9 | El candado de la supuesta amistad

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Hay veces que decidimos marcar cosas, como hacer fotos, como si quisiéramos preservar un recuerdo de forma material, porque parece que preservarlo dentro de ti resulta más vulnerable, más fácil de que huya con el tiempo.

Aun así, pequeña «antesis», yo soy más de recordarlo con el corazón, él parece que siempre se acuerda de todo.

—Fragmento recuperado por Amy Navarro de Rose Black

Siento la mirada perdida.

Son mis botas marrones las que hacen contacto con el camino de piedra y dan como resultado un sonido vacío, el único sonido que consigo escuchar tras todo el murmullo de preguntas que me carcome la cabeza.

«Son simples golpes sin más», pienso, mientras me fuerzo a sonreír a las dos mujeres que me miran felices antes de agachar de nuevo la cabeza. Pero al final, solo estoy resistiendo a la tentación de girarme para ver, si... él, ese chico rubio, sigue ahí.

Puedo recordar con creces sus facciones, sus líneas fáciles, sus... hoyuelos, y no olvido lo mucho que he recorrido con la mirada su brazo hasta llegar a su mano izquierda y encontrarme con una rosa. Especialmente, porque era opaca, negra y aun así, brillaba por su esencia.

«Rose Black»

Alzo la cabeza de golpe.

—¿Con quién hablabas, Dalia?

Es Fionna quién pregunta, con las cejas alzadas y el semblante lleno de una brillante curiosidad.

Ellas también lo han visto. Así que no, no es producto de mi imaginación por muy surrealista que lo parezca.

Aprieto los labios con fuerza.

No sé que debo o... puedo decir, a mi no me brillan los ojos por curiosidad sino por extrañeza, por confusión. Vacío. Sin rastro de memoria, ni recuerdo al que recurrir. No le deseo ni a la persona más horrenda de este mundo, la sensación que siento.

«¿Qué pasó para llegar a estar así, Dalia?»

Cierro los ojos un momento intentando centrarme. Los abro.

—No lo conocía —mi voz suena ligeramente ronca cuando trato de encogerme de hombros, aunque resulte ser un gesto un tanto torpe—, probablemente se haya equivocado de persona.

Mery mira tras de mí con el ceño fruncido. Todavía, parece analizar por donde ha pasado el chico rubio misterioso, quien no ha dejado huella.

—Probablemente —imita mi gesto

Fionna sigue masticando chicle sin importancia, mientras que yo, sigo teniendo la cabeza dándome vueltas.

Son más preguntas, son muchas más y ninguna respuesta.

¡Oh, y ni siquiera ninguna respuesta del tal KB! Desde que dejé caer la carta en el buzón azul, no hay ninguna respuesta. «¿Qué tiene? ¿Una gran lista de espera?»

Suspiro. No, ni siquiera tiene eso sentido.

—Cuando vi ese mullet rubio...

Fionna atrapa mi atención y arranca la pregunta antes de poder contenerla:

—¿Qué pasa?

—Miller —murmura Mery—. Se parecía a Miller.

Pero no me lo dice a mi, y en seguida lo comprendo, pasa la mirada a Fionna, y ella corresponde asintiendo pensativamente, antes de carraspear y decir:

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