Por los pelos

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Mis empleados habían puesto música mientras preparaban los cuerpos para el procedimiento de reencarnación. En concreto, se trataba de I need a Hero de Bonny Tyler. Podía escucharla desde el área de atención al cliente.

Era la mañana posterior a la visita de Artemisa, y cuando aparecí con el niño en el carrito, la recepcionista avisó a Orestes.

—De modo que no estaba enfermo —comentó mi empleado, divertido. Se había quitado las protecciones y salió a recibirme con su ropa de trabajo.

—Una mentira piadosa —admití—. Pero ya no tiene sentido seguir ocultándolo.

—Creo que no se había producido un evento tan interesante desde que a Hefesto se le quitó la cojera.

Hércules estaba dormido y su chupete se balanceaba de forma rítmica.

—¿Cómo van las cosas por aquí?

—Bien. No nos han pedido ningún servicio Premium. Todos han contratado el Paquete Normal.

—Si alguien solicita el Premium, avísame y lo prepararé yo mismo. La seda de Aracne es muy valiosa y cualquier error nos costaría una fortuna.

—Pero, ¿qué va a hacer con el niño, señor?

—Aún no lo he decidido. Espero encontrar a una familia que pueda acogerlo... pero es posible que tenga que pedir la baja por paternidad hasta entonces. —Jamás, en toda mi existencia había pedido una baja y esperaba que no durase mucho tiempo—. ¿Puedes vigilar al bebé un momento? —Al reparar en su expresión de consternación, añadí—: Está dormido. No te arrancará ningún brazo. Voy a realizar una breve inspección.

Me deslicé hacia la Cámara del Elíseo, donde preparábamos los cuerpos. Había dos listos y aún quedaban tres pendientes.

La reencarnación se producía mediante dos procesos diferentes. El normal consistía en abrir el cadáver, depositar sus vísceras en vasijas, coserlo de nuevo, arreglar las imperfecciones —recomponer miembros si era necesario, ya que no se podía llevar a cabo con un cuerpo incompleto—, untarlo con aceites y pintar sobre su piel una letanía de hechizos especiales. Hecho esto, trasladábamos al fallecido a la playa de Olimpus, se celebraba un pequeño ritual de despedida con familiares, amigos y ofrendas, y se enterraba a dos metros de profundidad. Al cabo de un tiempo, generalmente de seis meses a un año, el cuerpo desaparecía, el fallecido se reencarnaba en un bebé, en el seno de una familia cualquiera de la isla, y tras ocho años, recuperaba sus recuerdos y su Karisma, algo más reducido.

El paquete Premium, en cambio, era diferente. Permitía conservar mejor el Karisma y era caro, por lo que muy pocos se lo podían permitir. Si contrataban este servicio, no era necesario eviscerar el cadáver, los hechizos eran más potentes, y una vez listo, se envolvía en seda de Aracne, se formaba un capullo y se introducía en el mar. Al cabo de tres días, el reencarnado lo abría y salía del interior como un joven de quince o dieciséis años. No tenía que esperar para recuperar la memoria, y podía continuar con su antigua vida donde lo había dejado.

Orestes había hecho un buen trabajo, por lo que no tardé mucho en regresar a su lado y darle el visto bueno para que continuara con la tarea.

—Subiré a mi despacho y hablaré con los proveedores. Quiero asegurarme de que disponéis de suficiente material en mi ausencia —le informé, mientras sujetaba el asa del carrito.

Él asintió y yo enfilé el pasillo hasta el ascensor. Entré y presioné el botón de la tercera planta.

Mi despacho era amplio, sobrio y profesional, y aspiré el aroma a limón con una agradable sensación de reconocimiento.

UN PADRE DE MUERTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora