Capítulo IX. Una guerra abierta.

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Rihanna



- "Habías tardado en sacar la normativa en cuanto acoso sexual de mi compañía, exactamente una semana, y eso que desde el segundo día ya había traspasado la línea, ¿es por algo especial, en esta ocasión, o es que anteriormente no he sido tan abiertamente acosador como esta vez? ¿Qué he hecho para que esta vez te sintieras más invadida...en tu intimidad? Lo digo para repetirlo más veces"- me dijo con esa eterna sonrisa en su boca.

Las palabras invadidas y repetirlo, que dijo el muy gilipollas, lo hizo en un tono verdaderamente seductor, y mi estúpido corazón se puso a galopar, mientras sin quererlo a mi mente llegaron miles de formas de invasión y repetición, que ese hombre podía hacer conmigo.

No pude evitar sonrojarme, y que un maldito gemido traicionero, escapara de mis labios, pero al oírme, mi conciencia me grito:

"¿Qué te pasa estúpida? ¿Estás loca?, ¿Se puede saber qué coño estás haciendo? ¿Por qué se te caen las bragas por la babosa pervertida?"-

Mientras me golpeaba mentalmente para tranquilizarme, no me di cuenta, que el maldito CEO, al oírme gemir, borro su sonrisa de golpe, y su mirada se volvió más intensa, más oscura y más peligrosa, y casi como si no se pudiera controlarse, se levantó de su asiento y se acercó a mí.

Así que cuando pude reaccionar tenía al maldito CEO acorralándome contra la pared donde antes estaba la estantería que había sido derribada en el suelo.

- "Rayco Vieira, no sé lo que pretendes, pero como alguna parte de tu cuerpo, sea la sea, toque alguna parte del mío, eres hombre muerto, lo entiendes bien, babosa pervertida."- le dije retrocediendo, mientras ese hombre avanzaba hacia mí, con una mirada que haría temblar a un harem entero de vírgenes.

Finalmente, la pared paró mi retroceso, y ese maldito pervertido, se quedó a sólo dos centímetros de mi cuerpo, pero sin tocarme, mientras incomprensiblemente mis senos, y una pervertida zona en mi entrepierna, deseaban acortar las distancias, para pegarse más él.

Mis dedos me cosquilleaban, y mi respiración se entrecortaba, mientras mis ojos, sin poder evitarlo pasaban de los ojos intimidantes de ese depredador, a sus labios que yacía firmemente apretados.

De un rápido movimiento, mi pelo fue soltado, cayendo en cascada por mis hombros, mientras yo trataba inútilmente de recogerlo. Me costaba mucho tiempo domar estos malditos rizos, y embutirlos en un recogido que sólo podía sujetar con unas pinzas especiales, pinzas que ahora yacían en el suelo al lado del maldito CEO.

Mi furia ante esta injusticia, y ante todo lo que llevaba pasando esta semana, vino en mi rescate, y con una mirada que volvería de piedra una monstruo gigante, miré al descardo de Rayco Viera.

- "Mucho mejor, Medusa, con ese pelo suelto y esa mirada asesina, ahora sí que eres tú, el ser más deseable de la Tierra. Llevo una semana queriendo volver a ver esa mirada, ya me estaba olvidando de ella y..."- no lo deje terminar, de un empujón que él no esperaba invertí mi posesión con él y con una mano lo acorrale frente a mí, con su espalda contra la pared.

Alcé mi cuerpo todo lo que pude, y agarrando la nuca del CEO, tiré de él, mientras yo me impulsaba, estrellando mis labios con los suyos, en un beso que pretendía que fuera un castigo, otra mal idea, últimamente no hago más que tenerlas.

Lo cogí por sorpresa, durante unos segundos no reaccionó, y yo, esos mismos segundo, me dejé llevar, al probar esos deliciosos labios, pero pronto él tomó la iniciativa, y comencé a perder el control, ese hombre besaba como los demonios salidos del infierno, pecado puro, por culpa de hombres que besan así, es por lo que a las mujeres nos atraen los hombres malos.

Besaba con suavidad y también urgencia haciendo que te temblara el cuerpo, y que el corazón te latiera como si estuvieras en una carrera de cincuenta metros. Mientras tu mente se dejaba arrastrar hasta los infiernos.

- "Suéltalo ya Medusa, que la que se va a convertir en una piedra de esas volcánicas incandescentes, hasta que te derritas, eres tú, estúpida."- oí una voz que me decía eso.

El llamarme a mí misma Medusa, fue lo que me hizo reaccionar. De un fuerte pisotón, y de una mordida en esos carnosos labios, que casi me hacen desistir de terminar así el beso, me vi liberada de unos atrayentes brazos masculinos, en los que, sin darme cuenta, estaba encerrada.

Me costó unos segundos recuperarme de la niebla mental, mientras el CEO se tocaba el labio que sangraba, y cojeaba abiertamente, mirándome a la cara al principio con sorpresa, y luego con algo de furia.

- "Por fin lo veo después de una semana"- le dije devolviéndole la pelota a su campo. - "Tantas sonrisitas de payaso diabólico, me estaban volviendo loca, babosa. Espero que el beso le haya satisfecho jefe, porque serán el primero y el último que recibas de mí, y por cierto me tomo el día libre, retirada estratégica se llama. De paso aproveche para llamar a esos que le ayudaron tirar la estantería, le ayuden recogerlo todo. Adiós estúpido."- y sin más salí del despacho para tras coger mi bolso de mi mesa de despacho, correr al baño.

Nada más entrar me acerqué rápidamente al lavabo, y me mojé la cara que la sentía ardiendo. Mientras mi corazón parecía que se me iba a salir del pecho.

- "Nunca más Medusa, estos juegos no los juegues nunca más, o la próxima ves desnudas a tu jefe para decorarlo por entero, y de eso sólo tendrás la culpa tú."- le dije a la imagen de la mujer que vi en el espejo, que no reconocí.

El brillo de deseo de su mirada, sus mejillas oscurecidas del rubor, y los labios anormalmente inflamados, con aún el sabor de los labios y la sangre de ese Poseidón tentador, el pelo rizado y alborotado, porque en algún momento había sido acariciado y sujetado entre unas manos masculinas.

Esa era Medusa, esa era la verdadera medusa, y mirarla a través del espejo me petrificaba hasta mí, era un ser seductor que destilaba fuego y deseo por cada uno de sus poros. Terrorífico.  

Seducida por PoseidónWhere stories live. Discover now