17 - El silencio de un Adiós

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Al día siguiente, los rumores se propagaron por la aldea como un incendio fuera de control. Los mensajes se distorsionaron en el proceso de pasar de boca en boca, creando una tormenta de habladurías en todos los rincones de Metkayina. Neteyam, ajeno al caos que estaba desencadenando, se encontró en el epicentro de las conjeturas y especulaciones.

Aunque no se había dado cuenta, llevaba a cuestas las marcas visibles de la pasada noche. Las huellas del ardor y la pasión que habían compartido con el otro Metkayina eran un testimonio silente de lo que había acontecido. Sin embargo, no había tenido tiempo de cubrirlas con eficacia, y las miradas curiosas y los susurros comenzaron a seguirlo a dondequiera que fuera, un recordatorio constante de su exposición.

Las voces se superponían en un caos de suposiciones y conjeturas. En medio del tumulto, la versión más sensacionalista era que Neteyam había sido "marcado" por otro Metkayina. La ignorancia y los prejuicios alimentaban la idea de que tal acto era una abominación, algo que desafiaba las normas más arraigadas de su sociedad.

Las palabras resonaban en los oídos de Neteyam mientras avanzaba por la aldea, sintiendo las miradas cargadas de juicio posadas sobre él. Se sentía como un paria, un desterrado en su propio hogar. Aquellos que antes lo llamaban amigo o conocido parecían distanciarse, temerosos de ser vistos junto a él.

En los rincones de las calles, los susurros se entremezclaban con los ruidos habituales de la aldea. Los chismes sobre Neteyam se multiplicaban, transformando la historia en cuentos cada vez más dramáticos. Las teorías eran abundantes: enfrentamientos violentos, gemidos inmorales provenientes del bosque y hasta sugerencias de que Neteyam había sido tomado por otro macho.

Dentro de ese vendaval de rumores, el nombre de Ao'nung emergió. Algunos insinuaban que su relación pasada con Neteyam podría estar conectada con los eventos recientes. Los comentarios sobre su cercanía previa añadían más combustible al fuego del chisme.

Por su parte, Kou'lin se encontraba en medio de la tormenta, atrapado en la confusión. Escuchaba los murmullos a su alrededor, asombrado por la rapidez con la que se propagaban las historias. Aunque no quería verse involucrado aún más, sabía que la situación de Neteyam se volvía más delicada con cada rumor que circulaba.

Poco tiempo después, las noticias llegaron a los oídos de los padres de Neteyam. El padre de Neteyam reaccionó con una furia desmedida. Al enfrentar a su hijo mayor, Neteyam se encontró sometido a un interrogatorio intenso, pero no pudo encontrar las palabras adecuadas para explicar la verdad.

—¿Te has dejado marcar por otro macho, Neteyam? —gritó su padre, su voz llena de desilusión. Era evidente que no podía aceptar lo que su hijo había aparentemente hecho.

Siguiendo las órdenes de su padre, los hermanos menores de Neteyam se mantuvieron apartados, ya que no estaban preparados para enfrentar la realidad de los moretones y las marcas que adornaban el cuerpo de su hermano mayor. Neteyam se encontraba en una posición incómoda, sin saber cómo explicar su situación ante sus hermanos.

Mientras tanto, la madre de Neteyam inspeccionaba los moretones y chupones en su cuerpo con asombro. La preocupación llenaba sus ojos, y la interrogante que estaba a punto de formular pesaba en el aire.

—¿Quién te hizo esto, Neteyam? —preguntó su madre, su voz reflejando una mezcla de preocupación y enfado.

Neteyam se encontraba en una encrucijada, consciente de que cualquier respuesta que diera solo agravaría la situación. Su madre buscaba respuestas, tal vez incluso a alguien a quien culpar, y Neteyam sabía que no podía decir la verdad.

Justo cuando estaba a punto de intentar explicarse, Ao'nung emergió como una luz en medio de la oscuridad. Su presencia abrupta interrumpió el conflicto, y Neteyam lo miró con sorpresa, sin estar seguro de qué esperar. Ao'nung dio un paso adelante, tomando la responsabilidad del escándalo que se había desarrollado.

Nuestro Pequeño SecretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora