CAPÍTULO 11: ¿Qué hacemos?

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𝚃𝚛𝚎𝚜 𝚖𝚎𝚜𝚎𝚜 𝚍𝚎𝚜𝚙𝚞é𝚜.

        Gracias a La Fiesta de las Naciones, ahora el compromiso de Nezuko con Kaigaku era público, y lo único que quedaba era anunciar el día en el que finalmente se llevaría a cabo la no esperada boda.

        Volviendo al tiempo actual, en esos momentos el futuro rey del País del Relámpago se encontraba en su oficina. Ya había sido capacitado con la ayuda de Kokushibo, quien era el responsable de estar prácticamente todo el tiempo al pendiente de su rey. Y ahora mismo, el prometido de Nezuko discutía unos asuntos...

        —No creo que invertir en esas tierras sea viable. Mejor deberíamos ocuparnos de los terrenos que ya tenemos —argumentaba el mayor de cabello negro y rojo.

        —¿Quién tiene la autoridad aquí, 𝑠𝑒𝑛𝑒𝑠𝑐𝑎𝑙? Te recuerdo que yo doy las órdenes, tú sólo obedeces.

        Sin argumentos para tal falta de respeto, el Tsugikuni se limitó a asentir con la rabia a flor de piel.

        —¿Cuánto desea invertir en ese territorio, 𝑠𝑒ñ𝑜𝑟?

        —Creo que diez millones está bien —declaró con total tranquilidad, como si estuviese dando el pronóstico del clima.

≪ °❈° ≫

        En otra parte del castillo, Nezuko y Zenitsu se habían reunido para hablar sobre aquel beso en el Festival de las Naciones.
A pesar de que ya habían trascurrido tres meses, para ambos el tema seguía fresco, y hasta el presente día, ambos se sentían un poco incómodos por ese recuerdo.
Pero la incomodidad no provenía del pensamiento de "fue un error"; la incomodidad era porque 𝗾𝘂𝗲𝗿í𝗮𝗻 𝘃𝗼𝗹𝘃𝗲𝗿𝗹𝗼 𝗮 𝗿𝗲𝗽𝗲𝘁𝗶𝗿.

        —Zenitsu, ¿ahora qué debemos hacer?

        La fémina le miraba la espalda, puesto que él —válgase la redundancia,— estaba de espaldas a ella, lamentándose con los puños sobre el tocador de la habitación y la cabeza inclinada hacia abajo.

        —No lo sé. Me siento muy mal porque esto no es correcto. Eres la prometida de mi hermano, y no puedo sentir nada por ti.

        El chico se volteó y avanzó hacia ella, hasta que finalmente quedaron a tan sólo centímetros de distancia.

        —Intento contenerme, pero besarte se siente malditamente bien.

        Nezuko nunca lo había escuchado decir palabras altisonantes, por lo que aquello le sorprendió un poco. Aunque no opuso resistencia en el momento en que el mayor la tomó de la cintura con delicadeza y probó su boca otra vez.

        La de cabello negro se dejó llevar de igual manera, y lo único que pudo hacer fue corresponder.

        —Detesto estar cerca de ti y no poder besarte ni acariciarte —dijo él entre beso y beso.

        —Desde ese día en el Festival de las Naciones, no he podido dejar de pensar en el beso que me diste.

        —Antes lo dudaba pero ahora estoy más que cien por ciento seguro.
Nezuko, estoy enamorado de ti.

        —Y yo de ti, Zenitsu.

        El rubio en un momento dado separó sus labios de los de ella, y bajó para continuar besando su cuello. Y ya que la chica siempre mantenía su cabello recogido, esto le facilitó a él el acceso a esta zona.

        Ambos de nuevo estaban dejándose llevar por las sensaciones, por lo prohibido, por el amor que sentían hacia el otro.
Y la situación habría avanzado más, de no haber sido por...

        —Zenitsu —lo llamó la joven entre pequeños jadeos. Él había bajado un poco el cuello de su vestido intentando no rasgarlo, y siguió depositando besos en su hombro, excitado.

        —¿Mm?

        —Nos van a ver —fue entonces que el Agatsuma volvió a recobrar la compostura y se alejó un poco del cuerpo de su contraria, solo lo suficiente para poder mirarla a los ojos—. Además de que esto no es correcto. Nos guste o no, soy la prometida de Kaigaku y... Debo respetarlo.

        —Pero él no te respeta. Él ha de pasar las noches entre botellas de alcohol y quién sabe cuántas mujeres.

        —Zenitsu —lo tomó de la mejilla con cuidado, y el de ojos amarillos se recargó ligeramente en la suave y pálida mano de la muchacha, disfrutando del contacto—, sé bien que Kaigaku no me es fiel, e igualmente sé que tampoco me quiere, pero no por eso yo debo ponerme a su nivel.

        —¿Eso significa que no volveré a besarte? —preguntó con evidente tristeza en su voz.

        —Intentemos no dejarnos llevar por nuestros deseos. Por ahora.

        —¿Puedo preguntarte algo? —no sabía completamente si se debía a la distancia, pero podía ver un asomo de rabia en los orbes amarillos del príncipe.

        —Dime.

        —¿Kaigaku y tú han hecho algo? —no era necesario preguntar para saber a lo que se refería.

        —No. Es más, él... Ni siquiera voltea a verme.
Desde esa noche en la que tuve que patearlo para que me dejara, no ha intentado nada.

        —Discúlpame por preguntar algo así en momentos como este, es sólo que me llena de celos saber que podría besarte si tú se lo permites.

        —¿Ahora puedo preguntarte algo yo a ti?

        —Claro.

        —¿Qué fue lo que pasó esa vez? En la que dormí en tu cuarto.

        —Peleamos y por poco llegamos a los golpes.
Estuve a punto de golpearlo porque te insultó repetidas veces. Ya sabes el vocabulario tan grosero e impropio que usa.

        —Gracias —después de esto, fue ella la que acortó la poca distancia que los separaba, y se acurrucó en su plano y fornido pecho.

        —¿Por qué? —correspondió al abrazo.

        —Por haber estado al pendiente de mí y por cuidarme desde que llegué.

        —No tienes que agradecerlo. Aunque si quisieras, podrías hacerlo con un beso.

        —¿El último? —preguntó con la decepción palpable en su voz.

        —El último —confirmó el muchacho con tristeza y la mirada perdida en algún punto de la habitación.

¿Traición? [ZeniNezu].Where stories live. Discover now