiero que te ilusiones mucho, ¿está bien?

juan sintió una fea sensación en su pecho ante esa realidad de la que estaba consciente, pero ignoraba. claro que no se sentía bien, durante esos días se había estado esforzando en llamar su atención con sus comentarios sugerentes, ignorando que al chico de sus sueños le gustaba alguien más. suspiró sonoramente, recargando su mentón en su mano, haciéndose la idea de que quizás, su madre tenía razón aunque no quería aceptarlo, él quería seguir conquistándolo hasta que lo aceptara en su corazón.

solo hasta que spreen decidiera alejarlo o rechazarlo.

ꪆ୧

spreen miró la hora en su reloj para asegurarse de que había llegado a tiempo, camino a paso rápido hasta que logró ver a lo lejos a juan sentado en una banca del parque, moviendo sus pies mientras su mirada no se despegaba de una pequeña ardilla que había bajado por el tronco de un árbol cercano.

sonrió inconscientemente y se acercó, cargando con sus brazos el kennel en el que transportaba a sus pequeños gatos, agradeciendo que fueran tranquilos y se mantuvieran quietos durante su camino hasta ahí, porque sino, el corto viaje hubiese sido más cansado.

-te pareces a esa ardilla- fue lo primero que dijo al acercarse al castaño, causando que se girara a verlo tan pronto escuchó su voz.

-¿eso quiere decir que soy lindo?- sonrió, pestañeando varias veces con ojos brillantes.

spreen tardó unos segundos en reaccionar, y no fue hasta que uno de sus gatos se movió de manera brusca que salió de ese corto trance. carraspeó y apartó la mirada, dejando el kennel en la banca junto a juan, ahora los dos prestando atención a los pequeños animales.

-traje a los tres.

-¿son tres?- preguntó emocionado, tratando de verlos a través de los pequeños huecos.

-si, todavía están pequeños así que puede que sean un poco ariscos y te arañen.

-¡ay!- exclamó, sobando su dedo mientras un puchero se formaba en sus labios.

uno de los gatitos lo había mordido cuando intentó acariciarlo.

-te dije que tuvieras cuidado- suspiró.

-me lo dijiste muy tarde- frunció el ceño, pero su humor cambió de nuevo al escuchar la risa de spreen, no podía evitar sentirse bien al escucharlo.

-vamos, busquemos un espacio para sentarnos.

juan asintió y siguió al mayor dentro del parque, encontrando minutos después un buen lugar en el cual sentarse. spreen extendió una manta lo suficientemente grande para los dos sobre el césped, y cuando ya se encontraban sentados, sacó a sus tres gatos. al principio, no se sentían en mucha confianza para salir, pero cuando spreen sacó un poco de comida, salieron, echando un vistazo a su alrededor antes de dirigirse directamente hacia su comida.

-ese fue el que me mordió- señaló a uno de ellos, apenas tocándolo porque no quería molestarlo.

-ah...él es carru, el más pequeño.

durante largos minutos, juan se mantuvo entretenido con los pequeños gatos, le costó un poco aprenderse sus nombres e identificarlos, pero lo logró más rápido de lo que creyó, sintiéndose orgulloso de su buena memoria.

spreen estuvo en silencio durante mucho rato, riendo cada vez que juan se emocionaba porque uno de sus gatos escalaba sobre él, y a pesar de que le metían sus cortas pero afiladas garras, parecía que no le importaba mucho, se notaba en la sonrisa y la emoción que transmitía.

-iré por algo de comer, ¿se te antoja algo?- preguntó el pelinegro, sacando su billetera para segundos después levantarse.

-uhm...- lo penso unos segundos, prestándole más atención a los cortos rasguños que dos de los pequeños gatitos dejaban en su piel mientras se sostenían de su camisa sin querer soltarlo -si... quiero un algodón de azúcar.

-¿solo eso?- juan asintió sin mirarlo -bueno, regreso enseguida.

spreen se alejó un poco en busca del puesto de algodón de azúcar que estaba seguro que vió cuando llegó, apresurándose para no dejar mucho tiempo solo a juan porque a pesar de que le habían dicho que ese pueblo era muy seguro y tranquilo, no quería arriesgarse.

encontró el puesto luego de caminar un poco, compró dos algodones de azúcar y un par de bebidas para acompañar. cuando ya se encontraba listo, regresó por el mismo camino, yendo un poco más lento debido a que se entretuvo con su entorno, apreciando las áreas verdes y los juegos del parque, acostumbrándose poco a poco a ese ambiente que sería su nuevo hogar.

pero su calma desapareció cuando se acercó hacia donde estaba el castaño con sus gatos y se encontró con unos chicos rodeando a juan.

lo notó, claro que notó su puchero remarcado, sus cejas fruncidas y su mirada afligida, la manera en la que abrazaba a sus gatitos sin decir palabra alguna. notó las risas egocéntricas, las risas burlonas y los gestos inadecuados de los otros chicos.

lo estaban molestando, y no, no iba a dejar que eso pasara, por lo menos no con él cerca.

la librería ★ spruanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora