42

142 30 2
                                    

A las afueras de Busan.


—¿Qué es toda está mierda? —pregunta exasperado Ryuu, luego que Hiro ha cancelado la llamada con Jeon.

—No te metas —lo amenaza Hiro, apuntándolo con su dedo índice.

—No me pidas que no me meta, ni siquiera te atrevas a señalarme —se acerca Ryuu a Hiro, molesto. Dejando a Jimin atrás con sus manos atadas y lágrimas en su rostro luego de haber escuchado la voz de Jungkook.

—Desde ahora seguirás mis órdenes, cada vez que diga que me traigas al chico lindo, lo harás sin protestar —le explica el Yakuza de más edad a Ryuu—. No querrás problemas entre nosotros ¿o sí?

Ambos se encuentran cara a cara, Ryuu luchando para no romperle la boca. Sabe que hay uno más en su contra y que no puede arriesgarse de esa forma.

—Eso pensé —dice socarronamente Hiro, cuando observa alejarse a Ryuu apretando fuertemente sus puños. —Llévalo a la última habitación —le dá la primera orden. —Ahora —enfatiza observándolo furioso, Hiro.

Ryuu se gira molesto, ve como Jimin con sus dos manos atadas intenta limpiar su rostro, pero cuando está frente a él se detiene.

—Vamos, rubio —le ordena Ryuu, estableciendo contacto visual con los pequeños ojos llorosos del contrario.

—Mis piernas tiemblan —comenta Jimin, aun desinteresado japonés cabreado por recibir ordenes de otro estúpido.

—Solo camina —suelta Ryuu.

—No puedo.

Jimin deja de caminar y se apoya sobre una de las paredes del pasillo oscuro.

—Mierda rubio. Colabora —espeta el japonés mientras se gira.

—Va a matarme lo sé —habla Park.

Ryuu se da cuenta que las piernas del chico en serio no dejan de temblar y decide acercarse a él.

—No, tú no sabes nada —el japonés toma uno de los brazos de Jimin y lo endereza.

—Tienes razón, sabes —ríe Jimin. —Yo no sé nada, nunca se nada, siempre soy el último en saber por qué sufro tanto y por qué la maldita mala suerte me persigue —suelta desesperado, el rubio.

—Camina y habla bajo —le ordena Ryuu, retomando de nuevo la caminata hacia la habitación en la que está por encerrar a Jimin.

El japonés abre la puerta de lo que parece ser una vieja bodega sucia, ayuda a entrar a Jimin y lo deja en una esquina. De manera rápida Ryuu da una pequeña evaluación al lugar polvoso, las paredes desgastadas el olor a viejo y sucio se puede oler sin esfuerzo. El rubio estornuda algunas veces y con sus manos aún atadas sacude su nariz.

Una pequeña ventana se encuentra quebrada, pero hay hierros que impiden que alguien escape.

—Puedes por favor irte —le pide Jimin, fijando su mirada en el sucio suelo.

—De repente se te fueron las ganas de hablar —dice Ryuu.

—¿Por qué debería de entablar conversación con mi secuestrador? —pregunta molesto el rubio, alzando su mirada. —Solo lárgate y cumple las ordenes que te dan. No actúes por momentos como malo y luego como bueno, eso es una mierda —espeta sin temor.

—Hablas mucho, chico —el japonés camina hacia fuera.

—¡Largo! —grita Jimin.

Cuando la puerta se cierra, Jimin no puede más, en serio intenta entender que está mal con él. Si hubiese sabido que debía pasar tanta mierda en su vida hubiese preferido que aquella vez que el tipo entró a su casa lo hubiera matado.

—Debo ser fuerte —se repite entre susurros y sollozos.

Mientras repite esas palabras e intenta dejar de llorar recuerda todas y cada una de las palabras que escuchó a través de su celular antes de que el japonés colgará la llamada.

Ryuu, por su parte, se dirige de nuevo hasta el lugar donde Hiro se encuentra.

The Black Angel FeatherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora