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🛫 «El que nada debe, nada teme» 🛫

Salir con Luhan debería incluir advertencias, nada exagerado, tampoco que sea para tanto; bastarían un par de indicaciones para la tranquilidad de sus citas. Algo simple como: «Peligro, ciervo hiperactivo. No dejar al alcance de tiendas de dulces y parques de diversiones», que evite perderlo entre la multitud.

—¡Aquí! ¡Vamos, vamos!

La mano que se agita en el aire a unos metros de donde aparcaron el auto, es todo lo que Sehun necesita para ubicarlo y apresurarse a alcanzarlo, antes de que a Luhan le dé por alejarse de nuevo y mezclarse entre las decenas de visitantes que se enfilan hacia Lotte World. Quedan sólo un par de horas hasta que el parque cierre, de modo que no pueden permitirse desperdiciar ni un minuto.

—Por favor, dime que compraste boletos antes de venir —pide el chino, tan pronto verlo detenerse a su lado. Sehun asiente con la cabeza, agitando el móvil frente a sus narices y el otro está por salir corriendo, cuando una mano grande y firme le sujeta por el hombro.

—Vamos juntos.

La forma en que lo dice hace que caiga en cuenta de lo infantil que ha actuado desde que descubrió a dónde se dirigían y aunque avergonzarse por su actitud es una opción, Luhan piensa que el pelinegro conoce los detalles más humillantes de su vida y esa colección de instantes bochornosos que no se cansa de acumular cuando se encuentran.

Entonces, ya que apenarse se siente irrelevante, el chino extiende la mano, invitándolo a tomarla.

Antes, dejó que la emoción por pisar un parque de diversiones después de tantos años invadiera su mente. Ahora, podría estar parado en medio de un desierto o bajo una cruel tormenta y todavía así, su único pensamiento coherente sería él: Sehun y la forma tan perfecta en que sus dedos encajan con los suyos, el dulce calor que le transmite su toque tentándolo a jamás soltarlo.

Dentro del parque todo es diversión, luces de colores y sonidos de emoción. Las decoraciones los transportan a una tierra de ensueño, tiendas, restaurantes y más atracciones de las imaginadas tapizando el espacio. Sehun parece casi tan maravillado como él, así que Luhan no advierte el peligro cuando lo arrastra a una tienda de suvenires, los artículos coleccionables distrayéndolo en el acto.

Mientras se pregunta cuánto dolerá su cartera si se embolsa algunas chucherías, el coreano se aleja y al volver, trae en manos un objeto que desliza tras sus orejas.

—¿Qué es esto? —pregunta y el reflejo en el escaparate no tarda en responderle, dos adorables cuernitos sobresaliendo entre sus rizos.

Siendo honesto, Luhan apenas recuerda cuando empezaron a compararlo con un ciervo, claro que tuvo algo que ver el significado de su nombre y otro poco el que su madre lo llamara a gritos por el mote de Xiao Lu, pero si fue en las calles de su barrio cuando salía a jugar con sus amigos o en algún punto de su paso por el instituto, en realidad tampoco importa.

Porque antes de que Sehun lo coronara con una diadema de astas y al volverse para preguntar qué tal le quedaban, esos ojos negros reflejaran la más pura admiración, Luhan jamás se sintió más afín a su apodo o creyó, de verdad, que su apariencia fuera capaz de robarle el aliento a nadie.

—¿Te lo he dicho antes, no? —murmura el pelinegro—. Eres precioso, ciervito.

Y por una vez, Luhan no protesta, aceptando el cumplido de buena gana. Un momento después, se gira para buscar entre las filas de diademas y justo cuando piensa que la suerte no está de su lado, un par felpudo roza sus dedos. Sehun se inclina para permitirle colocárselas, su característica sonrisa torcida asomando en sus labios.

¿Puedes guardar un secreto? || HunHan ✔Onde as histórias ganham vida. Descobre agora