24.BRIGHT

293 42 8
                                    

Ya hace más de tres meses que Win y yo somos oficialmente novios. Ambos vivimos en nuestra propia burbuja de felicidad. Él es muy feliz en su trabajo y, poco a poco, va prosperando en el mismo. Mi trabajo en el bufete sigue creciendo y cogiendo peso en cuanto a casos importantes.

Ya soy uno de los abogados.as reconocidos y mis casos siguen siendo favorables.

La vida nos sonríe y no podemos pedir más. Felicidad y plenitud. Eso es lo que sentimos.

Un mensaje de Win capta mi atención. Me cita a las ocho y media en el Mile Sushi Club, uno de mis restaurantes favoritos.

Es muy moderno y tiene unas vistas alucinantes.

—¿Una copa de vino?

Win me ofrece una copa de vino blanco.

—Muchas gracias, amor —digo, pronunciando la última palabra con un pestañeo provocativo.

Él me mira fijamente y su semblante se oscurece de manera turbadora.

—¿Estás coqueteando conmigo, abogado Chivaaree?

—Sí, lo estoy haciendo, señor Opas. ¿Qué piensa hacer al respecto?

—Algo se me ocurrirá —dice con voz ronca.

Cuando me meto una ostra en la boca, siento cómo se desliza por mi garganta. Está deliciosa.

Sin duda, las ostras de este restaurante son las mejores de toda la ciudad.

—¿Qué celebramos? —pregunto mientas corto la carne que el camarero acaba de servirnos.

—Todo a su tiempo… —responde, misterioso.

Entrechocamos las copas y yo me ruborizo. Su mirada penetrante sigue logrando intimidarme.

Terminamos la deliciosa cena y nos levantamos dispuestos a irnos.

Él me sigue observando con su turbia e intensa mirada. ¿Qué estará tramando?

—Estoy impaciente por llegar a casa —dice con voz sexi.

—¿A casa? —pregunto con curiosidad. Me guiña un ojo, pero no dice nada.

Nos montamos en su coche y salimos del parking. No sé a dónde me lleva, no es a mi casa ni a la suya.

Paramos cerca de un parque

—Es aquí —dice, sacando unas llaves de su pantalón.

—¿Aquí? ¿El qué?

Me coge de la mano y me lleva a un moderno edificio de cuatro pisos.

Abre la puerta del portal mientras yo lo miro sin comprender.

—Adelante —dice cuando llegamos al tercer piso—. Bienvenido. Espero que esta sea nuestra casa a partir de ahora.

—¿Cómo dices? —pregunto, atónito.

—Hogar, dulce hogar… —responde con una amplia sonrisa.

Me toma y entramos al lugar, la decoración del interior es moderna: paredes blancas, madera blanca y tarima oscura.

El salón es pequeño, pero está perfectamente decorado. Sin poder articular palabra, voy junto a él mientras me enseña todo el piso.

—Es nuestro, Bright—vuelve a decir—. Lo he comprado para los dos.

—¿Nuestro? ¿De los dos?

Asiente mientras me atrae con fuerza.

A través del pasillo me lleva a una de las habitaciones.

Cuando abre la puerta del dormitorio principal, no puedo creer lo que veo.

Ha adornado con flores toda la habitación. Sobre la cama, miles de pétalos de rosas rojas dibujan varios corazones. Es realmente abrumador.

—Esto es… —no me salen las palabras.

—Bright—dice hincando una rodilla en el suelo—. Te quiero como no pensaba que se podía llegar a amar. Quiero pasar todos y cada uno de los días de vida que me quedan contigo. Amarte, honrarte y protegerte durante el resto de mi vida. Para siempre. Cásate conmigo. Sé mi esposo.

Saca una cajita de terciopelo rojo del bolsillo y levanta sus preciosos ojos hacia mí. Dentro hay un magnífico anillo.

Lo miro y parpadeo completamente emocionado y enamorado.

—Sí, quiero ser tu esposo.

Él sonríe y desliza el anillo en mi dedo. Es un precioso diamante sobre oro rosado. Es exquisito. Como él.

Se levanta y lo beso con todo mi corazón y mi alma. Volcando mi vida en ese beso.

—Me has hecho tan feliz —susurra.

—Yo te quiero tanto, que temo morir de amor.

—Y ahora ya eres mío… realmente mío.

—Siempre lo he sido…

Envalentonado y llena de deseo ante mi futuro marido, le exijo que se tumbe en la cama.

—¿Qué vas a hacer conmigo? —pregunta con picardía.

—Te voy a follar, futuro esposo. Te voy a follar de tal manera que mañana no vas a poder caminar.

Abre los ojos como platos ante mi osadía. Se tumba mientras me mira con deseo.

Me desnudo ante él, poco a poco. Sin apartar sus ojos de los míos, traga saliva y respira agitado.

Subo a horcajadas sobre él y tomo su cara entre mis manos, le levanto la cabeza y me inclino a besarlo.

Me aprieta fuerte contra él y puedo notar su erección. Me desea tanto como yo lo deseo a él.

Con un rápido movimiento se quita los pantalones, liberando su miembro.

Lo cojo y, a un ritmo deliciosamente lento, lo introduzco en mí.

Imprimo mi ritmo y le someto a él.

—Eres mío… —digo en un gemido mientras sigo marcando el ritmo con mis caderas.

—Soy tuyo… —gime cerrando los ojos.

Aprieto fuerte una vez, y otra, y otra más… Noto cómo nuestros cuerpos se tensan al alcanzar el orgasmo a la vez.

Me derrumbo sobre su pecho.

—Para siempre… —dice apretándome contra él.

—Para siempre…

Y justo en este preciso instante lo veo. Que separarnos solo nos sirvió para querernos todavía más. Para que nuestra unión se hiciera más fuerte. Tal vez el destino, o Dios, o ambos, así lo habían querido.

Estábamos predestinados. El uno para el otro. Para siempre. Por siempre.

Él. Solo él. Mi amor. Mi futuro marido. Mi vida entera. Mi todo.

FIN

EL SACERDOTE Where stories live. Discover now