Doble culpabilidad

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Los escuálidos pómulos de Tom se endurecieron. Sus pupilas trepidaron.

—E-estás... estás viva.

Frente al hermoso engaño que sus pesadillas transformaban en un cuerpo sin vida, con el himno susurrante de la sociedad neoyorkina haciéndole dudar de su inocencia, le fallaron las fuerzas.

—¿Por-por qué? —balbució sosteniéndose al hombro de su abogado—. Yo creía... Se suponía que yo... Te maté... —La malicia que brotaba de aquel iris turquesa lo enmudeció.

El inspector Queen hizo una seña al abogado, que abandonó la estancia.

—Permíteme serte de guía en este caso y su resolución, Tom, te lo agradecería —intervino Ellery—. Trataré de ser lo más fiel posible a la versión de Marien. Puede corregirme cuanto quiera —puntualizó.

Los ojos retadores de Marien se posaron en el escritor.

—Bien —se masajeó las manos, impaciente—: Hace unos días pedí a Tom que me contara cómo comenzó la relación sentimental con la señorita Marien Simonson. Según su versión, fue amor a primera vista en una galería de arte. ¡Zas! —dramatizó chocando las palmas—, con una sola mirada, saltaron fuegos artificiales. ¿No os recuerda al argumento de cualquiera de esas novelas románticas? ¡En fin!, perdonad por desviarme del tema —se excusó con una corta reverencia—. Una mujer joven y bella, con buen gusto, que muestra especial desinterés a los intentos de conquista del atractivo hombre de negocios que ha puesto los ojos en ella. Tom estaba maravillado; la inocencia de Marien despertaba su instinto de protección. Y esta necesidad se hacía más acuciante a medida que Marien mencionaba las vicisitudes con las que había tenido que lidiar en su vida. —Ellery agachó el mentón y negó. Luego carcajeó.

>>—Marien era distinta al tipo de mujer que Tom solía frecuentar y, como me confesó, quería más de ella. Marien estaba dispuesta a consentir sus deseos, por supuesto. El amor también se había colado en ese corazoncito latiente, pero no iba a asumir un rol pasivo, qué va. Impondría sus propios límites. Y eso terminó por hechizar a Tom. Una experiencia nueva que rompía todos sus esquemas, pues era un principiante en esa "tontería" de tener en cuenta las necesidades de sus parejas. El carácter de Marien le tenía cautivado, y desencadenó posteriormente en una impulsiva propuesta de matrimonio. Algo insólito que sorprendió a todo su entorno, como mencionó en la primera reunión que mantuvimos. Pero todo era perfecto. Poseía una preciosa esposa aficionada a la pintura que había dejado atrás su insulso trabajo para dedicarse en cuerpo y alma a él, o casi.

—Eso no...

—La exhibías frente a tus conocidos en cada fiesta o evento al que asistíais —prosiguió—. Aunque el Tom del pasado no se había desvanecido por completo. Había dejado un rastro de migas de pan en tantas ocasiones que, dada su lista de antecedentes, era inevitable que surgiera algún contratiempo. Aquí es donde entran en juego dos personas: Alessandro y la señorita Greenhill.

—No... no entiendo adónde quieres ir a parar —replicó Tom con voz cansada.

Ellery se acomodó en uno de los pilares de la cama.

—La señorita Greenhill carece de importancia en esta historia. Su afán era acostarse contigo. Que estuvieras casado le era indiferente. Por otro lado, tenemos al italiano. —Chasqueó la lengua al evocar su encontronazo con Alessandro—. Un mujeriego con poco seso que alardea de las mujeres que han caído en sus redes. Entre ellas, Marien. ¿Recordáis aquel día en el Soho?

Tom eludió mirar a su esposa.

—Para Alessandro no fue más que un encuentro fortuito que podía alegrarle el día. No esperaba que Marien, o Rose, reaccionara a la defensiva. Negó fervientemente haber mantenido una relación íntima con él. Si a eso le añadimos el mosqueo de Alessandro cuando yo la llamé por su verdadero nombre en lugar de aquel con el que la había conocido... Un cóctel explosivo que su ego no podía aceptar. De todas formas, fue gracias a él que descubrimos la existencia de una habitación alquilada a nombre de Rose, aquella con la que había mantenido varios encuentros, en el McSorley's desde hacía más de cinco meses. Una mujer, según el testimonio de Alessandro, calcada a Marien. Eso sumaba puntos a la hipótesis de la infidelidad. Pero ¿cómo era posible que en los extractos bancarios de Tom no hubiera constancia de retiradas de efectivo? ¿Y quién era aquella doble de Marien?

Ellery Queen: Pronóstico de muerteWhere stories live. Discover now