Capítulo Dos. Abrazos de mamá

77 8 4
                                    


MAYO DE 1998

LUCA FRANCCINI ERA CONSCIENTE DE QUE NO VIVÍA LA GRAN VIDA COMO LA QUE TENÍAN SUS COMPAÑEROS DE CLASES. Su casa no era suya ya que se la alquilaban a alguien más, sus juguetes eran muy escasos y a la escuela no iba en un increíble auto.

Sin embargo, eso no le importaba, para él su vida era perfecta ya que su madre lo hacía así.

Su familia era chica, no tenía hermanos, abuelos o incluso padre, pero eso tampoco le importaba. Eran su madre y él contra el mundo.

Ella no lo había abandonado como muchos le habían aconsejado, y lo seguían haciendo. Luca sabía muy bien en que ella nunca se iría de su lado, porque esa era una promesa que había entre ellos.

Y las promesas eran lo suyo.

Casi siempre que pasaban el rato juntos, se acostaban en el poco pasto que tenía el patio de su casa, y mirando al cielo, comenzaban a hacerse promesas para un futuro. Cuando era más chico, Luca le prometió a su madre que un día sería él el que lavaría todos los platos e hiciera sus tareas solo; y ahora que estaba más consciente de su situación, hacía promesas para un futuro muy lejano. Como que sería él el que le consiguiera una hermosa casa (como las que ella limpiaba cuando el dinero no abundaba) o un auto que él podría reparar cada vez que se rompiera. Su madre, en cambio, siempre le prometió cosas hermosas, que Luca mantenía muy presente en su memoria. Sus favoritas sin duda fueron cuando le dijo que él sería un gran hombre al crecer, o cuando le prometió que haría lo posible para darle la mejor vida que pudiera tener; ¡y no podía olvidar la más reciente! que sin duda se quedaba en el primer lugar: siempre iba a estar a su lado.

Todos sus buenos recuerdos eran con ella: el día que comenzó a ir a la escuela, la vez que fueron a ver su primera película al cine o su último cumpleaños, que su madre luego de ahorrar durante todo un año, logró comprarle la bicicleta roja que tanto le había gustado.

Esa bicicleta sin duda era el objeto más valioso que él tenía. Incluso cuando no pudo usarla durante meses porque no sabía andar. Solo hicieron falta dos lecciones, dadas durante un fin de semana largo, para que él aprendiera. Y según su madre, ese fue el hincapié para que él jamás se bajara de la bicicleta.

A pesar de que Luca no se daba cuenta, él pasaba todas sus tardes andando de un lado a otro en el pequeño barrio en el que vivían. Y aunque era algo peligroso, el ser rápido y más pequeño que los que lo molestaban, le servía para que pudiera escapar cuando alguien se quería acercar a su bicicleta roja.

No era un niño malcriado, pero su bicicleta era su mayor tesoro y nunca lo compartiria. Ni aunque fuera su última opción, él se separaría de esa bicicleta que a su madre le había costado tanto conseguir.

— ¡Perdón, perdón, perdón! —dijo agitado Luca cuando entró a su casa luego de una tarde entera andando en las calles. Su madre negó con la cabeza divertida, acostumbrada a que él siempre demoraba en llegar, y le sirvió el plato de fideos calientes.

Luca le sonrió agradecido y comenzó a comer. Si bien su estómago ya se estaba cansando de comer tantos fideos, no iba a quejarse, al menos tenía una comida por la cual agradecer y no era uno de esos niños que pedía en las calles. Si se ponía a ver el panorama completo, él era un niño afortunado, no muchos conseguían una madre como la suya.

Mientras comían, Luca le comentó a su madre sobre el increíble día que había tenido en la escuela. Resulta que él era muy bueno en matemáticas, incluso mejor que su compañero que se denominaba así mismo el más inteligente del grado. Su maestra le había dado un problema para resolver y él logró llegar al resultado sin preguntar nada.

Su madre lo abrazó muy orgullosa. Aunque no perdió la oportunidad de recordarle que no debía sentirse superior a los demás por ser bueno en algo y que siempre intentará ayudar a los que no le salían los ejercicios. Luca sabía perfectamente esa lección, sin embargo, no protestó cuando su madre comenzó a hablar, la escuchó atentamente mientras disfrutaba de sus abrazos.

Después de todo, los abrazos de su mamá eran su parte favorita del día. Eran tan perfectos como ella y siempre lo hacían sentir seguro. Si ella estaba ahí para darle un abrazo, entonces todo estaba bien.

Ya se que es un capítulo muy corto pero no me digan que es demasiado tierno, nada más lindo que un mini luca junto a su mamá

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Ya se que es un capítulo muy corto pero no me digan que es demasiado tierno, nada más lindo que un mini luca junto a su mamá

You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: May 05 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

Who I Am ( lucefi. )Where stories live. Discover now