◾️CAPÍTULO 6

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El sonido de una grúa, o tal vez una carrilera, se expandió por la diáfana habitación. El doctor había activado el botón de un mando que guardaba en su bolsillo. Me guié por el sonido y llevé la vista al techo como todos los demás. De allí había comenzado a bajar una caja de cristal llena de cables conectados a su techo. Tragué saliva abrumada por tantas sensaciones y recé para que se llevasen a Marco antes. Podía imaginar lo que era esa caja de cristal, podía imaginar qué viajaría por sus cables. En resumen, sabía que me había metido en la boca del lobo.

Una vez la caja tocó el suelo las manos del soldado me levantaron el aire y en menos de un minuto estaba dentro y encerrada. Me negué a darle el placer de verme intentando salir de allí, así que me levanté y me quedé allí dentro de pie esperando lo que viniese a continuación y sabiendo que por aquel hombre me volvería la asesina que siempre rechacé ser.

—Lo cierto es que estoy algo nervioso ahora mismo. —El doctor se frotaba las manos a la vez que sonreía terriblemente feliz. —Permíteme explicarte cómo funciona mi nuevo experimento Charlotte. Estás dentro de la caja del control. He trabajado mucho en ella ¿sabes? Esta caja está llena de sensores que recogerán tu información.

El doctor disfrutaba con cada uno de esos segundos, sus horas de trabajo y esfuerzo se veían recompensadas y no le importaba el precio. Su objetivo en la vida estaba junto con la ciencia, o lo que él consideraba ciencia, y el capitán le había dado las alas para volar.

—El cristal es aprueba de etiquetas negras, no se romperá por mucho que lo golpees y los tubos del techo liberarán una versión mejorada de la toxina. Esta nueva versión incrementa la rabia que sentís en una escala de por tres, y a la vez los tubos se encargan de mantener la dosis de forma constante durante todo el experimento. El objetivo es que seas capaz de controlarlo bajo cualquier circunstancia, no te extrañes si hoy no lo consigues, habrá más días.

—Doctor...

William se había acercado por primera vez a nosotros y no parecía estar de acuerdo con aquello. Los dos soldados se pusieron entre él y el doctor, ¿creían que iba a atacarle?

—Sargento, si tiene algo que cuestionar hable con el capitán. Tengo autorización para llevar a cabo mis pruebas hasta el final, no pararé por su estúpida misión.

Y así sin más, sin tiempo a mentalizarme o sentir más pánico, la toxina empezó a salir. Marco gritó mi nombre, y yo miré a William en el último segundo. Sé por qué lo hice, en el fondo esperaba algo más de él, creía haber visto algo que tal vez no existía, pero quise aferrarme a esa pequeña esperanza. Sus ojos marrones me apartaron la mirada avergonzados. Fue un cobarde.

En cuanto las partículas rozaron mi piel supe que el doctor se había esforzado en que doliese. Aquello era insoportable y no cesaba. La toxina rozaba mi piel constantemente, sin desaparecer como él había explicado y el dolor dio paso como siempre a una rabia, pero en esa ocasión era colérica y me nubló el juicio por completo. Quería salir de aquel cristal, no me importaba absolutamente nada más. Así que me lancé directa hacia él. La fuerza con la que impacté hizo temblar todas las paredes, pero nuevamente el doctor ya lo había previsto y ninguna se rompió. Volví de nuevo, estaba vez con más fuerza que la anterior, obteniendo el mismo resultado. No me rendí, el dolor no me lo permitía, y continué. Continué, hasta que por fin sentí otro tipo de dolor. Vi que el cristal estaba lleno de sangre, me llevé la mano a la cabeza y comprendí que era mía. Tenía una brecha que no paraba de sangrar, pero aquella toxina seguía doliendo y convirtiendo mi dolor en rabia pura.

Sin embargo, la sangre me hizo recordar el momento en que salí del sótano en casa de mis padres. Volví la vista al cristal ensangrentado y luego a mi mano. Concentré todas mis fuerzas en el dolor de mi frente y en el dolor interno que me traían aquellos momentos. Aquel dolor era mayor, no importaba el tiempo que pasase, me acompañaba y era mucho más grande que cualquier otro. Derrotada me dejé caer en el suelo retorcida en aquel sufrimiento todavía, pero alejando la rabia. Volví a distinguir a los presentes de la habitación que estaban discutiendo acaloradamente, y aunque quería escuchar lo que decían, solo podía gritar porque dolía. Quemaba más bien, pero saber cómo podía acabar lo hacía más y yo no quería terminar así.

ETIQUETAS (Saga Mutados I)Where stories live. Discover now