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¿Qué debía hacer ahora?

Sus besos se sentían en mi cuello como pequeños y delicados toques de pétalos de rosas, su nariz me causaba cosquillas y escalofríos; los pequeños vellos como lanitas de nuestros cuerpos causaban una especie de sensación electrizante, era como si pequeñas hormigas me caminaran por toda la piel. Me tenía prendada en contra de la cama, entrelazando sus manos con las mías. Eran tibias y suaves al tacto, sus dedos eran muy largos, eran 3cm más grandes en todo. Sus manos pálidas y blancas como la nieve jugueteaban con las venas de mis muñecas, acariciándolas y regalándome más de un millón de sensaciones y pasiones nuevas.

Me derretía con cada uno de sus besos, las palabras de Suguru desaparecieron de mi mente igual que el malestar creciente.

Tuvo más dominio de la situación, afincó el pulpejo de su mano haciendo presión en mis muñecas, para inmovilizarme, para no poder zafarme con tal facilidad de sus caricias. Sus pestañas revolotearon y sus ojos, brillantes y centelleantes como el mismísimo cielo me sonrieron. Relajó la tensión de sus brazos y se encorvó hacia mis labios, de su boca escaparon jadeos continuamente, sus mofletes estaban teñidos de un color carmesí tenue.

-Es increíble que, incluso en este momento, seas capaz de frustrar mis deseos-mostró una sonrisa amortiguada, miré por el rabillo de ojo sus manos, las cuales estaban sudando y heladas.

El albino se echó en mi pecho con su pulso temblando, los latidos de su corazón se amplificaban hasta mi cuerpo, cada vez que su corazón palpitaba, yo podía sentir con la fuerza en lo que lo hacía.

-¿Q-Qué pasa, Satoru?-me arrimé más a la cabecera de la cama quedando sentada, Satoru seguía acostado en mi regazo como un niño.

-______, lo siento-musitó-Yo no quería actuar de esa forma.

Sonreí de medio lado, él justo ahora estaba como un pequeño niño, vulnerable e inocente. Ahora que lo notaba, Satoru bajaba sus defensas cuando estaba conmigo. Él se volvía alguien diferente. ¿Cómo voy a creerle algo de eso a Geto? Es más que ridículo pensar que Satoru pueda traicionarme.

-No te preocupes, Satoru. Los momentos de inseguridad son normales.

El alzó su mirada hacia mi rostro.

-¿Inseguridad?¿Yo?-bufó y volvió a ser él mismo, levantó de mi regazo por inercia y se cruzó de brazos, acercó su rostro al mío. Sus ojos eran fijos e intensos, como los de un águila. Alzó su comisura izquierda en una mueca traviesa, al mismo momento acarició con sus yemas mis mejillas con tal suavidad que nunca creerías que él sería capaz de ser el responsable de tal delicadeza, soltó una risita al yo tener toda mi atención sobre él-Por Dios, ______-afincó sus palmas en mi mejillas y arrastró mi rostro hacia su territorio; mi corazón empezó a palpitar en un mil porciento.

Él estaba tan cerca que apenas podía pensar.

-¿Qué parte de que te quiero sólo conmigo no entiendes?No quiero verte con nadie más, me gusta verte con nadie aparte de mi...¡Estos malditos celos son de posesividad, niña tonta!-vociferó con fuerza.

-Satoru...-me quedé sin palabras. ¿Cómo él podía pasar de una persona tierna y tranquila y dar un escalón a alguien dominante y posesivo?

Me gustaba ese lado de Satoru, me gustaba que me celara, me gustaba ese tipo de atención. Pero en lo que ambos nos perdimos en la mirada del otro, Kuroi-chan tocó la puerta.

-¡______! ¿Estás lista?-le dio tres toquecitos más a la puerta.

Satoru y yo abrimos los ojos a la par con sorpresa, ambos nos separamos y yo me levanté frenéticamente hacia la peinadora.

Ame no Shita| Satoru GojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora