2. El valle de Eyren (2/2)

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—No tiene ninguna gracia, Zoe.

Removí los guisantes de mi plato, frunciendo el ceño. Zoe acababa de describir la aparición de los «endemoniados pompones» —como los llamaba Ezra— como «el suceso más divertido de la semana».

Cuando Zoe estaba callada parecía un cervatillo. Tenía el color chocolate en el cabello y en la mirada que hacía a cualquier chica innatamente dulce. Sus dientes blancos resaltaban contra su piel bronceada, un tono que yo solo conseguía después de un verano en la playa. Sin embargo, esa apariencia la arruinaba la permanente sonrisa torcida de quien tiene un plan en el que prefieres no verte involucrado.

Si Zac era mi mejor amigo, ella era su equivalente femenino. Por algún misterio de la naturaleza, las amistades íntimas surgían a menudo en grupos de tres. Los maestros tendían a ignorar ese orden natural de las cosas y solían preferir que trabajásemos en parejas. Eso, en nuestro caso, hacía que tuviéramos que tomar la dura decisión de a qué miembro abandonar. La última vez había sido el turno de Zoe, que había acabado emparejada con Alane en la cacería.

Zoe la había invitado a sentarse con nosotros. Apenas había participado en la conversación, pero sonrió tímidamente cuando se dio cuenta de que la miraba. Tenía una sonrisa agradable. Dejó de lado unos pequeños papeles con los que llevaba un rato jugando.

―¿Eso son entradas de cine? ―pregunté, buscando desviar el tema de mis fracasos.

Alane dio un respingo y miró a Zoe, que asintió alentadoramente.

―Bueno, sí. Iba a ir con unos amigos este fin de semana, pero varios se han echado atrás. Ya habíamos comprado las entradas y... Zoe dijo que... ―Alane se sonrojó―. Pensé que quizá os gustaría venir.

Miré a Zoe interrogante. Ir al cine no era una actividad demasiado común entre los vigilantes.

―Se refiere a amigos civiles ―explicó.

Alane volvió a sonrojarse, o tal vez todavía no había dejado de estarlo. «¡Por los Doce! Sí que es tímida.» Sentí una punzada de compasión. Había llegado hacía solo un par de semanas desde el instituto Durmogh y todavía no había hecho demasiados amigos, a pesar de alojarse en la residencia del campus.

Zac sonrió, guardándose la entrada en el bolsillo.

―Yo me apunto.

Tenía mejor aspecto que por la mañana, aunque seguía más callado que de costumbre. Alane se volvió hacia mí, esperanzada. Jugueteé nerviosa con la entrada. Era una invitación muy amable. Pero ir al cine... significaba moverse entre civiles.

―Yo no creo que pueda ir ―dije devolviéndole la entrada―. Todavía tengo que completar la misión con Ezra y...

Alane disimuló bien la decepción. Recogió la entrada, restándole peso al asunto.

―¡Tranquila! No te preocupes. Lo... lo entiendo.

―Lo que trata de deciros es que tiene cosas mejores que hacer que mezclarse con la plebe.

Me giré sobresaltada y vi a Ezra detrás de nosotros. Esbozó una sonrisa ladeada que nunca dejaba de darme ganas de golpearlo.

―Piérdete, Falco ―siseé.

Ezra me ignoró.

—Así que Zacarías ha cumplido su misión. ―Zac entornó los ojos. Todos sabíamos que detestaba que usasen su nombre completo―. ¿Ya le has contado que te measte encima cuando os atacó la mantícora?

Me volví hacia Zac horrorizada. Su misión consistía en extraer el veneno del aguijón a una mantícora. Por supuesto, se trataba de una criatura criada en las granjas de Custodia, pero aun así..., su ataque era letal.

Alma de Cazadora [EN LIBRERÍAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora