Rojo

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Ella tardó en responder. Revisaba la palma de su mano, fruncía el ceño.

—¿Y si es mi culpa? ¿Que desconozca lo que tengo? Si ellos no se enteran y yo nunca me porto bien, ¿lo busco? —cuestionaba entrecortada, dio varios parpadeós.

Harrison suspiró y aguantó la respiración, le hizo señas para atraerla, ella deprisa se sentó a su lado, incapaz de verle a la cara.

—Nacer como lo has hecho no es tu culpa, nadie debería recriminarse por venir al mundo tal cual estuvo, es diferente si sentenciamos sus acciones actuales, es gracias a sus genes que tendrá ciertas cosas siempre, sin embargo, al madurar, su personalidad es su responsabilidad. Tú todavía eres mi obligación, y hasta ahora nada te fuerza a encargarte, tus acciones dependen de mí, así que, es mi culpa, y la de Kaly —cada palabra salía pesada, además, movía la pierna.

—No les contaste que eres culpable, odio que me vean con miedo, así odio tener amigas, al menos, no sé cómo es tenerlas. ¿Qué dices con nacer tal cual están? ¿Por qué estamos diciendo estas cosas? Sigo sin saber qué sucede ahora, nunca lo hago, pero hoy es demasiado; ahora me cansa la idea de desobedecerte —abrazó a la muñeca de ojos de botón y rascó sus hilos.

—Tu comportamiento, tu personalidad, tus actos, tienden a estar inusuales, eres llamativa, los adultos no saben tratarte y los niños te temen o creen que eres inferior, ves las cosas diferentes. Es difícil que yo te diga qué es lo que te afecta, un profesional, apodémoslos: doctores del ser, ellos estudiaron y trabajan encontrando y apoyando a las personas que no perciben las formas de la misma manera que la mayoría, no siempre es malo, solo... Falta enterarnos —cruzó los brazos e intentó enfocar—. Los maestros suponen que eres revoltosa... Y Azor propone que en tu cabecita faltan tornillos para distinguir a las lagartijas del color correcto; poco antes de irnos, tus profesores me pidieron mi opinión acerca de trasladarte a una "clase especial", Kaly extravió la petición escrita, ella lo habría aprovechado, pues, estarías lejos —casi con la piel rojiza-morada continuó— No puedo afirmarte tu futuro ni lo de ahora. Te llevaré con un especialista, ya te lo compliqué al encerrarte —esperó en silencio, observando cada manerismo de su parte.

—Sospechaba que solo la escuela me amenazaría, por ti no aseguro por qué soy anormal, eres inteligente y aprendiste todo, los demás son más tontos que tú, igual que yo, andaré perdida si me dejan con los bobos, me faltará ayuda si actúan de esa manera cuando no me comprenden, aunque me siento parte de los demás. Cuéntame sobre tu caso actual —se había tirado en las sábanas en posición de estrella, abría y cerraba los puños.

Harry entrelazó las manos, respiró profundo, relajado, recobró su blancura habitual.

—Me asignaron a un adolescente que amenazó a unas abuelas adineradas en un club de natación usando una pistola falsa, él me admitió que sí lo hizo por dinero y que un amigo le auxilió durante el atraco. Mi trabajo es buscar una forma de demostrar que es inocente y que es una víctima de algo que lo justifique, ¿qué crees que es lo mejor? —era costumbre indagarle.

—Entrega al amigo. El amigo, sí, él, porque alguien debe irse —arrugó la frente y forzó el volumen.

—Lo considero... ¿Me entregarías si te evitara un regaño? —cuestionó fingiendo poco interés.

—Depende, me prometerían diversión, por ejemplo: vales unas galletas, pero, la policía me devolverá, y estaré peor sin ti, nos amamos mucho, Azor también, él me enseñó fuego salido de su lengua y me presentaron a Zephyr ¡Él también ve a las lagartijas en otro color! Y hablamos de la colección de autos de Azor, y sobre que eres malo, aunque me amas y eso importa. Tú te negarías a cambiarme, ¿verdad? Estoy por encima de cualquiera —se talló los ojos.

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⏰ Última actualización: May 26 ⏰

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Mi Pequeña Muñequita Roja | Trilogía |H.S.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora