Capítulo dos

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Corría el año 2001, la temporada había terminado y con ello significaban cambios en el ámbito del fútbol. Aimar y Riquelme, se encontraban en el centro de estos cambios. Ya era un hecho que Pablo se encaminaba hacia el Valencia, mientras que se rumoreaba una oferta tentadora por parte de un club español para Riquelme.

Ya era medianoche,  Aimar se encontraba en casa preparando sus maletas para emprender vuelo hacía España al día siguiente pero, una inesperada llamada interrumpió el trabajo. Tomó el teléfono no sabiendo quién podría ser a esas horas. "¿Si?", atendió con tranquilidad. 

Del otro lado no se pudo oír nada por unos pocos segundos, hasta que un suave suspiro rompió el silencio. "Payasito, soy Román. Perdona la hora", habló por fin aquella inconfundible voz, aunque extrañamente con un tono apagado. 

Al escucharle, dejó a un lado lo que había estado haciendo y se sentó en la cama. "Eh cabezón, no hay drama. ¿Pasó algo?", preguntó, algo preocupado debido a la seriedad con la que Román le estaba hablando. Algo poco usual en él.

"No, nada más quería desearte lo mejor en el Valencia", hubo un breve silencio antes de que continuara, "Más te vale que me llames y no te agrandes tanto." A pesar de la broma, había algo de duda en su voz, acompañado de una risa que sonaba forzada. Aimar sonrió por lo bajo, intentando seguirle el juego, "¿Qué decís? justo vos me vas a venir a decir agrandado". Escuchó una suave risa del otro lado del teléfono, al escucharlo, no pudo evitar imaginar la expresión de Román en ese momento, provocando una nueva sonrisa en su rostro.

Desde hace tiempo, Aimar había dejado claro que su relación era puramente física y que no había nada mas allá entre ellos. Román aceptó aquello, se conformaba con solo estar con él de cualquier manera. Sin embargo, las responsabilidades con sus clubes y ahora con negociaciones encima, no había tiempo que les sobrara para verse. Ahora con la noticia de que Aimar iría al Valencia, suponía que aquello marcaría un fin entre ellos.

"Apenas aterriza el avión, te llamo. Nos vamos a mantener en contacto, tranquilo", habló con calma, sin querer dramatizar la situación. "Seguro nos vemos en la selección en unos meses también", agregó, recordando aquel detalle.

"Tengo ganas de verte... hace mucho no nos vemos", habló en voz baja el mayor, ignorando en parte lo que había dicho Aimar. Hubo un silencio tenso, como si a Aimar le costara responder a aquello. Finalmente, habló, "También tengo ganas de verte pero, ya mañana salgo para España. Y estos días anduve ocupado hablando con el club, por eso no te llamé." Dijo intentando buscar una excusa aunque no era mentira.

"Si ya sé, estamos en la misma", suspiró Riquelme, "Te extraño, payasito." Las palabras de Román resonaron en Aimar, arrugando su corazón. "Yo también te extraño, cabezón, pero..." dudó por un momento, sabiendo que lo que estaba a punto de decir era difícil pero necesario. Tomó aire y decidió hablar: "Ya no somos nenes, Román. Te quiero mucho, pero ya es hora de que cortemos esto y sigamos para adelante con nuestras vidas, por separado. Sabes que nunca hubo nada entre nosotros, desde el principio."

Hubo una pequeña pausa, donde Aimar ya no pudo arrepentirse de lo dicho. "Perdóname que te lo diga así pero, ya hablamos de esto. No iba a ser para siempre", volvió a hablar el chico del lunar intentando que el contrario entendiese su situación. "Sé que querés que los dos estemos juntos ahora, sin que nadie nos joda pero... es imposible, no puedo imaginarnos así." 

El silenció pareció extenderse, como si el tiempo se hubiera detenido en ese momento de espera. Fue una pausa interminable, esperaba una reacción: un grito, una puteada, algo. Hasta que, con una inusual serenidad, Riquelme habló. "Tenés razón. Bueno, sabes que te deseo lo mejor, Pablo... te quiero mucho, besos." Y la llamada finalizó.

Aimar quedó allí, sosteniendo el teléfono en su mano. Se mantuvo sentado en el borde de la cama, observando el suelo con una mezcla de emociones. La tranquilidad en la voz de Riquelme contrastaba con la tormenta de pensamientos que estaban en su cabeza, la despedida fue amable, pero se preguntaba como había sido la reacción del otro en ese momento. ¿Estaría llorando, frustrado o sentiría esa mezcla de emociones como él?

"Pero que mierda estoy diciendo", murmuró para si mismo, pasando sus manos por su rostro, intentando alejar la tensión que lo invadía. Se encontraba atrapado en un torbellino de emociones contradictorias: quería ser sincero pero, no quería causarle dolor a Riquelme y también sentía confusión sobre lo que realmente quería.

Luego de aquella noche, ninguno de los dos cumplió la promesa de llamarse.

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Ella dijo - Riquelme x AimarWhere stories live. Discover now