Capítulo 10

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El cielo comenzaba a tornarse gris, Julie aún no llegaba supongo que estaba con Steven así que estaba sola en la habitación.

Pequeñas gotitas comenzaron a caer empapando el cristal de la ventana. Yo solo podía observarlo sentada en mi cama con mis manos alrededor de mis rodillas y mi cabeza apoyada en ellas. Adoraba ver la lluvia caer pero ese día era diferente, me traía un montón de recuerdos para nada gratos.

Una lágrima recorrió mi mejilla recordando aquel día...

¿Por qué lloras mi niña?

—Es que te voy a echar de menos abuela. Te voy a extrañar un montón no me dejes sola por favor —dije entre sollozos aguantando con fuerza las delicadas manos de mi abuela.

Aún no reconocía a la persona que había acostada en esa cama, mi abuela siempre estuvo llena de luz, alegre, sin embargo allí estaba encima de esa horrible cama apagándose con el paso de las horas como una velita.

M-me prometiste que... Que siempre estarías a mi lado... ¡Me lo prometiste! N-no... Tú no... no puedes dejarme, no ahora.

Y siempre lo estaré cariño, siempre estaré contigo. Aunque no esté presente físicamente te prometo estar atenta a cada uno de tus pasos, te prometo estar a tu lado como tu ángel de la guarda ante cada situación difícil que te ponga la vida. Prometo que siempre sentirás mi presencia, prometo estar ahí para tí. Ahora prométeme algo tú por favor.

¿Q-qué? —dije secando las lágrimas que corrían por mi mejilla con la manga de mi abrigo.

Promete que nunca vas a apagar esa sonrisa tan hermosa que tienes —su mano acunó mi mejilla mientras me dedicaba una sonrisa casi imperceptible—, prométeme que siempre vas a ser mi niña alegre, prométeme que no vas a llorar Nani. Ya te dije siempre voy a estar a tu lado viendo y apoyándote en cada paso que des, no quiero que llores por mí. Promételo mi niña.

Abuela yo...

Promételo Mariana... por favor.

Te lo prometo.

Te quiero mi pequeña, siempre vas a ser la luz de mis ojos, mi bastón y mi mayor apoyo.

Te quiero muchísimo abuela.

Y así, sin más se fue con una sonrisa en sus labios apretando mi mano hasta el último instante, volviéndose un cuerpo pálido, frío y sin vida en aquella cama.

Lloré, lloré sin consuelo preguntándome por qué. ¿Por qué me había dejado la persona a la que más amaba en este mundo? ¿Por qué se la tuvo que llevar?

Ya no la iba a volver a ver. Ya no iba a escucharla reír. Ya no iba a pasar largas horas hablando con ella, escuchando sus anécdotas. Ya no me iba a dar consejos, ya no íbamos a leer libros juntas. Solo podía preguntarme por qué, ¿por qué la vida puede llegar a ser tan injusta?

Mi abuela tenía cáncer, se lo habían detectado poco tiempo después de haber estado ingresada en el hospital por su fractura, claro que era extraño que se fractura el fémur cayéndose de sus propios pies. No había mucho que hacer, ya no tenía solución, el guerrero silencioso —como ella lo llamaba— se había esparcido por cada órgano de su cuerpo ganándonos la pelea.

Y-yo... no pude hacer nada para ayudarla y eso fue lo que más me dolió. Solo podía estar a su lado a cada momento, viendo cómo el cáncer se llevaba poco a poco a la persona que más me amó y a la que más yo he amado en mi vida.

Una lágrima rodó por mi mejilla al recordar aquel día, al recordar el cuerpo sin vida de mi abuela encima de aquella cama.

Después de su muerte dos años atrás caí en una depresión horrible, estuve meses sin poder conciliar el sueño, sin comer y sin hablar con nadie. La ansiedad se había apoderado completamente de mi cuerpo. Mi vida se apagó con ella.

Me llevaron a psicólogos y psiquiatras y así fui mejorando poco a poco.

Decidí estudiar medicina después de lo ocurrido y me prometí a mí misma que ayudaría a cada persona que pudiera a alargar un poco más su vida, lucharía contra el guerrero silencioso pero esta vez con una mayor preparación, una bata blanca y un estetoscopio.

Las lágrimas seguían rodando por mis mejillas. No podía seguir así, caería nuevamente en depresión.

Saqué mi teléfono y marqué sin pensarlo el número de Aron, este contestó al segundo timbre.

—Hola insoportable —no hablé, las palabras no parecían querer salir de mi boca—. ¿Mariana estás bien?

—¿P-puedes venir a ve-verme?... por favor. Estoy en mi habitación —mi voz salió en un susurro ahogado por mis sollozos.

—¿Estás bien Nan, qué ocurre?

—Solo ven por favor.

—Estaré allí enseguida.

Me hice un ovillo entre mis sábanas esperando su llegada. Realmente no sabía por qué... Pero Aron parecía ser la única persona que me entendería en este momento.

Al poco tiempo oí toques en la puerta y salí corriendo a abrirla. Al hacerlo me encontré a mi chico de ojos verdes y pelo revuelto del otro lado, estaba empapado por la lluvia. Entró y cerré la puerta detrás de él.

Sin importarme lo empapado que estaba lo abracé rodeándole la cintura, Aron me sacaba tres cabezas, medía casi un metro noventa.

—Ahora dime por favor Mariana que te ocurre —dijo agarrándome el rostro con ambas manos y obligándome a mirarlo a los ojos.

No dije nada, no podía las palabras no me salían. Mis ojos se llenaron de lágrimas las cuales comenzaron a correr por mis mejillas y Aron secó cada una de ellas con sus pulgares.

Lo miré directamente a los ojos y, sin pensarlo siquiera un segundo, me paré en puntillas y posé mis labios sobre los suyos en un tierno y desesperado beso. Primero pareció sorprendido pero luego me rodeó la cintura con sus manos y me acercó a él volviendo el beso más intenso.

No sabía qué era lo que estaba haciendo o por qué lo hacía, solo sabía que en ese momento Aron era mi lugar seguro, solo con él me sentía protegida, solo con él volvía a ser yo.

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¡Hola chicos/as! Capítulo corto pero lleno de emociones. Espero que les guste.

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