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18 de diciembre de 1964

Ahí estaba de nuevo, encerrado en aquella maldita habitación sin saber cómo salir.

Hasta esos momentos los daños no eran muchos tanto en su cuerpo como en su mente. Si bien lo dejaban sin comer casi siempre, jamás lo lastimaban físicamente como hacían con otros pacientes, algo que lo alivió.

Habían pasado algunos días desde aquel encuentro con Dream y Sapnap y tampoco los había vuelto a ver. El frío cada vez era más insoportable en aquel lugar.

Y sobre todo, no había vuelto a ver a Quackity.

Aquello era lo que más ansioso lo tenía. Sentía la necesidad de verlo, después de todo, en serio parecía ser el único amigo que tenía en ese lugar.

El comportamiento del resto de pacientes, lo ponía tenso.

Todo su cuerpo se paralizó cuando escuchó el rechinar de la puerta al ser abierta. Mucho más sabiendo que era de madrugada.

Su mirada se alzó con rapidez, pero no esperó encontrarse con aquellos ojos negros brillosos que tanto había extrañado y anhelado.

Era Quackity. Su Quackity había venido a buscarle.

—Que alivió... creí que me sería más difícil encontrarte...— bromeó un poco el castaño, deleitándose con la débil sonrisa que surcó los labios del pelinegro.

—No busques más... aquí estoy...

—¿Por que tardaste tanto...?

—Estuve pensando... unas cosas...— le restó importancia, haciéndole una seña para que lo siguiera.

Wilbur no sabe porque, pero sus piernas se movieron solas, yendo detrás suyo.

—Te extrañe...— las palabras salieron por si solas.

—Yo a ti.

Y aquella respuesta alimentó su corazón lastimado.

—Últimamente está más frío que de costumbre ¿no? bueno, al menos eso creo. Probablemente es por el uniforme que apenas y me cubre, o porque no nos dan sabanas a la hora de dormir.

Cuando noto la intensa mirada de Quackity encima suyo, detuvo su hablar.

—¿Que?

—No, nada...— murmuró —de verdad extrañe tu voz...

Wilbur perdió el aliento por algunos segundos.

—Ah... ¿cuantos años dijiste que tenías?

El pelinegro río por lo bajo, como si ya esperara aquella pregunta.

—Supongo que dieciséis...

El castaño desvió la mirada, ahora avergonzado.

—¿Y tú...?— pregunto esta vez Quackity.

—Diecisiete...

—No luces como alguien que debería de estar aquí.

—Tú tampoco.

El pasillo se sumió en un silencio absoluto por algunos cuantos minutos, aquello asfixió un poco a Wilbur, pero no hizo nada para remediarlo hasta que el contrario volvió a hablar.

—Pase mucho tiempo aquí sin compañía alguna, es bueno por fin tenerla. A mi también me trajeron a la fuerza.

—Entonces... ¿tú también estás sano?

—Completamente.

—¿Por que siempre tienes sangre en la ropa...?

Pasó saliva al terminar de decir aquello, disculpándose en pequeños murmullos con el menor, sintiendo que había hablado de más.

Pero Quackity no parecía estar molesto.

—Ah ¿esto?— se señala a sí mismo —en realidad es sangre vieja que ya no pude quitar... creo que tarde demasiado en lavarlo. Unos cuatro días supongo.

—Umh... lamentó si te incomode...

—Para nada. Tu curiosidad no me fastidia.

—¿Seguro...?

—Que si. 

Ambos se detuvieron cuando por fin llegaron a donde el menor los había dirigido. La biblioteca.

—Sera mejor que te escondas ahí todo el día. Por favor confía en mi.

Wilbur no supo porque, pero lo obedeció.

—Volveré mañana por ti. No te vayas.

Dicho eso, salió del lugar, dejando totalmente solo al castaño. Con mil dudas y su corazón bombeando rápidamente.

Diary of... [Quackbur]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora