Capítulo 4

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— Lixieee... tengo hambreeee...

Los dos estudiantes sacaron la cabeza de sus libros cuando escucharon la voz del pequeño. Felix le echó un vistazo al reloj de pared y frunció el ceño.

— Lo siento, peque, se me ha pasado la hora de merendar. Hyung, ¿te importa que tomemos un descanso? A nosotros tampoco nos vendría mal parar un poco.

Hyunjin asintió y frotó sus ojos intentando despejar la vista, llevaban más de dos horas sumergidos entre documentos. Si bien no tenía queja alguna por haber tenido la oportunidad de observar a Felix todo lo que había querido y más, él no estaba acostumbrado a trabajar tanto.

Y, si aquella tarde había descubierto algo, no era que los autores del romanticismo vivían en un estado permanente de disconformidad, si no que Felix, a parte de ser el chico más bonito del mundo, era tremendamente inteligente. Quizá Hyunjin no estaba poniendo toda su atención en aquel trabajo, pero cómo hacerlo si tenía sentado a apenas unos palmos de distancia al chico del que estaba perdidamente enamorado. Felix siempre hablaba con dulzura y se explicaba con calma y paciencia, sonreía amablemente y arrugaba su pequeña nariz cada vez que algo le confundía. Hyunjin también pudo apreciar que el omega tendía a morder su labio inferior cuando se concentraba y, en esos momentos, el alfa no podía hacer más que mirar embelesado cómo la tentadora carne era apresada entre los dientes blancos y perfectos. Realmente, nadie podría culparle por su falta de concentración.

Felix era el prototipo perfecto de omega, todo en él incitaba la atracción de los alfas; su mirada chispeante, sus labios gruesos y apetecibles, su piel pecosa perfecta y su olor... su olor. Hyunjin podría escribir mil y un poemas sobre la esencia del omega, y ninguno se acercaría siquiera a describir la perfección de aquel olor. Nunca había estado lo suficientemente cerca de Felix como para apreciar su aroma de omega con exactitud y, una vez lo hizo, su lobo interior se volvió automáticamente adicto a él. Felix olía a vainilla y canela, a manzanas asadas y a caramelo líquido, olía a infancia y a hogar, dulce y acogedor, suave y enloquecedoramente embriagador. Hyunjin debía contenerse mucho para no asaltarle y deslizar la nariz por su esbelto cuello, bebiendo de aquella esencia con deleite. A ese paso, su lobo enloquecería.

— ¿Qué quieres merendar?

Felix había alzado a su pequeño hermano y lo mantenía sobre su regazo.

— Mmm... — El niño se llevó su pequeño dedo índice a la barbilla y miró al techo, meditando su respuesta.

— ¡Galletas con chispitas de chocolate! — Exclamó al fin abriendo sus brazos.

Felix rió y revolvió el pelo de su pequeño hermano en un gesto cariñoso.

Hyunjin no podía hacer más que contemplar la familiar escena, algo en su interior se revolvía al ver a Felix siendo tan dulce con el pequeño, algo cálido y desconocido para él. La palabra "hogar" resonaba en algún rincón de su subconsciente, pero desconocía su verdadero significado.

— Bien, vamos a ver si mamá no se ha comido las galletas que sobraron. — Dijo Felix dejando a Sunoo en el suelo. — Hyung, ¿quieres galletas?

Hyunjin contempló la amable sonrisa de Felix y asintió. Quizá, el sentido de la palabra "hogar" se escondiera tras aquella hermosa expresión.

Los dos hermanos se perdieron por el pasillo, dejando a Hyunjin solo en el salón. El alfa se levantó de la silla y estiró su cuerpo, escuchando el crujir de sus articulaciones como respuesta. Dio una pequeña vuelta por la estancia, deteniéndose a observar el mueble de la televisión y la decena de fotos que lo adornaban. En ellas se veía a un Felix más joven, con su rostro más aniñado y una figura menos marcada. Aún así, igual de hermoso a los ojos de Hyunjin. También había fotos de Sunoo de bebé, y otras tantas de los dos hermanos juntos, sonriendo alegremente a la cámara. Hubo una foto que llamó en especial la atención de Hyunjin, en ella también salían los hermanos, pero no estaban solos. Una pareja se encontraba junto a los chicos, sonriendo con serenidad. La mujer era hermosa, con un cabello negro azabache y un rostro fino y elegante, de baja estatura y ojos grandes y despiertos. Entre sus brazos, envuelto en una manta azul celeste, sostenía a un pequeño bebé que alzaba su manita intentando atrapar uno de los mechones rebeldes del cabello de su madre. Junto a ella se alzaba un hombre de aspecto exótico, con marcados rasgos europeos. Era alto, de piel bronceada y ojos azules intensos, una espesa mata de cabello rubio caía en ondas sobre su frente. El hombre rodeaba con uno de sus brazos la cintura de la mujer, mientras posaba su otra mano en el hombro de un muchacho, un chico sonriente de unos trece años, con cabello rubio y mejillas abultadas. Sonrió, ahora entendía de dónde había sacado Felix su peculiar cabello.

— Aquí están las galletas.

Hyunjin se giró sobresaltado en cuanto escuchó la voz del omega.

Felix dejó la bandeja que traía sobre la mesita de café y se sentó en el mullido sofá de estampado floral que presidía la sala. Su pequeño hermano prefirió dejarse caer sobre el parqué. Hyunjin los miró, sin saber muy bien si debería acompañarlos, hasta que Felix palmeó el hueco junto a él en el sofá.

El alfa se sentó, bastante cerca de Felix si consideramos que era un tresillo. A ninguno pareció molestarle.

— He traído zumo de manzana, no sé si te gusta.

— ¡El zumo de manzana es lo mejor! ¡Es el favorito de Lixie y mío!

Hyunjin sonrió sutilmente mirando al pequeño.

— Así que es el favorito de Lixie.

Sunoo asintió.

— Entonces me encantará.

Y el alfa tomó el vaso y lo llevó a sus labios, ignorando el sonrojo que había aparecido en las pecosas mejillas de Felix.

— ¡Lixie parece un tomatito! — Exclamó Sunoo.

Felix adoraba a su hermano pequeño pero, en aquel momento, bajo la divertida mirada del alfa que tan nervioso le ponía, habría deseado tener algo de esparadrapo para cubrirle la boca, o una bolsa para ocultarse de la tremendamente atractiva sonrisa ladeada de Hyunjin.

Felix adoraba a su hermano pequeño pero, en aquel momento, bajo la divertida mirada del alfa que tan nervioso le ponía, habría deseado tener algo de esparadrapo para cubrirle la boca, o una bolsa para ocultarse de la tremendamente atractiva sonris...

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